No hay que ser un lince en geografía para saber que Aragón es un territorio sin litoral. Su configuración alargada le proporciona un mosaico de paisajes y hábitats excepcional, desde las cumbres más altas de la Península en el Pirineo a las llanuras esteparias del centro y las estribaciones del Sistema Ibérico por el sur, con las sierras de Albarracín y Javalambre.
Pero mar no tiene, aunque los maños, huyendo de la falsa modestia, han bautizado como tal al gran territorio inundado por la construcción de las presas de Mequinenza y Caspe.
La presa de Mequinenza eliminó del mapa algunos pueblos, pero generó un nuevo hábitat
Lejos de ser solo dos paredes de hormigón y una formidable reserva de agua para consumo humano, el líquido embalsado del río Ebro ha generado una lámina que, con el paso de las décadas, se ha convertido, también, en un recurso turístico apreciable. El Mar de Aragón, que al principio podía ser solo una ocurrencia, consta ya como tal en los mapas y es algo de lo que presumen los gestores turísticos de la región.
En 1966 la presa levantada en Mequinenza eliminó del mapa algunos pueblos –esto no es nuevo–, pero generó un hábitat que aprovecharon en primer lugar los pescadores. Luego llegaron los remeros y los aficionados a la ornitología, pues la vegetación de las orillas provocaba el afincamiento de numerosas especies de aves.
Más tarde fueron los excursionistas a pie quienes descubrían montículos y vaguadas unidos por caminos que se convertían en miradores sensacionales sobre una multitud de meandros que le dan a la lámina de agua un aspecto de dragón chino. El río se va retorciendo tanto que incluso llega a formar una gran isla, llamada Mediana, y otra que no lo es aunque así la llamen. Es una estrechísima península, Magdalena. Ambas, al noroeste de Caspe.
Precisamente la ciudad de Caspe, capital oficiosa del Bajo Aragón, es uno de los puntos de interés patrimonial del Mar de Aragón. Además de quien llega para beneficiarse de que la villa ha quedado a orillas del gran lago, los amantes de la historia y la arquitectura se pasean por su núcleo histórico para admirar el notable gótico de la colegiata de Santa María o las ruinas del castillo del Bailio.
Para amantes de la bicicleta
El Mar de Aragón alterna zonas fáciles con toboganes que ponen a prueba las piernas más resistentes
Aquí tuvo lugar el famoso Compromiso de Caspe, por el que la Corona de Aragón decidió quién debía suceder al rey Martín el Humano, muerto sin descendencia. En el paseo por la ciudad también se admira el mausoleo romano de Miralpeix, salvado de quedar bajo las aguas del pantano, trasladado piedra a piedra y reconstruido parcialmente.
Para los amantes de las grandes rutas en bicicleta, el Mar de Aragón es un descubrimiento, pues alterna zonas fáciles con toboganes que ponen a prueba las piernas más resistentes, como en las cuestas de Fayón. Quienes desean un transitar más pausado descubren sus orillas siguiendo el sensacional sendero de Gran Recorrido GR-99, que acompaña al Ebro desde su nacimiento, una aventura de un millar de kilómetros.
En el punto donde se origina el Mar de Aragón, el Ebro se hace cargo de su principal afluente, el Segre, que a su vez acaba de recoger al Cinca. Es la zona del Aiguabarreig, por su denominación en el catalán que se habla a ambos lados de la línea que delimita las comunidades autónomas. Significa “mezcla de aguas”, y en ese cruce se forma la masa de agua dulce más importante de la Península.
Es también el lugar donde todo un sistema de vida ligado al transporte fluvial desapareció por la construcción de las presas, como retrató el escritor mequinenzano Jesús Moncada en su obra maestra Camí de Sirga, una descripción socarrona de la evaporación de un mundo tradicional.
Las ruinas del antiguo pueblo de Mequinenza parcialmente cubiertas pueden visitarse
Las ruinas del antiguo pueblo se pueden visitar –con cautela–, pues parcialmente quedaron por encima del nivel del agua. Mientras, en la nueva y cuadriculada Mequinenza, pescadores de monstruos como el siluro y piragüistas disfrutan de sus aficiones en este privilegiado cruce de ríos.