Pasado mañana Joe Biden asumirá la presidencia de Estados Unidos y los efectos se percibirán de forma inmediata en todas las capitales del mundo. Biden se concentrará en la política interna, en la gestión de la pandemia y en los programas de ayuda para los que más la están sufriendo, pero aun así la política exterior estadounidense cambiará sensiblemente, en el tono y en el contenido. Habrá perdedores y ganadores.
Los perdedores más directos serán los países dirigidos por líderes autoritarios que tenían una buena relación personal con Donald Trump. La lista es larga. El más afectado, probablemente, será Rusia. La sombra de la presunta interferencia en las elecciones del 2016 perseguirá al Kremlin. Vladímir Putin fue uno de los dirigentes que tardaron más en admitir la victoria de Biden. La prensa de Moscú controlada por el Gobierno ha insistido en la teoría del fraude electoral casi tanto como el propio Trump. Por su parte, Biden ha mencionado a Rusia cada vez que ha hablado de frenar a los regímenes autoritarios y de defender los derechos humanos. Podemos imaginar que esto se traducirá en un endurecimiento de las relaciones bilaterales y en más apoyo a Ucrania.
La política exterior de Estados Unidos cambiará sensiblemente y habrá perdedores y ganadores
Arabia Saudí tampoco saldrá ganando. Fue uno de los países que más aplaudieron cuando Trump rompió el acuerdo nuclear con Irán y ahora será uno de los más afectados si Biden, como ha anunciado, intenta restablecerlo. Además, Mohamed bin Salman ha cultivado una relación muy estrecha con Donald Trump y su familia, y ahora esta relación le pasará factura. Biden ha recordado a menudo el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, ha hablado de revisar la relación bilateral y ha dicho que, mientras él sea presidente, Estados Unidos no dejará los valores en el guardarropía a la hora de vender armas o comprar petróleo. Es un mensaje claro.
El Gobierno de Brasil también echará de menos a Donald Trump. Cuando fue elegido, Jair Bolsonaro abandonó la mesurada política exterior tradicional de Brasil y se alineó con Washington en relación con Venezuela, con Bolivia y en general con toda América Latina. También endureció mucho las relaciones con China. Cabe prever que Brasil intentará ahora recorrer el camino inverso, pero estos cambios pendulares interesados, en política exterior, no siempre son bien recibidos.
La Hungría iliberal de Viktor Orbán y la Polonia integrista de Jaroslaw Kaczynski y de Andrzej Duda también acusarán el cambio, igual que Turquía. Erdogan y Trump se han entendido muy bien y han intercambiado favores personales. Esto tendrá un precio con Joe Biden, que en alguna ocasión se ha referido a Erdogan como “un autócrata”, pero será un precio limitado, dado el valor estratégico de las relaciones con Ankara.
India será otro perdedor. Washington apoyó a Nueva Delhi en el reciente conflicto fronterizo con China, y Narendra Modi no tuvo inconveniente en participar en un mitin en Houston junto a Donald Trump, en clara señal de apoyo electoral. Kim Jong Un, el dictador de Corea del Norte, también echará de menos a su amigo Donald. Quién sabe, igual Trump y él se echarán de menos mutuamente.
La lista de perdedores no estaría completa sin mencionar a dos países democráticos: el Reino Unido e Israel. A Biden, de origen irlandés, no le ha gustado nunca el Brexit, y su gobierno no tendrá prisa en negociar un acuerdo de libre comercio con Londres. En cuanto a Israel, la Administración Biden tendrá un enfoque más equilibrado del conflicto israelo-palestino que el Gobierno de Trump. El restablecimiento del acuerdo nuclear con Irán tampoco gustará nada al Gobierno de Netanyahu.
El caso de México es más ambiguo. Durante estos cuatro años, las relaciones entre ambos países han sido mucho mejores de lo que cabía esperar. López Obrador, que tenía una buena relación personal con Trump, esperó hasta el 15 de diciembre para felicitar a Joe Biden por la victoria. Probablemente lo hizo recordando lo que le sucedió a él en el 2006, que perdió las elecciones por muy poco y presentó un recurso por fraude al tribunal electoral mexicano. Muchos países, entre ellos España, felicitaron al ganador, Felipe Calderón, sin esperar a la decisión del tribunal, y López Obrador, que insistió durante mucho tiempo en la ilegitimidad del gobierno de Calderón, aún no lo ha digerido (se le nota en las relaciones con España). Pero más allá de este aspecto puramente personal, debemos suponer que México se beneficiará del cambio, porque la Administración Biden se olvidará del famoso muro y tendrá una posición más humana en relación con la inmigración.
El caso de China también es dudoso. Para Pekín Trump era un adversario fácil, aunque solo fuera por el vacío que dejaba en la escena internacional, un vacío que China ha ido ocupando. Biden será más previsible y menos beligerante en las cuestiones comerciales, pero probablemente también será más exigente en asuntos delicados para Chi- na en el terreno de la seguridad, los derechos huma- nos, la propiedad intelectual, etcétera.
¿Los ganadores? La Unión Europea, con Alemania, que siempre le ha hablado claro a Trump, y Francia a la cabeza, junto con Canadá y todos los países respetuosos con el orden multilateral internacional. Muchos países de América Latina, entre ellos Argentina y Cuba, también se beneficiarán de una posición más equilibrada de Washington. Irán también será uno de los ganadores, dado el propósito de Biden de restablecer el acuerdo nuclear.
¿Y España? Con Biden, las cosas solo pueden mejorar. Quizá no lo notaremos tan rápidamente como quisiéramos, porque la cola será larga y nosotros no somos los primeros, pero lo notaremos. Y no solo de forma directa sino, también, por vía indirecta. El orden multilateral que Biden restaurará será mucho más favorable para los intereses de España que el populismo de “América primero” de Donald Trump.