Zancadillas o denuncias no amilanan a una santa de rompe y rasga
Lugares con historia
Recorremos las míticas fundaciones de santa Teresa
El año 1567, santa Teresa abandonó su Ávila natal. La primera de sus fundaciones, el abulense convento de San José, ya era una realidad, la regeneración de la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo estaba en marcha, y tenía la aprobación de sus superiores para la fundación de nuevos monasterios sometidos a la misma regla. Serían 16 más. Teresa no lo sabía aún, pero emprendía un camino que duraría 15 años, y que le depararía tanto satisfacciones como quebrantos, algunos causados por su apasionada vivencia de la fe.
La primera estación de su periplo fue Medina del Campo (Valladolid), ciudad con la que estableció una estrecha relación: la visitó hasta trece veces. La porticada plaza Mayor conserva la casa donde se alojó temporalmente la comunidad carmelita; está junto a la colegiata. No obstante, ese fue solo un alojamiento provisional hasta la creación del monasterio de San José, la segunda fundación teresiana. El cenobio tiene un pequeño museo que conserva enseres personales de la santa, así como el Locutorio Antiguo, donde Teresa se encontró por primera vez con san Juan de la Cruz. Este, por cierto, cantó su primera misa en esta localidad, en la capilla que hoy lleva su nombre, en el antiguo monasterio de Santa Ana, si bien el espacio tiene más valor histórico y religioso que arquitectónico.
En cuanto la comunidad medinense logró cierta autonomía de funcionamiento, Teresa reemprendió su camino fundacional. La siguiente parada fue en Malagón, adonde llegó el 1 de abril de 1568 acompañada por seis monjas y por Luisa de La Cerda, viuda adinerada que ofreció a la orden del Carmelo unos edificios de su propiedad en la plaza principal. El emplazamiento, muy céntrico, era demasiado bullicioso, poco adecuado para la vida de recogimiento que Teresa anhelaba para sus religiosas, de manera que buscó otro más apartado en las afueras. El nuevo monasterio se consagró también a San José y fue el único concebido por Santa Teresa desde su misma construcción. Merece mucho la pena el retablo del altar Mayor, uno de los más notables del barroco tardío español.
El de Valladolid fue uno de los conventos preferidos de la santa
El 9 de agosto de 1568 Teresa llegó a Valladolid, donde haría su cuarta fundación. Las carmelitas se instalaron inicialmente en una finca del actual barrio del Cuatro de Marzo. Por desgracia, el lugar no era muy salubre, y varias religiosas enfermaron. Acuciada por la necesidad de un traslado, Teresa compró la Casa de los Argüello, que transformó en el actual convento de Santa Teresa. La comunidad carmelita se asentó oficialmente el 3 de febrero de 1569. Este fue uno de los conventos preferidos de la santa, quien lo visitó en repetidas ocasiones. Por eso, su rastro es abundante en un cenobio que no solo conserva la celda que la alojó durante sus estancias, sino también un códice original, autógrafo, de su Camino de Perfección, y muchas cartas.
Santa Teresa conocía Toledo desde 1562, cuando sus superiores le ordenaron prestar consuelo y asistencia a una benefactora sumida en una depresión: Luisa de la Cerda, de quien ya se habló en el párrafo sobre Malagón. El palacio de la dama, donde Teresa residió, es la actual sede de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Allí comenzó a escribir sus pensamientos y anhelos, germen de su obra literaria. Siete años después, en 1569, un comerciante local donó dinero para la creación del convento de San José en la ciudad, la quinta fundación. Inicialmente se instaló en la judería, pero solo un año después se trasladó a la actual plaza de Santa Teresa de Jesús, cerca de la puerta del Cambrón. Este convento fue un lugar de descanso para Teresa, quien allí escribió parte del Libro de la Vida e inició Las Moradas.
Pastrana (Guadalajara) conserva buena parte del trazado y de la riqueza que exhibió durante el siglo XVI gracias al mecenazgo del duque de Pastrana y de la princesa de Éboli. La colegiata local, por ejemplo, atesora una valiosa colección de tapices góticos. Los citados aristócratas convocaron a santa Teresa en 1569, querían que fundara un convento. En realidad creó dos: San José para mujeres y San Pedro para hombres. Desavenencias con la princesa de Éboli forzaron a las carmelitas al abandono de un edificio que pronto habitarían las monjas franciscanas concepcionistas. San Pedro trocó su nombre por El Carmen, y hoy lo ocupa la orden franciscana, si bien conserva un curioso Museo Teresiano.
Santa Teresa hizo su séptima fundación en Salamanca en 1570. Acudió invitada por la compañía de Jesús, cuya dirección la animó a la redacción del Libro de las Fundaciones. El rastro de Teresa es múltiple en la ciudad. El lugar más emblemático es, seguramente, el número 25 de la calle Condes de Crespo Rascón, su primera residencia local, donde escribió el mítico “Vivo sin vivir en mí”, evocado en una lápida. El interior del edificio muestra diversos objetos de la santa. Como curiosidad, el mismo inmueble lo habitó otra santa siglos después: Bonifacia Rodríguez de Castro (1837-1905), la fundadora de las Siervas de San José, actuales propietarias del cenobio. Desde principios del siglo XVII, las carmelitas ocuparon el convento de San José en el paseo que lleva el nombre de la orden, pero fue derruido en la década de 1970; solo permanece la pequeña iglesia de Santa María del Monte Carmelo. El dominico convento de San Esteban conserva el confesionario al que Teresa acudía en busca de consejo; se puede visitar.
Alba de Tormes desempeñó un papel importante para la religiosa, quien realizó su octava fundación en 1571 en esta ciudad salmantina, sede principal del Ducado de Alba: el convento de la Anunciación, donde fallecería años después. El edificio acoge un curioso Museo Carmelitano con piezas artísticas y rituales vinculadas a la vida conventual.
Santa Teresa llegó a Segovia el 18 de marzo de 1574 con otras cinco religiosas. Acudía para realizar la novena fundación. Se instalaron inicialmente en el número 5 de la calle Marqués del Arco, pero debieron abandonarlo debido a rifirrafes con parte del clero local, poco comprensivo con la apasionada espiritualidad de las carmelitas. Estas tuvieron que trasladarse a otras casas en la misma calle. Allí permanece el convento de San José, donde Teresa escribió una parte de Las Moradas.
Beas de Segura tuvo un papel destacado para la literatura española
Pese a su tamaño modesto —solo tiene 5.000 habitantes—, el municipio jienense de Beas de Segura tuvo un papel destacado para la literatura española: lo visitaron san Juan de la Cruz, Jorge Manrique, Francisco de Quevedo o Lope de Vega, además de santa Teresa. Esta erigió allí el monasterio de San José del Salvador en febrero de 1575, su décima fundación. El proyecto provocó un enrevesado litigio: el pueblo pertenecía a la Encomienda de la Orden Militar de Santiago, nada proclive a la presencia de otras órdenes en su territorio. Fue necesaria la intervención personal del rey Felipe II para conseguir su transigencia. Además, la estancia de Teresa en Beas coincidió con un suceso inquietante: la Inquisición cuestionó la ortodoxia de algunos de sus escritos. El Santo Oficio actuó inducido por la princesa de Éboli, rencorosa por sus desacuerdos con Teresa en Pastrana. El convento de San José del Salvador conserva varios ornamentos litúrgicos utilizados por san Juan de la Cruz y objetos que pertenecieron a santa Teresa. Beas cuenta, asimismo, con un notable Centro de Interpretación La Villa Vieja de Beas, dedicado al siglo XVI y la mística. La instalación dedica un curioso espacio temático a santa Teresa y a san Juan de la Cruz.
Teresa llegó a Sevilla el 26 de mayo de 1575 con el objetivo de crear su undécima fundación. La ciudad era entonces la más poblada y rica de España. En el ámbito de la religión, tenía una treintena de parroquias y la presencia de casi todas las órdenes religiosas. Después de diversos emplazamientos insatisfactorios, la comunidad carmelita creó su convento de San José en el barrio de Santa Cruz, donde aún permanece. La sacristía exhibe el único retrato de Teresa que se le hizo en vida. El autor fue fray Juan de las Miserias y divulga el aspecto real de la santa, cuáles fueron sus rasgos. San José también guarda el manuscrito original de Las Moradas. Sevilla señaló el momento culminante del escrutinio de la Inquisición sobre Teresa. El proceso la retuvo más tiempo del previsto en la ciudad y le impidió dirigir la duodécima fundación sobre el terreno.
La renovación religiosa que Teresa impulsaba llegó a oídos de algunas doncellas de Caravaca de la Cruz (Murcia), quienes le hicieron saber su voluntad de tomar los hábitos y formar un convento. Imposibilitada de acudir personalmente, la Madre envió a fray Juan de Ávila para concertar unas condiciones que mantuvieran a la comunidad con holgura. La gestión fue un éxito. A finales de 1575, la madre Ana de San Alberto, primera priora, llegó a Caravaca con instrucciones precisas de Teresa para el nuevo establecimiento de las Descalzas. El documento se conserva en el Archivo Municipal. Las monjas se instalaron en un edificio de la calle Mayor, consagrado también a San José.
La decimotercera fundación sucedió en la comarca conquense de La Manchuela, en Villanueva de la Jara, adonde Teresa llegó en febrero de 1580. El lugar elegido fue el entorno de la ermita de Santa Ana, donde ya vivía una pequeña comunidad formada por nueve beatas locales. Teresa las acogió bajo su regla, asumió la advocación de Santa Ana para el nuevo convento, y puso a su compañera Ana de San Agustín al frente. Los restos de esta religiosa descansan en la iglesia, junto al coro. Como anécdota, santa Teresa se rompió un brazo durante su estancia en la localidad.
Palencia fue siempre acogedora con santa Teresa, gracias a su amistad con el obispo Álvaro de Mendoza. Esa hospitalidad se proyectó en una sentencia teresiana que aún llena de orgullo a los locales: “Los palentinos son gente de la mejor masa que yo he visto”. La decimocuarta fundación se hizo inicialmente en el barrio de la Puebla, en la actual calle Colón, pero las carmelitas se trasladaron pronto a las inmediaciones de la ermita de Nuestra Señora de la Calle, donde fundaron el monasterio de San José de Nuestra Señora de la Calle. El complejo actual es moderno, se inauguró en 1972, si bien la iglesia conserva dos retablos barrocos con interés.
La decimoquinta fundación de santa Teresa tuvo lugar en Soria , adonde acudió convocada por el obispo Alonso Velázquez, antiguo confesor suyo. El monasterio de las Carmelitas Descalzas se inauguró el 14 de junio de 1581 y aún permanece en la calle del Carmen. Uno de sus espacios más carismáticos es el claustro del Avellano, que debe su nombre a un árbol que la santa plantó durante su estancia. En convento conserva, además, cartas escritas por Teresa y otros recuerdos suyos.
Superior de un convento en Granada, san Juan de la Cruz instó a santa Teresa a que acudiera a esa ciudad para fundar un convento de monjas carmelitas: el futuro monasterio de San José, la decimosexta fundación. Por desgracia, la salud de la Madre se deterioraba y no pudo ir. Delegó en Ana de Jesús, su discípula predilecta, “la capitana de las prioras”, a quien san Juan de la Cruz dedicaría su Cántico Espiritual. Las monjas llegaron a Granada el 20 de enero de 1582, instalándose en un edificio del barrio granadino del Realejo, antigua propiedad de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.
El parque de la Quinta está en Burgos , y comunica la cartuja de Miraflores con el convento carmelita de San José y Santa Ana, la última fundación de santa Teresa. Este conserva diversas reliquias de la religiosa, como unas alpargatas o una carta manuscrita. Antes de la creación del convento, las monjas vivieron en el Hospital de la Concepción, y en los números 14 y 16 de la plaza del Huerto del Rey. Teresa y sus monjas oyeron varias veces misa en la iglesia de San Gil, en su capilla de la Buena Mañana.
Acabamos este recorrido teresiano en Alba de Tormes, escenario de la octava fundación. Teresa, muy enferma, llegó en septiembre de 1582, requerida por los duques de Alba para asistir al parto de su nuera. La debilidad no lo permitió. Murió el 4 de octubre de 1582. Poco antes, pronunció frases arrebatadas que han llegado hasta nosotros: “¡Oh, Señor mío y esposo mío, ya es llegada la hora deseada! ¡Tiempo es ya que nos veamos, Señor mío! Ya es tiempo de caminar”. Su sepulcro se conserva en el convento de la Anunciación, donde se permite la visita a la celda donde falleció, y honrar reliquias como sus incorruptos corazón y brazo izquierdo.