Rocío

El desgarrador testimonio de Rocío Carrasco, relatando un terrorífico cuadro de presuntos malos tratos, ha causado un terremoto emocional y social, cuyas secuelas sísmicas durarán años. Desde el impacto de Ana Orantes no se oía en televisión un grito tan desesperado ­como el proferido por la hija de Rocío Jurado. Pepa Bueno decía que habría un antes y un después del programa, y la conmoción generada lo ratifica.

El testimonio contiene muchas cargas de profundidad. La fundamental es la del maltrato psicológico ­–el más difícil de demostrar–, y su trágica derivada: la destrucción del vínculo con los hijos para dañar a la víctima. Este tipo de maltrato es tan terrible que la propia Rocío explicó que fue la aparición de su hija en televisión la que motivó su intento de suicidio. Previamente había aprendido a odiarla hasta el punto de maltratar a la madre durante tres años, y finalmente agredirla. La sentencia es rotunda: “Delito de maltrato habitual, falta continuada de amenazas y una falta continuada de injurias”. A partir de aquí, empezaba el alejamiento con los hijos y nacía el mito de la mala madre, un clásico de las mujeres maltratadas. Con el añadido de que su exmarido arrastró ese mito durante años en los platós de televisión. Como decía Adriana Lastra, este es el gran valor del testimonio de Rocío: ha visibilizado la violencia de género.

Rocio Carrasco

 

Mediaset

Nacía el mito de la mala madre, un clásico de las mujeres maltratadas

Una violencia que a menudo tiene un recorrido judicial frustrante. El caso de Rocío parece sintomático: diez informes psicológicos de diversos especialistas, presentados en careos judiciales; terribles insultos de la hija, enumerados en sede judicial; intentos del padre de quedarse la custodia asegurando maltrato de la madre a la hija, negado por el juez; informe judicial asegurando que el padre condiciona a la hija; múltiples denuncias por malos tratos reiterados contra el exmarido que son sobreseídas, la última de forma provisional. De ahí que, fallando todo el sistema, Rocío opte por la catarsis televisiva para frenar el acoso televisivo durante 25 años.

Esta es la última arista, la televisiva, con el sonoro ejercicio de hipocresía de Mediaset, que corre a despedir al presunto maltratador, después de tenerlo en todos los platós denigrando a su exmujer. La pregunta es simple: ¿por qué lo despiden ahora, si conocían el testimonio de Rocío desde hace un año? Al contrario, lo mantuvieron ­hasta el último día en los platós, ce­bando el reportaje. Es el gran negocio de la inmundicia: primero permiten masacrar a una mujer, y después hacen especiales de violencia de género. Pura pornografía.

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