El oxímoron de Jack Ma

El oxímoron de Jack Ma

Expresidente del gigante electrónico chino Alibaba, valorado en 450.000 millones de euros y con 103.000 empleados; poseedor de una fortuna personal que alcanza los 39.000 millones de euros; miembro del Partido Comunista. Este es Jack Ma, y posiblemente no cabe mayor oxímoron.

La República Popular China en sí misma es un inmenso oxímoron, al contraponer a su enunciado el sistema capitalista que cultiva, y Jack Ma viene a ser el máximo exponente de la contradicción. ¿Cómo es posible que uno de los hombres más ricos del mundo esté afiliado al comunismo, un sistema social que propugna la ausencia de la propiedad privada y, por ende, la socialización de los medios de producción? En contra del empoderamiento de los trabajadores, en las empresas de Jack Ma se realizan jornadas de doce horas diarias seis días a la semana. Es obvio que esto explica su enriquecimiento, su acumulación de capital en contraposición al supuesto ideario del partido al cual se halla adscrito sin vergüenza alguna por ambas partes.

Los propios dirigentes del país, con Xi Jinping a la cabeza, actúan sin empacho al frente de un Estado que llaman socialista mientras impulsan una radical economía de mercado. El unipartidismo gobierna con mano de hierro, lo cual permite vulnerar los derechos de los trabajadores tanto en cuanto a salarios como a jornadas laborales, en cuanto a la prohibición de organizarse, de hacer huelga. Sobre esta base se erige el crecimiento del PIB chino a la vez que el auge de empresas como la de Jack Ma.

Un interrogante concierne al mudo acatamiento de la población. Si nos atenemos al marxismo, filosofía social que los mandatarios chinos fingen suscribir, advertiremos que el cambio en la existencia social determina la conciencia de hombres y mujeres. En consecuencia, el paso a una economía de mercado bajo un sistema dictatorial constriñe a la sumisión no sólo por temor sino por atrofia de la conciencia de clase.

Las protestas surgidas en Hong Kong se han dado al tratarse de una región administrativa menos sujeta el poder estatal. Los manifestantes no pretenden una revolución marxista, sólo exigen libertades semejantes a las de otras democracias capitalistas. Ni dictadura ni enmascaramiento bajo epígrafes cínicos como el de República Popular. A cada cosa su nombre, y que la libertad ampare en lo posible la justicia social.

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