En una época de contenidos virales demagógicos, fake , deprimentes o las tres cosas a la vez, el vídeo de Fernando Alonso aterrizó hace unos días en nuestros feeds o en nuestros grupos de WhatsApp con la pureza que tienen las playas por las mañanas, cuando acaba de pasar la máquina y aún no las ha pisado nadie. Era, y es, sencillamente perfecto y, como todos los contenidos compulsivamente compartibles, se basta y se sobra en sí mismo. No hace falta añadirle ningún tipo de comentario. En una segunda instancia de viralidad, generó bastantes memes, pero ninguno era tan gracioso como el corte original.
Por si alguien no lo ha visto aún (¿qué clase de amigos tiene usted? Hágaselo mirar), en el vídeo, un fragmento de un directo de Instagram, alguien lanza al piloto la pregunta: “¿Vas al supermercado a hacer la compra?”. Y su respuesta, un minuto de monólogo libreasociativo, va haciéndose más texturizada e intrigante a medida que avanza, como las buenas novelas. “Me mola ir al supermercado”, dice. “Es una de las cosas que más me gusta. Estar a tu aire, hacer la compra, ver lo que te apetece en ese momento”. Entonces, Alonso, ya lanzado, cita ejemplos de lo que suele llevarse él en el súper: toallas, si las suyas están ya gastadas, “algo para reparar la casa fuera”, papel de regalo, celo y tijeras cuando se acercan los Reyes y hay que hacer un regalo. “Siempre es emocionante”, concluye. “Cosas que son absolutamente normales, las disfruto como si fuesen oro”.
Sin ser yo millonaria ni campeona de Fórmula 1, he de decir que puedo entender a Fernando Alonso. Cuando empiece el curso escolar dentro de 13 largas jornadas, habrá bastantes días de mi vida en que lo más emocionante que me sucederá será un viaje al supermercado. Acabaré el trabajo del día, me levantaré de mi escritorio, comprobaré que tengo por delante todavía 40 excitantes minutos de esbarjo antes de empezar a hacer cenas y/o baños infantiles, me enchufaré los auriculares, seleccionaré un podcast y dejaré que el tiempo fluya por los pasillos del Lidl, el Keisy o, si es viernes y he decidido hacer de mi capa un sayo, el Ametller Origen de mi barrio. La verdad, siempre es emocionante.