Independentista y gruñón

Independentista y gruñón

Siete eran los enanitos de Blancanieves y uno salió gruñón. El mundo le debía algo, como le sucede a un arquetipo emergente del independentismo: el prusesista gruñón , a quien le ofreces la mano, palabras cariñosas y ganas de tener la fiesta en paz y va el hombre –o la mujer– y se hace el ofendido.

–¿Qué medidas efectivas ha tomado Pedro Sánchez para darme todo lo que exijo ipso facto?

Que Sánchez ofrezca concordia irrita: ¡queremos confirmar nuestros prejuicios!

Hay que comprender al personaje y darle cariño a sabiendas de que no quiere cariño sino confrontación porque lo suyo es vivir de la nostalgia de los días y las horas que iban a cambiarlo todo y no volverán.

Nuestro hombre –o mujer– tiene interiorizado un cliché de España en el que no cabe nada bueno. Allí no hay democracia ni leyes justas, no existen las personas dialogantes y la capital del mal nunca puede ser la ciudad que acogió una manifes­tación independentista con 30.000 personas a las que nadie hizo un feo. Que España ofrezca concordia les intranquiliza:

–¡Queremos confirmar nuestros prejuicios y nuestras fobias!

Manifestación de la ANC el 16 de mayo en Barcelona

Manifestación de la ANC el 16 de mayo en Barcelona

Efe

No importa que hayan dejado vacía su silla en la mesa de diálogo año y medio porque, sencillamente, no se aclaraban entre ellos. ¿Puentes? Aquí estamos para dinamitarlos y acusar a los restantes enanitos de vendepatrias , ingenuos y traidores porque Blancanieves y la madrastra son la misma cosa.

Para seguir haciendo sopa boba de pescado de un acuario, el gruñón lo tiene fácil: exigir, exigir y exigir. Que los trenes de cercanías vuelen, que la ONU se adapte a su “derecho de autodeterminación” y Madrid no amplíe El Prat para poder decir por los siglos de los siglos que esos vagos despilfarran nuestros impuestos, mayores que en otros lados porque aunque muchos los fijemos aquí, toda la culpa es de allá.

Al independentista gruñón las palabras del presidente Sánchez le incomodan porque evocan el espíritu de la transición, generoso y conciliador, cuando han reiterado que fue “un régimen” y del terror, culminado por la ofensa a la patria catalana de los JJ.OO. de Barcelona.

Y cherchez l’argent! El procesismo ha sido y es una excepcional vía de ingresos, cargos y chollos que permiten vivir como nunca habrían soñado algunos y algunas. Todo era suyo. Desde las calles –¿falta mucho para que dejan de emprenyar en la Meridiana de Barcelona?– hasta el monopolio de la democracia, en cuyo nombre preparan la dinamita.

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