Una vez unos turistas me hicieron fotos comprando pescado en el mercado de Santa Caterina. Estaba en el puesto pidiendo que me limpiaran bien los salmonetes cuando se acercó el padre de familia, con cámara buena, no con móvil, y nos inmortalizó a mí y al pescadero. Automáticamente, los dos enderezamos la espalda y metimos tripa, porque ya que íbamos a encarnar un tipismo mediterráneo, haciendo de “personas que compran y venden en mercados de abastos restaurados en la Europa del Sur”, mejor hacerlo bien.
El Ayuntamiento de Sevilla está animando a las mujeres a salir a la calle vestidas de flamenca en los días en los que hubieran celebrado la Feria, “aunque sea a tomar un café o una cerveza”, y a los hombres a llevar traje corto y sombrero de ala ancha para ir, por ejemplo, al Mercadona o a la cola de Correos. El objetivo sería activar el comercio y, aunque no lo dicen explícitamente, animar a los sevillanos a performar ante los turistas que puedan llegar a la ciudad. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ha ido más al grano. Ha dicho: “Estamos sacrificando nuestra movilidad para garantizar un espacio más seguro para aquellos que vienen de fuera y dinamizan la economía”. A ver, ¿tú dinamizas? Si dinamizas, bien, y si no, a tu casa.
En Barcelona llevamos ya más de un año viviendo casi sin público, sin gente que nos mire y nos haga fotos como nos las hacían antes. Y me da miedo que por la falta de práctica se nos olvide vivir #mediterráneamente, que los skaters dejen de patinar delante del Macba porque para qué, si ya solo se hacen vídeos entre sí, que los señores perennemente bronceados de la Barceloneta paren de jugar al dominó al lado de la playa porque ya no están aportando valor al branding de la ciudad, solo echando la tarde. En Sevilla al menos van entrenando.