Más conocimientos, menos memoria

Más conocimientos, menos memoria

La Lomloe (ley orgánica de Modificación de la LOE), más conocida como la ley Celaá, tiene como objetivo ser el relevo de la Lomce, su predecesora y popularizada en su día como la ley Wert. Entró en vigor en enero de este año, pero algunas de las modificaciones que prevé no se aplicarán hasta el próximo curso. Temas como la evaluación y las condiciones de promoción de las distintas etapas educativas, las condiciones de titulación de la ESO, los ciclos formativos de grado básico y el bachillerato y las condiciones de acceso a las diferentes enseñanzas se implantarán al inicio del curso 2021-2022.

Uno de los aspectos de la ley Celaá que más controversia han suscitado ha sido el paso de curso en ESO y bachillerato con suspensos, dos como máximo en secundaria y uno en la postobligatoria, si así lo decide el equipo docente, que tendrá un papel clave en el proceso de evaluación del alumno. El real decreto que fija estas normas será debatido en la próxima conferencia sectorial por los consejeros autonómicos y es un texto de transición entre la norma anterior, la Lomce, y la Lomloe, que no estará plenamente desarrollada hasta dentro de dos cursos. Otro punto polémico son los estándares de aprendizaje, que serán orientativos en lugar de ser de obligado cumplimiento.

Es necesario un cambio del modelo educativo pues los resultados del actual no son buenos

Los críticos de este modelo dentro del mundo educativo subrayan que con la Lomloe se baja el nivel de exigencia, pierde valor la cultura del esfuerzo y se otorga excesivo poder al equipo docente, que tomará las decisiones de forma colegiada en función del grado de adquisición de competencias. En clave política, el PP opina que pasar curso con hasta dos asignaturas suspendidas “lastra el futuro de nuestra sociedad al acabar con la cultura del mérito”.

La ministra Celaá, en declaraciones ayer a este diario, replicaba a estas críticas afirmando que todas las leyes de Educación en España han permitido promociones con suspensos, que repetir es frustrante para los alumnos y caro para el sistema y que el objetivo es reforzar a todos los estudiantes para que aprendan, a lo que ayudará que nunca ha habido tanto dinero para educación como ahora. Insiste Celaá en que la repetición memorística se ha demostrado insuficiente y que el objetivo es formar al alumno con el máximo de conocimientos posibles para que aprenda a superar las situaciones diversas que le deparará la vida. Y resumía afirmando que no quería jóvenes que crean que no valen para nada si no pasan la ESO.

Por tanto el objetivo está claro: modernizar la forma de enseñar, pasar de un modelo de repetición memorística como el actual a uno de competencias con una evaluación que estimule el aprendizaje. Nuestros países vecinos, Francia y Portugal, que tenían hace años tasas de repetidores similares a la española, hicieron este cambio, y la mejoría ha sido notable. Hoy el 29% de los alumnos españoles de 15 años ha repetido alguna vez, por el 16% de Francia, el 6,6% de Portugal y el 13% de Italia. Numerosos estados euro­peos permiten pasar curso con suspensos y con el mismo nivel de competencias que los españoles, reforzando al que se rezaga y con planes de apoyo específico. Todo ello, además, hace que no pierdan el grupo de edad.

Es evidente que el alto número de alumnos repetidores en España no puede continuar y hace falta un cambio de modelo pues el actual, con el mencionado 29% de jóvenes que repiten curso, no solo no funciona sino que además paraliza el sistema educativo. Nuestro nivel de repetición casi triplica el de los países de la OCDE, y España lidera el abandono educativo temprano en la UE. Datos y cifras que urge revertir pues nos jugamos nuestro futuro como sociedad desarrollada. Sin olvidar tampoco que un país que ha tenido ocho leyes de Educación desde 1980 tiene un problema.

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