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Piedad, no más vídeos navideños

De la Navidad está ya todo escrito salvo lo que no está escrito: la capacidad del hombre del siglo XXI para complicarse la vida es infinita, de modo que incluso la Navidad puede convertirse en un calvario y no en un alumbramiento.

A la gente le ha dado por felicitar la Navidad con frenesí a base de pillar un vídeo más o menos aceptable y enviarlo a todos sus contactos con la mejor de las intenciones.

Pero ¿acaso yo envío el Fum, fum, fum en la versión de Manolo Escobar, un hombre puente que bien podría dar nombre a alguno de esos aeropuertos derrochones como los de Lleida o Castellón? No es Bing Crosby ni Frank Sinatra, pero el tema merece figurar en la lista de grandes villancicos que circulan estos días. Ya puestos a endosar felicitaciones...

En lugar de darle a la zambomba, –instrumento vintage tan propicio al chiste verdusco de todas las sobremesas navideñas–, el ser humano del siglo XXI hace un clic y en segundos ha felicitado la Navidad a decenas de amigos, conocidos y desconocidos porque siempre tenemos contactos anónimos que nos hacen sentir mal cuando llegan sus mensajes (¿y quién será este o esta?).

Yo agradezco que me feliciten la Navidad, pero exonero a todos mis contactos de que lo hagan mediante vídeos de más de dos minutos por muy logrados que estén y, a cambio, les prometo no poner en circulación el citado Fum, fum, fum, canción poco valorada de ese almeriense universal.

Hay que reconocer que algunas felicitaciones por vídeo tienen su gracia. Y otras su desgracia, como la enviada a los funcionarios por el presidente de la Diputación de Barcelona, Marc Castells i Berzosa, que aún ostenta el cargo en calidad de representante de CiU, siglas entrañables pero con tanto prestigio y futuro como el de la zambomba.

¿Qué tiene de especial la videofelicitación del presidente de la Diputación? No he visto ninguna más triste en toda mi vida. En el documento aparece una mano que estampa la silueta de una oveja en los círculos blancos de un documento con un tampón, a ritmo muy cansino –lo que antes distinguía negativamente a los funcionarios–. Subyace un mensaje patriótico: “Al Nadal cada ovella al seu corral”, pero si yo fuese funcionario de la Diputación de Barcelona –independentista o no–, andaría entre molesto y muy deprimido.

–¡Pues la que nos espera en Nochevieja y Año Nuevo!

Ya supongo que circularán vídeos más libres: guarros, chistosos, ingeniosos, breves y, ay, largos. Gracias a las redes, el espíritu de estas fiestas se cuela por el móvil y al final todos somos parte de una sobremesa algo amodorrada, que ayuda a comprender que las Navidades, como los nietos –eso dicen–, da dos alegrías: cuando llega y cuando se va.