El Golden Gate, las Painted Ladies - las elegantes casas victorianas de colores pastel de Steiner Street-, Alcatraz, el barrio de Castro, Twin Peaks o Fisherman’s Wharf -el antiguo puerto y barrio de pescadores- son visitas ineludibles en cualquier viaje a San Francisco . Cosmopolita como pocas y con un marcado aire europeo, posee rincones cuya singularidad la hacen única.
Uno de ellos es Lombard Street, una pintoresca calle que se ha convertido en uno de los lugares más codiciados por los turistas. Y es que el tramo que transcurre entre las calles Hyde y Leavenworth, un sinuoso y empinado trazado de ocho curvas de herradura flanqueado por lujosas mansiones y parterres repletos de flores, en pleno centro de la ciudad, sorprende y cautiva a partes iguales.
El descenso de Russian Hill
El trazado, diseñado en los años 20 del siglo pasado para permitir el tráfico rodado por una vía que presentaba el 27% de desnivel, ha hecho del descenso de Russian Hill –una de las más de 40 colinas de la localidad californiana- en toda una experiencia, sea pie o en automóvil. Y es que unas escaleras laterales situadas junto a las casas, a ambos lados de la calle, permiten también a los peatones desafiar la fuerte pendiente.
A pesar de que Lombard Street es una exclusiva calle que se extiende desde el Presidio de San Francisco, en su parte norte, hasta Coit Tower y Embarcadero, atravesando distintos vecindarios, los 125 metros de adoquines rojos emulando una serpiente son su auténtico epicentro y uno de los puntos más concurridos de la ciudad. Centenares de curiosos y turistas se acercan a diario para contemplar el contorneo de los coches al descender lentamente en un zigzag vertiginoso, o para sentir en propia piel la experiencia de recorrerlo conduciendo.
La velocidad máxima del tramo se limita 5 millas por hora (aproximadamente 8 km/h), y el descenso -en el pasado la vía era de doble sentido- suele efectuarse en caravana, algo que le añade una cierta belleza a la imagen, sobre todo si se contempla desde la parte inferior del tramo.
Leavenworth Street es el lugar donde se obtienen las mejores fotografías, especialmente en primavera y verano, cuando las flores que adornan los parterres lucen el colorido en todo su esplendor y donde suele agruparse la mayoría de turistas. Desde el cruce con Hyde, en lo alto de la colina, en cambio, las vistas sobre la bahía de San Francisco, del puente o de la torre Coit son realmente espectaculares.
Un espacio concurrido
Acercarse hasta Lombard Street no entraña complicación alguna. Situada a poca distancia de Columbus Avenue, una arteria importante que atraviesa en diagonal North Beach y Chinatown, es accesible en bus, cable car -el tranvía tradicional-, o coche particular.
Sin embargo, el “éxito” de esta calle también tiene su cara menos amable. Dese hace años, los vecinos, cansados del tráfico -las colas durante los fines de semana y en verano pueden llegar a los 20 minutos-, las aglomeraciones, la falta de civismo y los ruidos exigen a la Administración una regulación que garantice la convivencia. Con el fin de reducir la presión turística, las autoridades municipales han aprobado instaurar un peaje por vehículo de cinco dólares al día y diez los fines de semana, con reserva previa, que supondrá una mejora en la zona.
A pesar de que, sorprendentemente, no es la vía más empinada de San Francisco, su original recorrido la ha convertido en una de las más conocidas. Vermont Street, entre las calles 20 y 22, en Potrero Hill, con solo siete curvas, es menos espectacular, pero tiene todavía algo más de pendiente, circunstancia que le ha arrebatado la Bring Your Own Big Wheel, una alocada carrera sobre ruedas anual que en sus orígenes tenía como escenario Lombard Street. Sin embargo, más allá de magnitudes, de lo que estamos convencidos es de que en ningún caso conseguirá superarla en belleza ni en popularidad.