El ejemplo gallego y vasco

El ejemplo gallego y vasco

Si la pandemia no causa nuevos rebrotes que afecten a la participación, este domingo Galicia y el País Vasco van a vivir sendas jornadas electorales para consolidar a sus presidentes. Tanto el gallego Alberto Núñez Feijóo como el vasco Iñigo Urkullu están cerca, incluso, de mejorar los resultados electorales de hace cuatro años. El dominio absoluto del PP en Galicia y el PNV en Euskadi debería servir de motivo de reflexión para los herederos de CiU que dilapidaron, tras Jordi Pujol, esta misma hegemonía que tenían en Catalunya.

Está por ver qué sucederá en el seno de JxCat, y si el PDECat acabará presentando una candidatura alternativa a la de Carles Puigdemont, pero, aunque esta opción no fructificase, lo que parece claro es que no habrá ninguna formación mayoritaria en Catalunya. El nuevo partido de Puigdemont y ERC deberán disputarse la supremacía en el Principat y se repartirán los escaños, sin que nada parezca indicar que una formación se impondrá claramente sobre la otra. Es decir, todo parece destinado a una nueva mayoría independentista con pugna partidista entre unos y otros.

Después de diez años de procesismo , los catalanes serán llamados a las urnas en los próximos meses (o semanas) para decidir si quieren seguir otros cuatro años más en esta misma vía cuya finalidad es la de conseguir la República o plantearse opciones más pragmáticas y realistas como las que desarrollan los gobiernos auto­nómicos de Galicia y el País Vasco.

Los sucesos del 1 de octubre y la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del procés siguen siendo un factor determinante que influye en muchos catalanes a la hora de expresar su voto. Tampoco ha habido ninguna propuesta del Gobierno central lo suficientemente atractiva para hacerles cambiar de opinión. Dicho esto, los ejemplos de Galicia y País Vasco sí que pueden ser argumentos sólidos a los que aferrarse.

Catalunya no puede permitirse vivir más tiempo en el desgobierno y en la parálisis. Necesita un gobierno fuerte que gestione el día a día. Lo otro es seguir instalado en una reivindicación permanente que se nos antoja inútil a pesar de todas las injusticias que se han podido cometer.

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