Karnak, el templo más faraónico del mundo
Patrimonio de la humanidad
Egipto está restaurando el trabajo colectivo de varias dinastías a lo largo de 2.000 años
Y tú… ¿Qué tipo de viajero eres?
Ramsés II fue el más poderoso de los faraones. Akenatón, el que osó desafiar a los dioses al instaurar el monoteísmo. Su hijo, Tutankamón, devino el más famoso tras el descubrimiento de su tumba hace casi 100 años. Hatshepsut fue la mujer que ocupó más tiempo el trono. Y Alejandro Magno, el conquistador macedonio que se proclamó hijo de Ra para poder ceñirse la doble corona del Alto y el Bajo Egipto... Pese a sus diferencias, todos ellos y una larga retahíla de faraones a lo largo de 2.000 años compartieron un mismo empeño: la construcción del mayor edificio religioso del planeta.
Se trata del templo de Karnak, al norte del municipio de Luxor. Sus 80 hectáreas podrían contener 70 veces la catedral de Sevilla o 180 la Sagrada Família de Barcelona.
Su historia empezó hace unos 4.000 años. Dinastía tras dinastía, faraón tras faraón, todos fueron añadiendo piezas (santuarios, capillas, columnatas, patios, obeliscos, estatuas...) a este monumental Lego, con el fin de proclamar su origen divino y legitimar su poder ante el pueblo.
La universidad de California (UCLA) ha recreado el libro de instrucciones con un vídeo que resume las fases de construcción desde el faraón Senusret I (s. XX aC), de la dinastía XII, hasta la época de la dominación romana (del año 30 a.C. al 395 d.C).
Se estima que en su apogeo, al final del Imperio Nuevo (1570-1070 aC), todo este complejo –una verdadera ciudad dentro de la ciudad– llegó a emplear a cerca de 80.000 sacerdotes. Los de más alto rango disfrutaban de mayores riquezas que los propios faraones.
Pero ¿qué hacía a Karnak tan especial? El templo se erige en el punto donde, según las creencias del antiguo Egipto, el dios primordial Atum emprendió la creación del mundo; sobre un montículo surgido del océano primigenio del caos. Se consideró, pues, un lugar idóneo para adorar a las deidades. En particular, a Amón-Ra; a su esposa Mut; y al hijo de ambos, Jonsu. Los tres forman la llamada 'tríada tebana' (puesto que Tebas era el antiguo nombre de Luxor).
Actualmente varias partes del complejo están en fase de restauración. Estas son algunas de sus numerosas maravillas...
Una visita en siete imágenes
Una fachada asimétrica
La actual puerta de entrada al recinto corresponde al reinado de Nectanebo I, el fundador de la dinastía XXX. Nunca llegó a completarse; de hecho, aún se conservan partes de las rampas de adobe utilizadas para su construcción. Mientras el muro izquierdo no rebasa los 22 m de altura, el derecho supera los 31.
La avenida de los carneros
La vía de acceso a la puerta de entrada está flanqueada por esfinges con cuerpo de león y cabeza de carnero. El carnero era una representación de Amón, la principal deidad adorada en el templo de Karnak. Cada esfinge protege, entre sus patas delanteras, una estatua de Ramsés II, el gran faraón de la dinastía XIX.
Columnas que sostienen el cielo
Fue también Ramsés II quien culminó el bosque de columnas que forma la gran sala hipóstila, empezada bajo el mando de su padre, Seti I. Esta gigantesca sala se consagró al dios Amón. Hoy se están restaurando sus doce columnas centrales, de 21 metros de alto y con capitel en forma de papiro abierto, para sacar a la luz los grabados y colores originales. A su alrededor hay 122 columnas más, de 13 metros y forma de papiro cerrado. A ojos del visitante parecen sostener el cielo, puesto que las losas de piedra del techo se desplomaron. En su momento, sin embargo, esta fue una sala cerrada y bastante oscura.
El lago sagrado
Creado bajo el gobierno del faraón Tutmosis III, de la dinastía XVIII, servía para los baños rituales de purificación. Era también un símbolo de las aguas primitivas de donde surgió la vida, y además alojaba gansos sagrados (el ganso era otra representación del dios Amón). Se dice que, aunque el lago recibe las aguas del Nilo, curiosamente no experimenta sus crecidas. Sus dimensiones son 120 x 77 metros, el equivalente a siete piscinas olímpicas.
El superescarabajo
Este pasa por ser el mayor escarabajo sagrado de Egipto. Lo dedicó Amenofis III (abuelo de Tutankamón), de la dinastía XVIII, al dios Jepri. Se trata de una deidad que toma la forma de escarabajo pelotero, pues se creía que empujaba el sol a través de los cielos igual que ese insecto hace rodar porciones de estiércol. Se le relacionaba con el renacimiento, la renovación y la resurrección.
Los tres obeliscos
El faraón Tutmosis I, de la dinastía XVIII, mandó instalar cuatro obeliscos donde en su época se hallaba la entrada al templo de Karnak. De ellos, solo se conserva uno (en segundo plano de la foto, a la izquierda), de 21,7 metros. Su hija, Hatshepsut, hizo construir uno mayor (a su derecha), de 28,6 metros. A los pies de ambos (en primer término) yace otro obelisco de Hatshepsut, del que se pueden apreciar con detalle las inscripciones. Los tres están hechos de una sola pieza de granito rosa.
El templo de las fiestas
Se llama Ajmenu pero se conoce también como el templo de las fiestas de Tutmosis III. Originalmente su entrada estaba flanqueada por dos estatuas del faraón con traje de fiesta, pues ahí se celebró su jubileo. Conocido por sus brillantes victorias militares (ha pasado a la historia como el Napoleón del antiguo Egipto), las columnas del santuario simbolizan las de la tienda militar que utilizaba en campaña.