Poder decir que vivimos en el lugar más saludable del mundo es un lujo como pocos. En la famosa lista “Bloomberg healthiest country index”, publicada esta semana, España desbanca a Italia, escala cinco puestos con respecto al año anterior y se coloca a la cabeza de 169 estados, coronándose como el más sano. Entre los valores más importantes está nuestro clima, los hábitos alimenticios, nuestra alta esperanza de vida y, cabe destacar, nuestro sistema sanitario. Apuesto a que muchos, puede que la mayoría, consideremos a la ligera este privilegio.
No hay mejor cura para abrir los ojos que viajar por el mundo y darse cuenta de que no son tantos los aprobados en sanidad, clima, comida, riesgo de obesidad, tabaquismo. España reúne los requisitos con puntuación alta, más de 92 puntos sobre 100. Un privilegio que debemos conservar con conciencia y mucho mimo sin pasar cuestiones tan importantes como la pérdida de uno de nuestros factores más fuertes: la sanidad. No hay que perder el foco en todos los problemas sanitarios agravados por la disminución consecutiva de presupuesto en la última década. Que la luz de ser los primeros no nos ciegue para ver el deterioro de los últimos años en atención primaria, así como en urgencias, o el aumento de las listas de espera. Algunos hablan de la necesidad de un giro en la gestión y establecer un gran pacto nacional donde el paciente y no la enfermedad esté en el centro del eje.
Y caminando un paso más allá y sin girar la cabeza, esta misma semana organizaciones y asociaciones científicas han pedido al Gobierno que garantice la sanidad universal por vía de urgencia. La ministra María Luisa Carcedo tiene sobre la mesa la petición para que se apruebe la medida por real decreto antes de la disolución de las Cortes el próximo 5 de marzo. La importancia radica en evitar prácticas de exclusión sanitaria que ponen seriamente en peligro la vida de seres humanos. El real decreto aprobado el 20 de abril del 2012 dejaba “fuera de la atención sanitaria con cargo a fondos públicos a personas adultas no registradas ni autorizadas a residir en España”.
Debemos también atender a todos aquellos menores inmigrantes tutelados por comunidades autónomas. Unicef pide un plan nacional para cuidar de los 13.000 niños para que las vulnerabilidades sean atendidas y no acrecentadas. Si somos el país más saludable, deberíamos aumentar nuestra consciencia receptora, no atragantarnos por el discurso del miedo y apostar por la universalidad de derechos.
Mens sana in corpore sano, una expresión que todos hemos utilizado en algún momento, y puede que no hayamos reparado nunca en su verdadera esencia. Para nuestra buena salud es imprescindible mantener la mente sana, libre de prejuicios, abierta y conciliadora. Puede que, en estos tiempos, debamos ejercitarla un poco más, para mantenerla activa y saludable. Evitemos, igual que con los alimentos, pensamientos tóxicos o invitaciones a la exclusión. España es el país más saludable del mundo, no quiero pensar qué barreras construiría Trump de haber coronado el podio Estados Unidos. Saludable implica muchas cosas más que el jamón, el aceite de oliva y el sol, también ser solidario con el vecino y el que llega. Un privilegio saludable en pleno descenso.