Alianzas frente a aislamientos

El unilateralismo que se desprendía del “América primero” de Donald Trump es el gran derrotado de las elecciones del 3 de noviembre. La retirada progresiva de las instituciones internacionales fundadas y muchas de ellas lideradas por Estados Unidos era una contradicción que chocaba con la globalización que nació y se desarrolló en garajes y talleres insignificantes de Silicon Valley.

Trump tenía que haber sabido que del mundo que se ha configurado en los últimos años Estados Unidos no podía retirarse y tampoco podía dominarlo hegemónicamente. Retirarse de ser la primera referencia de la globalidad sin haber sido derrotado era y es una temeridad que choca con el idealismo de la cultura política norteamericana de los últimos cien años.

Biden sabe que no puede gobernar en solitario y que tiene que compartir la hegemonía con otros

No se puede olvidar que tanto la Sociedad de Naciones como la ONU fueron proyectos esencialmente im­pulsados por los presidentes Woodrow Wilson y Harry Truman, al término de la Gran Guerra y al acabar la Segunda Guerra Mundial. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio llevan el sello fundacional de los Estados Unidos de la postguerra.

Estados Unidos ganó el siglo XX compartiendo, buscando alianzas y promoviendo la seguridad colectiva como garantía para proteger los ideales democráticos y de autodeterminación que fueron im­pulsados por Wilson en el tratado de Versalles que, como se sabe, no fue aprobado por el Congreso norteamericano y, paradójicamente, Estados Unidos quedó fuera de la Sociedad de Naciones. El plan Marshall fue una gran inversión norteamericana en la Europa aliada y devastada por la guerra pero supuso un retorno formidable en términos económicos y también en el reconocimiento del indiscutible liderazgo occidental.

En todo ese trayecto que arranca de la Conferencia de París de 1919 y tiene un ­primer final en la caída del muro de Berlín, hace ahora 31 años, no todo han sido operaciones limpias y democráticas. Desde el golpe de Estado propulsado por la CIA contra el gobierno democrático de Irán presidido por Mosaddeq en 1953 por haber nacionalizado el petróleo hasta el golpe contra Allende en 1973, la visita de Eisenhower a Franco en 1959 que apuntaló el ­régimen, hasta la guerra de Vietnam que era una gran operación bélica para com­batir el comunismo, no ha sido un recorrido exento de violencia y de injusticias.

Horizontal

JONATHAN ERNST / Reuters

Reuters

El objetivo era derrotar a la Unión Soviética, que desapareció y se desintegró sin disparar un solo tiro. Fue Reagan el que se plantó en el muro de Berlín y dijo simplemente: “Señor Gorbachov, derribe este muro”. Y se fue y el Muro cayó y entramos en una nueva era en la que por Washington pasaban todas las coordenadas políticas, militares, sociales y culturales del mundo.

Fue Nixon el que se plantó en China en el año 1972 para abrir un periodo de distensión con el restablecimiento de rela­ciones diplomáticas con la China de Mao Zedong, dejando a Taiwán en la cuneta de las re­laciones internacionales hasta hoy.

El principal argumento de Estados Unidos para ganar la guerra fría no fue la supuesta superioridad militar y su potencia económica sino los valores de la libertad y una política exterior que resultaba más atractiva para el mundo en general que la que ofrecían desde Moscú.

El historiador marxista hasta el final de sus días Eric Hobsbawm decía que la existencia de Estados Unidos “nunca se ha visto amenazada por ninguna guerra aparte de la civil, solo tiene enemigos ideológicos que son los que rechazan la forma de vida americana, estén donde estén”.

El aislamiento o el desprecio a otros países o personas no está en la razón de ser de un país que se ha construido con una formidable amalgama de razas, creencias y culturas. Trump no lo entendió y pensó que el supre­macismo blanco, con fuertes dosis populistas, haría América fuerte de nuevo, con el eslogan tantas veces repetido de “Make America great ­again”.

El problema para Joe Biden para restañar las heridas y divisiones de la sociedad americana es que los republicanos han conseguido 70 millones de votos. Trump es un personaje derrotado y amortizado políticamente, pero no es tan seguro que el trumpismo se retire masivamente a sus cuarteles de invierno.

No es fácil hoy mantener la hegemonía en solitario. El tejido de alianzas políticas, culturales, económicas y solidarias es la única forma que puede asegurar la supervivencia de las ideas democráticas de Es­tados Unidos y de Europa, que son referencias incuestionables para buena parte de la humanidad.

Una mayoría de los norteamericanos han comprendido que no podían instalarse en el “espléndido aislamiento” que los británicos practicaron en el momento álgido de su imperio. Fue el principio de un declive lento, continuado y sin retorno como el de todos los imperios de la historia. Joe Biden tendrá que intentar que el ritmo no se acelere. Ya ha dicho que no quiere ir por su cuenta. Este es, para mí, el cambio más sustancial de estas elecciones.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...