Miedo al miedo

Miedo al miedo

No deja de ser curioso que Aristóteles escribiera acerca del miedo en un tratado sobre retórica para futuros políticos. El filósofo definió el miedo como el dolor producido por la presencia inminente de algo malo o negativo, que se acompaña de una sensación de impotencia para repelerlo. El miedo nos pone en alerta para evitar el desastre, pero es evidente que no nos dice cómo hacerlo. En este sentido, los políticos deben ofrecer soluciones a las incertidumbres de la población ante los problemas sobrevenidos. Y con ello, conseguir que retorne la confianza: lo contrario del miedo es la esperanza.

La crisis del coronavirus está poniendo a prueba la capacidad de gestión de los políticos. El planeta está atemorizado: en 114 países se han diagnosticado casos de Covid-19, y el número de muertes se acerca a las 4.500 personas. China ha conseguido controlar la epidemia con los resortes que permite un sistema autoritario. En las democracias, acotar su expansión resulta más complejo, pero los gobiernos están obligados a ser taxativos. En Italia, se han puesto serios ante la magnitud de la tragedia y han cerrado todas las actividades económicas y negocios menos farmacias y supermercados. En España, el Gobierno está haciendo las cosas razonablemente bien, como lo ha reconocido el director general de la OMS, Tedros Adhanom , con quien habló el lunes el presidente Pedro Sánchez . Además, el portavoz del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón , está informando con precisión y criterio. Su rostro se ha hecho reconocible, y su discurso clarificador se agradece. Es un médico de cabecera a distancia.

La tentación de los políticos de tirarse el coronavirus por la cabeza es grande. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso , cada vez más jefa de la oposición, está marcando territorio y ha criticado al Gobierno por no haber puesto en marcha medidas más duras a finales de febrero. Pero debería ir con pies de plomo, porque la gente espera la unidad de sus políticos en una crisis de esta magnitud y no un concurso improvisado de dardos. Bastante contagia el Covid-19 –ayer se conoció que la ministra Irene Montero había dado positivo– como para que la política sea la última víctima que contabilizar en esta pandemia.

El miedo implica que pensemos en una amenaza inminente a nuestro bienestar. Debido a la propensión básica al miedo, las sociedades democráticas son altamente vulnerables a la manipulación. Así que la política debería ser más rigurosa que nunca. La ira es hija del miedo, escribió Lucrecio , por lo que nadie se puede pasar de listo en esta crisis y todos han de estar a la altura de las circunstancias, que son inéditas y excepcionales.

En cualquier caso, también los ciudadanos debemos ser responsables. El acopio de comida en las despensas, arrasando los estantes de los supermercados, resulta un tanto irracional. Y por cierto, ¿qué caray hace la gente llenando sus casas de papel higiénico? Será que el panorama provoca cagalera. De nuevo, el miedo.

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