Al final de su mandato, a los presidentes de Estados Unidos se los califica de “patos cojos”, des de que un periódico de Wisconsin llamó así a Calvin Coolidge, en 1926. Al parecer, la expresión corresponde a los mercados financieros del siglo XVIII, donde entre los toros (los inversores que apuestan al alza) y los osos (los que lo hacen a la baja) quedan los patos cojos, que no pueden seguir al rebaño y caen víctimas de los depredadores. De este modo, los que no podían pagar sus deudas empezaron a ser denominados patos cojos.
Bill Clinton tuvo la ocurrencia de llevar a cabo una filmación humorística durante sus últimos días en la Casa Blanca donde ponía de manifiesto que nadie le hacía el menor caso, ni siquiera su perro. Es lo que tiene ser un pato cojo. Pero Donald Trump no soporta su irrelevancia, así que a diario intenta llamar la atención, con sus indultos, con sus amenazas y con sus reiteradas acusaciones de fraude electoral. El pato Donald tiene desconcertados a sus colaboradores –incluida su esposa, Melania, a quien acaba de abroncar por el cambio de la decoración en su residencia de Mar-a-Lago–, hasta el punto de exigir a su vicepresidente Mike Pence que dé la cara por él, pues es el encargado del ceremonial para declarar vencedor de las elecciones a Joe Biden, el 6 de enero.
El senador republicano que más insultó a Trump lidera la cruzada contra los comicios
Lo sorprendente es que el promotor de la iniciativa para votar en contra de la ratificación de los resultados electorales sea el senador por Texas Ted Cruz, el último que tiró la toalla en la nominación republicana. En total, serán solo 12 de los 50 senadores de su partido los que no respaldarán la ratificación de los resultados. Cruz sabe que su acción no tiene recorrido, pero es una manera de preparar su propia campaña a la reelección al Senado y posiblemente a la Casa Blanca en el futuro. En tiempos donde domina la inmediatez, lo dicho hace cuatro años se esconde en la buhardilla de la memoria, pero fue él quien llamó a Trump “rata”, “inmoral”, “mentiroso compulsivo” o “mafioso”. Y lo más terrible, confesó que, si tuviera la oportunidad de atropellar a Trump, no estaba muy seguro de qué pedal apretaría. El senador por Texas desmiente a Groucho Marx, que decía que lo que hace extraños compañeros de cama no es la política, sino el matrimonio. Cruz, con su iniciativa, no intenta ponerle una tablilla salvadora al pato Donald en el pie del que cojea, sino cocinarlo a la naranja. Las de Texas no son tan dulces como las de California, pero para los guisos resultan aún más gustosas.