Y tan felices
Son muchos los españoles que se declaran felices. En una encuesta realizada por WIN World Survey en cuarenta países, España ocupa el lugar número trece. Excelente posición en un conglomerado tan heterogéneo que coloca a los filipinos en primer término y a europeos como, por ejemplo, los franceses en el puesto 35. ¿En qué se cifra la felicidad? A tenor de los resultados de la mencionada encuesta, se basa más en elementos subjetivos que objetivos.
Obviando la riqueza o la pobreza, el buen o mal gobierno, existe la evidencia de que Filipinas es pasto de tifones, erupciones volcánicas o terremotos. Desastres naturales que no impiden que sus habitantes aparezcan como los más satisfechos con la vida. Y a semejanza de ellos, Indonesia figura en el tercer renglón pese a sufrir también terribles seísmos o tsunamis. Se hace patente, pues, que el ensañamiento de la naturaleza no hace mella en el estado de ánimo de filipinos o indonesios.
Entre ambos se encuentra la población de Ghana, tan pobre que su PIB es sólo de 1.369 dólares per cápita, frente a los 40.849 dólares de que gozan los japoneses, los cuales, por cierto, aparecen como muy infelices al ocupar el capítulo 36 en el ranking. Se comprueba que tampoco el bienestar material determina la satisfacción particular. Si bien cabe señalar que, desde la óptica objetiva, sí resulta comprensible la infelicidad que demuestran los palestinos, situados en la cola del sondeo. La malhadada Palestina en el lugar 40, el desarrollado Japón en un lamentable 36. Los nipones cultivando su riqueza a fuerza de jornadas laborales agotadoras, culpables de esfumar la felicidad que un buen salario pueda proporcionar. Podrían rebelarse, pero no lo hacen. En cuanto a Estados Unidos, todavía epicentro mundial, ¿en qué posición se coloca? En el número 16, mostrando así un alto grado de felicidad, pese al hecho de que 44 millones de ciudadanos carecen de cobertura sanitaria. ¿Acaso soportaríamos nosotros semejante ultraje social? A buen seguro que no; no toleraríamos un gobierno como el de Estados Unidos. En cambio, los estadounidenses sí lo hacen.
Mirando hacia un clásico, los anteriores datos podrían ser explicados por lo que Charles Baudelaire escribió: “Desconfiemos del pueblo, del buen sentido, del corazón, de la inspiración y de la evidencia”. Aunque, por fortuna, no siempre es así.