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El Castell de Guadalest, la villa escondida dentro de una roca

Mundo insólito

Un pueblo alicantino al filo del precipicio

El emplazamiento del pueblo alicantino de El Castell de Guadalest parece una ocurrencia. Está colocado sobre el filo de una roca. Esta frase, que a menudo es un símil, en el caso de esta pequeña población de la Marina Baixa es literal. Para llegar hasta el casco antiguo hay que franquear un túnel excavado en el mineral que, en cuesta, deja frente a una de las mejores –y más visitadas– casas de la localidad, la que perteneció a los Orduña, familia vasca que se desplazó aquí al servicio de los Cardona, señores de la zona. La conocida entre los lugareños como Casa Gran (Casa Grande) es ahora un museo municipal, cuyo valor principal es conocer los ‘lujos’ con que los aristócratas podían vivir hace siglos.

Castell de Guadalest

Andrew Linscott / Getty Images

Inesperadamente, El Castell de Guadalest se abre en una plaza diáfana que permite disfrutar con plenitud el enclave de la localidad. Está en un promontorio afilado rodeado, a su vez, de montañas cercanas que en invierno incluso llegan a enharinarse con suaves nevadas: sierras de Xortà, Serrella y Aitana. Y al fondo del valle, el espejo azul turquesa que forman las aguas del embalse del río Guadalest.

El edificio más conspicuo de El Castell de Guadalest es la torre del campanario. Es corta y chata, de planta cuadrada, blanqueada de cal. Pero surge, casi orgánicamente, de la roca y destaca en el conjunto como uno de los campanarios más originales –sino el que más– que se puede ver en la Península Ibérica. En lo más alto del roquedo, las dos fortificaciones.

Castillo y Alcozaiba en Guadalest,Alicante

MadrugadaVerde / Getty Images/iStockphoto

El castillo de San José, todavía con varios lienzos de muralla y reconocible como una fortificación medieval clásica. La Alcozaiba, los restos del castillo musulmán de antes de la llegada de las tropas de Jaime I, solo una torre derruida. En el interior del edificio del Ayuntamiento, con un pesado reloj en su fachada, se pueden visitar la antigua prisión y un aljibe que abastecía al pueblo de agua de lluvia.

Al casco antiguo de Castell de Guadalest, por descontado, solo se puede llegar a pie, no hay otra manera de culebrear por sus impolutas calles y, sobre todo, de vencer el túnel excavado en la roca que le da paso. Pero abajo, pegado a la carretera de Callosa d’en Sarrià, está lo que los guadalestinos llaman El Arrabal. Allí se acumulan los servicios del pueblo, enfocados al turismo predominantemente, con alojamientos, tiendas de artesanía, bares y restaurantes.

Entrada al casco antiguo de el Castell de Guadalest

Stu49 / Getty Images

Y también una colección asombrosa de museos. Son pequeños y poco convencionales. Están dedicados a algunos temas prosaicos como colecciones de pimenteros y saleros, microminiaturas en las que igual se puede ver un cuadro del Greco replicado en el interior de un grano de arroz que una carrera de lebreles dibujada en un cabello. Pero también hay una colección de vehículos antiguos y hasta una de bicicletas. Además, un museo dedicado a las torturas. En fin, que, por museos imaginativos, Guadalest no se queda corto.

El Castell de Guadalest es un refugio sensacional para los amantes del senderismo por tierras mediterráneas. Con la ventaja adicional de encontrarse a tiro de piedra (menos de media hora en coche) de algunas de las playas más hermosas de la provincia de Alicante , lo que redondea muchas jornadas de esfuerzo montañero por la mañana y baño vespertino para cerrar con una cena de pescado acompañada de relajantes puestas de sol.

El Castell de Guadalest es un refugio sensacional para los amantes del senderismo