España está llena de rincones espectaculares, y de pueblos encantadores y pintorescos que conforman una paleta bien diferenciada de tonalidades según los materiales típicos de su zona. Los hay blancos, negros o de colores como los que se encuentran en la provincia de Segovia. Un recorrido por la el término municipal de Riaza nos llevará por pueblos claramente unidos por el color: el rojo de las arcillas, el negro de las pizarras y el amarillo de la cuarcita.
Son aldeas que, en su gran mayoría, están casi despobladas, pero que en la época estival y los fines de semana suelen tener más visitantes de lo habitual. Lamentablemente parte de sus edificios están en ruinas, y algunos son rehabilitados siguiendo la arquitectura tradicional para conservar y no perder el patrimonio arquitectónico de la zona, tampoco todas las calles están asfaltadas y los caminos son bastante sinuosos, aún así siguen siendo bonitos.
La carretera SG-V- 1111, que va desde Riaza a Santibáñez de Ayllón, nos lleva por el camino que conforman esta peculiar ruta.
La ruta
Los pueblos amarillos tienen este color por sus muros hechos con cuarcita que le confiere ese color tan característico, aunque lo combinan con la pizarra y el rojo de la tierra consiguiendo un contraste sorprendente. Alquité es el primer pueblo de la ruta que se enmarca en los tonos amarillos, ocres y pardos.
Se encuentra casi sin habitantes a 1.280 metros sobre una ladera. En ella se levanta una magnífica iglesia románica dedicada a San Pedro, que data del siglo XII con posteriores reformas, pero todavía conserva el pórtico románico y tres magníficas arquivoltas.
Nos desviamos para ver Martín Muñoz de Ayllón, otra población que se encuentra casi sin habitantes. Entre sus calles amarillas destaca la iglesia de San Martín de Tours, su patrón, el edificio se hundió en 1994 y se reconstruyó en el año 2001.
La ruta continúa y se produce un cambio de tonalidad a rojo por las arcillas y las arenas de los alrededores. El primero pueblo que vemos es Villacorta a 1.092 metros de altitud. Destaca en su centro la iglesia de Santa Catalina con un pórtico románico y un artesonado mudéjar del siglo XVI.
Muy cerca se encuentra el puente romano Dos Palomares, un molino restaurado que además es restaurante y hotel, y la ermita de San Roque.
En Madriguera se intensifica el color, es uno de los pueblos mejor restaurados y con más color. Además, tiene abierto un restaurante con productos de la tierra, La Pizarrería. Aún conserva preciosas balconadas de madera y enrejados, y destaca su iglesia dedicada a San Pedro, con su espadaña que es una muestra de su época de esplendor.
Para visitar en los alrededores, existe una antigua mina de caolín y una fuente de aguas ferruginosas.
Llegamos a los llamados pueblos negros producto de las construcciones en pizarra. La primera localidad es Negredo, quizás no destaque mucho el color por la mezcla con otros materiales, pero los tejados de pizarra y alguna mampostería le confieren esa tonalidad oscura.
Entre sus edificios singulares se encuentra la ermita de la Virgen del Rosario y la iglesia de Santa María del Vallehermoso, de origen románico. En su cementerio existen unos dibujos circulares labrados en piedra que podrían remontarse a la época visigoda.
También es un buen lugar para degustar la cocina castellana en el restaurante Encinar. Por los alrededores existe uno de los encinares más importantes de la comarca, con abundantes ejemplares de quejidos y unas minas de arena de sorprendente variedad cromática.
Seguimos hacia Serracín, un bonito pueblo que se construyó sobre la ladera del monte Pizarral, a una altitud de 1.230 m. La mayoría de sus casas están abandonadas pero conservar la estructura típica, son de una sola planta en forma rectangular de pizarra negra, combinadas con piedras rojizas en ventanas y puertas. L
Importante ver lo que queda de la iglesia de Nuestra Señora de la Natividad de 1702.
Y en Becerril continúa el color negro en sus piedras y tejas, incluso en el negro de la madera de sus ventanas. Destaca la iglesia románica construida con materiales ferruginosos cuyo color rojo contrasta de manera singular con el resto de edificios, además, posee un ábside semicircular muy bien conservado y un retablo mayor de estilo renacentista.
Aquí hay una casa rural La Encantada, donde alojarse para disfrutar del entorno en cualquier época del año.
Finalmente, termina el recorrido uno de los pueblos más negros, El Muyo, tanto en muros como en tejados, hasta el pavimento de sus calles está hecho de pizarra. Solo su iglesia dedicada a San Cornelio y San Cipriano destaca por sus tejas rojas y por la alta espadaña.
Después de esto puede que no queráis volver a la realidad.