Pesimismo y voluntad política

Cada día aparecen nuevos informes sobre la grave situación en la que nos estamos sumergiendo: recesión económica, crisis sanitaria, pobreza infantil, incremento del paro entre los jóvenes menores de 25 años… y la lista podría continuar. El Banco Mundial, el FMI y el BCE anticipan que España padecerá un fuerte retroceso económico durante los próximos años.

También leemos cómo analistas internacionales han expresado su sorpresa y alarma ante la falta de voluntad política por parte de los responsables de nuestros gobiernos, instituciones públicas y partidos, para aplazar temporalmente sus legítimas ideologías y objetivos partidarios, y trabajar para conseguir acuerdos con los que hacer frente a los problemas que tiene planteado nuestro país. No es incapacidad –ni mucho menos imposibilidad– lo que les distancia de una búsqueda de soluciones; es pura y llanamente falta de voluntad para trabajar conjuntamente con el fin de generar expectativas de cambio po­sitivo.

Para lograr pactos, avances y expectativas, debemos responder con una nueva forma de pensar y actuar

Ante un panorama sin diálogo constructivo en la política, y en el que abundan las evidencias del grave impacto de la pandemia en el Estado de bienestar, vemos cómo cada vez más ciudadanos caen en el pesimismo, la indignación y el hastío. Esto es aún más doloroso si pensamos que hay una generación de jóvenes que ha crecido durante las crisis políticas y económicas de los últimos 15 años, a quienes seguramente les cuesta ver un horizonte con expectativas de desarrollo. Es primordial revertir esto.

El expresidente Obama, en uno de sus discursos preguntó: “¿Participamos en una ­política de cinismo o en una política de esperanza?”. Con el fin de no caer en este cinismo, debemos reclamar a nuestros gobernantes expectativas de futuro racionales. Para ello, son precisas tres acciones: tomar conciencia, generar confianza y elaborar consensos. Sugerir esta receta en medio de la situación actual puede ser etiquetado de ingenuidad. Pero, en todo caso, una vez más reiteramos la idea de que la política en democracia no es solo confrontación; política es esencialmente, desde un liderazgo, trabajar para lograr pactos. Sin pacto no hay avances; sin avances no hay expectativas. Por tanto, para conseguir pactos, avances y expectativas, todos debemos responder con una nueva forma de pensar y actuar:

Tomar conciencia. Esnecesario percibir y darse cuentade la realidad. Esto requiere ir más allá de argumentos parciales que sirven para sustentar intereses personales o de partido, y por el contrario ser sensibles a los del conjunto del país. Las discusiones y frases altisonantes en Twitter, la denuncia y exaltación de los errores del adversario y, por el contrario, la negación o disimulo de los propios solo consiguen enquistar y alejar posibles soluciones. Es una batalla estéril que no consigue nada, pues nadie gana. Más bien todos perdemos. De seguir así, esa pendiente de pesimismo por donde van deslizándose los ciudadanos, sobre todo los más jóvenes, acabará en un cinismo irreversible ante unos políticos que no lograrán ofrecer expectativas de futuro. Tomar conciencia de las necesidades de los ciudadanos requiere ponerse al menos por unos minutos en los zapatos del otro. Un requisito que ninguna Constitución fija, pero que todo gobernante debería cumplir.

Generar confianza. Es una condición indispensable entre las partes para poder establecer pactos, superar conflictos, construir y actualizar marcos de convivencia. Hoy en día es notoria la falta de confianza entre las distintas fuerzas políticas, por causa de reiterados incumplimientos y bloqueos. Hay grupos políticos en cuya hoja de ruta les interesa que esa desconfianza prevalezca a fin de conseguir sus objetivos. Objetivos que buscan crear las condiciones para que triunfe un populismo en su nítida acepción: “Aprovechamiento demagógico de las aspiraciones del pueblo para obtener un beneficio”. Por tanto, para empezar a generar mutua confianza en una negociación, es necesario seleccionar muy bien a los interlocutores. Dialogar no significa otra cosa que reconocer al otro, respetarlo. Los comienzos son siempre difíciles, pero es posible encontrar un punto de inicio común si hay voluntad. La historia así lo ha demostrado en múltiples ocasiones.

Elaborar consensos. Si se ha tomado conciencia de los problemas que deben afrontarse en el futuro inmediato, consensuando y realizando proyectos que permitan salir más fortalecidos de esta crisis, en ámbitos de sanidad, educación e investigación, entonces estaríamos en el buen camino. Es en este escenario donde cobraría sentido la reflexión que hace algunos años ofreció el filó­sofo Michael Sandel: “Cuando la política va bien, podemos conocer un bien en común que no podemos conocer solos”.

Vivimos en un mundo de grandes desafíos como están demostrando la pandemia, el cambio climático o el impacto de la revo­lución digital en el funcionamiento y la cohesión de nuestra sociedad. Los gobernantes deben considerar lo que estos desafíos significarán para sus ciudadanos y el mundo en el que vivimos, y trabajar conjuntamente para ofrecer soluciones derivadas de un pensamiento avanzado. Si las fuerzas políticas de nuestro país no logran pactar para avanzar, habrán fracasado, y con ellos fracasaremos todos.

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