Los israelíes votan mañana por cuarta vez en dos años. Las tres anteriores elecciones no han servido para conseguir un gobierno estable y todo indica que van a seguir atrapados en este limbo electoral mientras el primer ministro Beniamin Netanyahu no dimita. Está procesado por corrupción y el juicio se reanudó el mes pasado. El fiscal general y la policía tienen pruebas que pueden condenarlo a varios años de cárcel, y para evitarlo ha utilizado todos los resortes parlamentarios y judiciales en su mano. El último fue bloquear la aprobación del presupuesto para precipitar la disolución del Parlamento y así no tener que ceder el poder a su socio de coalición, Benny Gantz, tal y como estaba pactado.
Netanyahu se aferra al poder porque busca una mayoría parlamentaria que pueda aprobar una ley de inmunidad a su medida. Hasta este extremo sus intereses personales interfieren con el bien colectivo de Israel. En el 2008, su antecesor, Ehud Olmert, entonces investigado por corrupción, dimitió, presionado por sus colegas, para evitar, precisamente, esta colusión.
Las elecciones giran sobre el dilema moral de apoyar o no a un primer ministro procesado por corrupción
Los israelíes votarán mañana a favor o en contra de Netanyahu, que lo ha fiado todo a la campaña de vacunación, la más exitosa del mundo. Casi todos los mayores de 16 años que han querido vacunarse han podido hacerlo y la mitad de la población ha recibido ya la segunda dosis. El primer ministro ha hecho campaña bajo el lema “Volver a la vida” y su Gobierno ha decidido, sin tener en cuenta a los epidemiólogos, abrir justo ahora los restaurantes, gimnasios, estadios y discotecas.
Hace apenas un mes y medio, Israel era el país del mundo con más días de confinamiento. La tasa de mortalidad también era de las más altas. Incluso hoy, cuando Netanyahu afirma que Israel es el primer país en derrotar la covid, se registran mil contagios diarios, una tasa de infección que, ajustada a los 9 millones de habitantes, es superior a la de España. La desescalada, como dicen sus rivales políticos y también los científicos, tiene una clara intención electoral.
Estas elecciones sobre la pandemia y sobre el dilema moral que supone respaldar o no a un primer ministro sentado en el banquillo de los acusados y enfrentado al poder judicial por motivos personales han obviado otro tema crucial para el futuro de la democracia en Israel: los 54 años de ocupación militar de Cisjordania, un colonialismo que ha sometido a 2,7 millones de personas, ha eliminado la posibilidad de un Estado palestino y ha convertido Israel en un Estado etnocéntrico, lastre moral que no aliviará la deseada y merecida paz con Marruecos y las monarquías del Golfo.
Israel vota mañana sin reflexionar sobre estas cuestiones clave para su porvenir. Todo indica que ganará Netanyahu, pero no lo tendrá fácil para formar gobierno y no se descartan unas quintas elecciones antes de final de año. Pocas democracias se han sometido tanto al poder de un primer ministro.