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‘Don’t worry, be happy’

A pesar de haber escrito un libro –inacabado– con el ilusionador título de El arte de ser feliz (última edición en Nórdica, 2018), Arthur Schopenhauer creía que la felicidad no existe y que, como máximo, podemos vivir momentos que calificamos como felices porque circunstancialmente no sentimos grandes dolores, morales o físicos. Y este es precisamente el error: “En los momentos en los que estamos libres de dolores, deseos inquietos hacen brillar a nuestra vista las quimeras de una felicidad que no existe realmente y nos inducen a perseguirlas, con lo que atraemos al dolor, que es indiscutiblemente real”. La felicidad es una fantasía forjada a base de leer novelas y poemas que hablan de ella y la ensalzan. (Novelas y poemas en su época, ahora habría que añadir todas las otras artes narrativas que también nos la venden.) Y, como pasa con tantos sueños aprendidos en los libros, la humanidad acaba por creérselos, sin cuestionarlos. Hombre no precisamente optimista, tenía una visión de la vejez que cada día que pasa me parece más acertada: “En realidad la vida no es para disfrutarla, sino para desentenderse de ella lo antes posible”.

En la provincia de Pontevedra hay un municipio llamado Oia, en la comarca del Bajo Miño, muy cerca de Portugal. La alcaldesa de esa población de tres mil habitantes es Cristina Correa, del PP. En las elecciones de hace mes y medio ganó por mayoría absoluta. No debe comulgar mucho con Schopenhauer porque una de sus primeras disposiciones ha sido crear una concejalía de la Felicidad. Correa explica que la felicidad es un derecho histórico que recogen tanto la Constitución de Estados Unidos como la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. En El País explica: “Nuestra obligación es escuchar a la gente, da igual la edad que tenga, y atender sus demandas en una relación de proximidad, positivismo y desarrollo personal, porque la búsqueda de la felicidad es uno de los tres derechos fundamentales del ser humano, después de la vida y la libertad”.

Muchos ayuntamientos tienen concejalías de Asuntos Sociales, de Bienestar Social, de Bienestar y Asuntos Sociales... Pero ninguno de estos nombres le debió parecer suficientemente goloso. “Concejalía de la Felicidad” queda más Paulo Coelho. La alcaldesa Correa confiesa que se ha inspirado en un municipio del nordeste de Italia, Ceregnano. Allí, el alcalde, Ivan Dall’Ara, creó hace cosa de ocho años una concejalía con este nombre: Assessorato alla Felicità. A destacar que es alcalde por una coalición de derecha extrema formada por Fratelli d’Italia-Alleanza Nazionale y la Liga Norte.

Última tendencia en algunos ayuntamientos: crear una concejalía de la Felicidad

“Yo para ser feliz quiero un camión”, cantaba Loquillo. Nómadas como acostumbran a ser los músicos, a ver si por aquellas cosas de la vida reside ahora en Oia y tienen que comprarle uno.