Florencia, 1429. Mientras en el resto de Europa se suceden los conflictos y guerras, una familia comienza a despuntar en el panorama político italiano gracias a su incipiente riqueza y su destreza en los negocios: los Médici. En este año muere el cabeza de familia, Juan de Bicci de Médici, dejando al mando a su hijo, Cósimo, el primero de una larga línea de magnates que transformarán la ciudad en la cuna del Renacimiento.
Los Médici eran dueños del banco más próspero del mundo, con filiales en Roma, París, Londres o Brujas. Podían prestar dinero tanto al Papa de Roma como a cualquier rey europeo. Eran hábiles comerciantes y negociadores, lo que les permitió ganar popularidad y gobernar Florencia durante tres siglos. Pero, sobre todo, eran grandes amantes de las artes.
Basílicas, villas, palacios, esculturas, cuadros… No había límites para los 'señores de Florencia'
La financiación de obras de arte no fue una simple afición para los Médici, sino también un potente instrumento de promoción de su propia imagen y de su política interna. Basílicas, villas, palacios, esculturas, cuadros… No había límites para los señores de Florencia. Eran tratados como iguales por reyes y gobernantes, conocedores de su poder, influencia y riqueza, y ellos mismos se encargaban de que así fuera con sus aportaciones millonarias al patrimonio nacional.
Hacia la construcción de un imperio
Fue Cósimo, apodado el Viejo, el primer Médici que inició esta labor de mecenazgo que continuarían sus descendientes a lo largo de varios siglos. Su contribución más emblemática sería para la construcción de la cúpula de la catedral de Santa Maria del Fiore. La basílica permaneció sin cúpula desde el inicio de su construcción, en el siglo XIII, hasta 1436, cuando el ingenioso arquitecto Filippo Brunelleschi ideó una estructura capaz de mantenerse en pie hasta la actualidad. Cósimo de Médici apoyó económicamente al genio en su empresa, participando en la creación de la que actualmente se considera una de las mayores obras maestras de la arquitectura.
Otro de sus grandes amigos y artistas predilectos fue Donatello, a quien encargó varios trabajos como la decoración del patio del palacio Médici y de la sacristía vieja de la basílica de San Lorenzo. Una de las obras más destacadas que el escultor florentino realizó para su amigo Cósimo fue el David, una estatua de bronce que representaba un desnudo masculino adolescente, una auténtica revolución para el mundo de la escultura. El joven David decoraba el patio del palacio de los Médici en vía Larga (la actual vía Cavour), y el original se encuentra hoy en el Museo del Bargello de Florencia.
El interior del palacio Médici alberga también una joya mural de gran belleza, que Cósimo encargó al pintor cuatrocentista Benozzo Gozzoli: la capilla de los Magos. Y a pocos pasos de la residencia familiar de los Médici se encuentra el convento de San Marcos, donde aún se conservan las celdas de los monjes decoradas con historias de la Biblia por el pintor Fra Angelico, un trabajo también comisionado por el patriarca Médici.
Un príncipe sin corona
Los descendientes de Cósimo no fueron menos en su propósito de embellecer su ciudad y sus propiedades privadas. Lorenzo de Médici, apodado el Magnífico, era el nieto de Cósimo, y además de sus dotes de política y liderazgo también heredó del abuelo su amor por el arte. El periodo de gobierno de Lorenzo se conoce como la Edad de Oro de Florencia. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce: Lorenzo tenía enemigos peligrosos como los Pazzi, otra rica y poderosa familia que planeó una conjura en la que fue asesinado su hermano menor, Juliano.
Lorenzo de Médici fue un apasionado de la cultura, al igual que su abuelo. Reforzó la labor humanista de la Academia Platónica que había fundado Cósimo y llegó a encarnar él mismo el ideal de hombre del Renacimiento: intelectual, humanista, amante de la cultura y las artes, y poeta. El príncipe, obra del filósofo Nicolás Maquiavelo, toma como referencia la figura de Lorenzo el Magnífico. En este tratado de doctrina política, Maquiavelo describe cómo debe comportarse un gobernante para ser capaz de unificar los territorios italianos, y espera ver en Lorenzo estas virtudes.
Botticelli, Ghirlandaio y el orgullo de Lorenzo
“El Magnífico” no dudó en llenar Florencia de artistas como Sandro Botticelli, Andrea Verrocchio, Juliano de San Gallo o los hermanos Pollaiolo, a los que después enviaría a otras cortes italianas para ostentar su prestigio y su sensibilidad artística. El célebre Botticelli pintó varias obras para la familia, y algunas se conservan en los museos de Florencia, como el Nacimiento de Venus o la Primavera, expuestas en la Galería de los Uffizi.
Otro de los artistas cuyo trabajo financió generosamente “el Magnífico” fue Domenico Ghirlandaio. Este famoso pintor participó en la decoración de la Capilla Sixtina en Roma e ilustró varias capillas de las basílicas florentinas con escenas costumbristas, tanto así que se le considera un verdadero cronista pictórico de su tiempo. Una de sus obras maestras es la capilla Tornabuoni, en la basílica de Santa María Novella de Florencia.
Los Médici de la nobleza
Medio siglo después de la muerte del Magnífico, otro Médici continuó cubriendo Florencia de esplendor. Este sería Cósimo I de Médici, quien tras conseguir del papa el título de gran duque, quiso hacer un lavado de cara a la urbe. Para ello encargó a su arquitecto de confianza, Giorgio Vasari, varios proyectos que hiciesen de Florencia una candidata digna de representar al recién creado Gran Ducado de Toscana.
Dentro de este plan de remodelación destaca la creación de la Galería de los Uffizi, diseñada para albergar las oficinas de la administración del Estado; el palacio Pitti y el corredor Vasariano. Este majestuoso pasillo es hoy una de las galerías más exclusivas del mundo. Fue mandado construir por el gran duque para poder moverse entre sus dos residencias, el palacio de la Signoria y el palacio Pitti, sin necesidad de salir a la calle y arriesgarse a ser asesinado por sus enemigos
Cósimo I de Médici ansiaba formar parte de la nobleza europea, para lo que acordó su propio matrimonio con Eleonora de Toledo, hija del virrey de Nápoles. Son muchos los retratos pintados por Agnolo Bronzino que decoran las paredes de los Uffizi o del palacio Pitti y que representan a Cósimo, Eleonora y sus hijos.
El arte como propaganda
El gran duque de Toscana también financió la decoración interior del palacio de la Signoria, encargando a Vasari las pinturas murales del salón de los 500, en el que previamente habían trabajado Leonardo da Vinci y Miguel Ángel por encargo del político Pier Soderini. Pero ninguno de los dos grandes maestros logró terminar el trabajo: Leonardo solo esbozó la Batalla de Anghiari y Miguel Ángel no llegó a completar la Batalla de Cascina, quedándose en el cartón.
El gran duque de Toscana también financió la decoración interior del palacio de la Signoria
Según algunos expertos, para Vasari hubiese sido un sacrilegio destruir las pinturas del gran Leonardo, por lo que se limitó a poner un muro encima y pintar junto con sus ayudantes su propia versión de la Batalla de Anghiari. Varios investigadores de universidades americanas han intentado encontrar las pinturas de Leonardo, algo imposible de lograr sin destruir la obra de Vasari.
La decoración completa del salón, incluido el techo de casetones y la tribuna destinada al trono del gran duque, es una alegoría a la gloria y la magnificencia de Cósimo I. Esa misma función cumplían el resto de obras comisionadas por el gran duque a pintores y escultores para ser distribuidas por toda Florencia. Algunas son el Perseo de Benvenuto Cellini, en la Loggia dei Lanzi; la fuente de Neptuno, de Bartolomeo Ammannati o la estatua ecuestre de Cósimo I de Giambologna. Todas se encuentran en la Piazza della Signoria.
El pacto
Fueron muchos los varones de la familia Médici que contribuyeron con su fortuna a crear esta Florencia rebosante de arte por los cuatro costados. No hay una sola iglesia o palacio en la ciudad del Renacimiento que no contenga al menos una obra de arte. Por no mencionar sus museos, que están entre los más importantes del mundo: la Galería de la Academia, hogar del David de Miguel Ángel, los Uffizi, la Galería Palatina o los jardines de Bóboli.
Sin embargo, nada de esto hubiese sido posible sin la notable labor de una mujer: Ana María Luisa de Médici. Hermana del último gran duque Médici, esta dama tuvo que tomar una decisión que determinaría el futuro de Florencia para siempre. Tras la muerte de su hermano Juan Gastón sin descendencia, el Gran Ducado pasó a las manos de los duques de Lorena, parientes del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Ana María temía que, al igual que había sucedido en otros territorios europeos, el Sacro Imperio se apropiase de los bienes y obras de arte del nuevo ducado anexionado.
Usando la influencia de su marido, un noble de la corte del emperador, logró que los Lorena firmasen el Pacto de Familia. En este documento, los nuevos gobernantes se comprometían a mantener en su sitio todas las obras de arte pertenecientes al Gran Ducado de Toscana. De esta forma, estos tesoros pudieron quedarse en Florencia. Gracias a Ana María Luisa, hoy es posible visitar Florencia y disfrutar del inmenso patrimonio que financiaron sus antepasados.