Pocahontas, la india que ‘descubrió’ Europa
Grandes viajeras
Ni princesa Disney ni amante de un aventurero: la historia real de lady Rebecca Rolfe, una mujer entre dos mundos
Rebecca Rolfe es casi una completa desconocida en los anales de los grandes viajes, aventuras y descubrimientos. Y, sin embargo, hizo el mismo camino que Colón, pero en sentido opuesto. Descubrió Europa para los americanos. Esta es la odisea de lady Rebecca Rolfe o Pocahontas, el nombre con el que ha pasado a la historia.
“Hallar lo ignorado o escondido, sobre todo tierras o mares desconocidos”. Si tomamos al pie de la letra la definición de descubrir, Colón no descubrió América. Este continente no era ignorado ni desconocido para miles de pueblos, desde los inuit de Alaska a los yaganes de Tierra del Fuego. ¿Se puede descubrir una tierra ya habitada?, se preguntan Roxanne Dunbar-Ortiz y Peter Cozzens, entre otros historiadores.
Evidentemente, Colón descubrió América en sentido amplio. Es decir, para los europeos. Y no fue el único. También descubrieron Europa para los americanos muchos indios e indias. Una de las más importantes fue Pocahontas o Matoaka, como también la llamaban los suyos. La traviesa o la que se divierte . Era hija del caudillo Wahunsonacok, que lideraba una confederación algonquina en el actual estado de Virginia.
El cine no ha sido muy fidedigno con esta mujer, la mayor trotamundos de su pueblo. Disney la hizo enamorarse del capitán John Smith, un aventurero que también existió, pero de pasado oscuro, mercenario y bucanero. En realidad, Pocahontas se casó años después con Thomas Rolfe, un colono que prosperaba con el tabaco, que ya hacía furor en la metrópoli.
Ella sí que conoció un nuevo mundo. Su nombre de casada, una vez abandonó la vida salvaje y la bautizaron, fue Rebecca Rolfe. Acompañada por su marido y su hijo, en 1616 viajó a Inglaterra. La recibieron casi como a una atracción de feria, aunque también se la vio en la época como un ejemplo de integración y de los beneficios de la evangelización.
Conoció a la reina Ana, a dramaturgos y actores famosos. Participó en bailes de salón y posó para pintores. Su viaje iba a ser de ida y vuelta. Quería regresar a casa. A Virginia. O, mejor dicho, a Powhatan, que en su lengua natal significa Las cascadas del río . Jamás volvió. Cuando se disponía a cruzar de nuevo los mares, en 1617, enfermó y tuvo que desembarcar.
Al menos dos estatuas la recuerdan hoy. Una en Gravesend, al sur de Londres y a orillas del Támesis, donde murió a los 21 años. Y otra más allá del océano, en Jamestown. Ha pasado a la historia anglosajona como coprotagonista de un famoso matrimonio interracial.
Probablemente fue víctima de la viruela, la tuberculosis o la sífilis. Estas enfermedades mataron a más aborígenes que la pólvora, según Frank McLynn, un estudioso de la colonización. Salvo excepciones, la mayoría de pinturas y grabados sobre Pocahontas son una representación idealizada. Tan idealizada como su imagen en las películas, y no sólo en la versión de Disney.
Incluso Terrence Malick, un director que muchos consideran de culto, la presentó en el 2005 enamorada del capitán John Smith, interpretado por Colin Farrell. Si Disney se inspiró en Naomi Campbell para su exuberante heroína, la de Malick adoptó la singular belleza de la actriz y cantante Q’orianka Waira Qoiana Kilcher, de madre suiza y padre peruano.
Tanto Disney como Malick se la imaginaron como una mujer muy sexy, aunque cuando conoció a John Smith era una niña de 11 o 12 años. Esa es la parte de la historia que Hollywood ha soslayado, pero el lector interesado puede visitar la cara oculta de la Luna. Un libro muy recomendable es Pocahontas , de la historiadora Grace Steele, editado en castellano por Olañeta.
En 1605, 105 colonos a bordo del Susan Constant arribaron a la bahía de Chesapeake e instalaron su primer campamento al sur del promontorio del cabo Henry, bautizado así en honor al príncipe de Gales. Aquel era el corazón del reino de Wahunsonacok, el líder de la confederación Potomac, integrada por los pamunkeys, los pocomoke, los wicomi y los mattaponi, entre otros pueblos.
Los blancos mantuvieron inicialmente buenas relaciones con los nativos. De no haber sido por los aborígenes, que les enseñaron a abonar los campos y a cultivar maíz, hubiera peligrado la supervivencia de la primera colonia inglesa, Jamestown. Pero la historia de la humanidad es la historia de la ingratitud y este encuentro de culturas acabó siendo un encontronazo.
Las buenas relaciones se rompieron cuando los invasores se mostraron cada vez más avariciosos de tierras. La leyenda dice que John Smith cayó en una emboscada y que Pocahontas evitó que lo mataran. Y ahí acabó todo. El cautivo recuperó la libertad y, víctima de su azarosa vida, poco después resultó herido en una explosión en el polvorín de Jamestown. En 1609 regresó a Inglaterra y jamás volvió a América.
Quizá lo más real de los dibujos de Disney sea un diálogo entre el aventurero y la india. Él le dice que los blancos han llegado en busca de una cosa muy valiosa de color amarillo y que sale de la tierra. Es el oro, por supuesto. Ella repite: “¿Amarillo, que sale de la tierra y con mucho valor?”. Y le enseña lo único que conoce así. Una mazorca de maíz.
En 1635, cuando tenía 20 años, el hijo de Pocahontas regresó a Virginia. Allí seguían las tierras de su madre, pero su pueblo ya era sólo una sombra de lo que fue”
Este artículo forma parte de una serie de reportajes sobre mujeres y hombres de todo el mundo, célebres por sus experiencias viajeras.