Los pueblos con más encanto de Extremadura para perderte esta primavera
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Te proponemos recorrer algunos rincones de la región en los que el tiempo parece haberse detenido
Tras descubrir algunos de los pueblos con más encanto de Andalucía y Asturias, continuamos nuestro periplo primaveral por tierras extremeñas. No resulta fácil establecer una ruta capaz de reflejar la belleza y la riqueza natural de una zona tan diversa como esta, ni de resumir en un puñado de localidades un legado arquitectónico que se remonta siglos de historia.
En esta ocasión hemos pasado de largo de Mérida -la capital-, y hemos elegido cinco localidades que nos permitirán acercarnos un poco a la Extremadura más hermosa; cinco rincones con un carácter especial que nos acogerán con los brazos abiertos. Aunque podrían haber sido muchas otras, te proponemos un viaje por San Martín de Trevejo, Hervás, Guadalupe, Trujillo y Olivenza antes de empezar a sentir las temperaturas veraniegas.
San Martín de Trevejo
San Martín de Trevejo es una auténtica caja de sorpresas. Situado entre la Sierra de Gata y la frontera portuguesa, a una hora y media de Cáceres -la capital de provincia- por carretera, es una visita obligada para cualquiera que visite la zona. Y es que este pequeña población enclavada en un valle y rodeada de castaños es una de las más bonitas de Extremadura.
De calles empedradas y con una arquitectura interior cuidadísima, llama la atención por sus construcciones de piedra, adobe y vigas de madera, sus casas señoriales de la plaza Mayor, la torre campanario, la iglesia parroquial de San Martín de Tours o el convento de San Miguel, entre otras maravillas.
Además de sus edificios singulares, fruto de un aislamiento de décadas, todavía conserva la fala, una lengua propia que sólo se habla en el último de los valles de la Sierra de Gata. Si paseas por las calles empinadas de Sa Martín de Trevellu descubrirás sus nombres en esta lengua reconocida como bien de interés cultural.
Hervás
A un centenar de kilómetros al este de San Martín de Trevejo, en el valle de Ambroz, en un entorno envidiable, Hervás vuelve a encandilar al viajero. En esta ocasión, el excelente estado de conservación del pueblo medieval confirma el acierto en la elección del destino. El barrio judío, declarado conjunto histórico-artístico, conforma una estructura desordenada de calles estrechas y serpenteantes, entre las que desataca una: la travesía del Moral que, con apenas medio metro de ancho, puede presumir de ser una de las más estrechas de España. La iglesia renacentista de Santa María de Aguas, el convento de los Trinitarios o el palacio de los Dávila, de estilo barroco, también merecen una visita.
La localidad es un buen lugar donde alojarse. Cuenta con una interesante oferta de establecimientos, muchos de ellos antiguas casas restauradas en el centro histórico, y numerosos bares y restaurantes en los que saborear alguna de las especialidades extremeñas.
Guadalupe
Partimos de Hervás hacia el sur y superamos 170 kilómetros hasta alcanzar Guadalupe, una villa construida a mediados del siglo XIV alrededor del Real Monasterio de Santa María. El edificio -declarado patrimonio de la humanidad- mezcla de forma exquisita los estilos gótico, renacentista y barroco.
Pese a no superar las dos mil almas, el pueblo se ha convertido en uno de los más visitados de Extremadura, puesto que hasta él llegan a diario decenas de peregrinos con el fin de rendir homenaje a su popular virgen y patrona. Vale la pena adentrarse en sus calles estrechas y empedradas para recorrer una localidad que conserva numerosas construcciones medievales como el antiguo Colegio de Infantes, convertido en un atractivo parador.
Trujillo
Desde Guadalupe conduciremos unos 80 kilómetros en dirección oeste hasta alcanzar nuestro penúltimo destino, posiblemente el más conocido de los cinco. Trujillo , la cuna de conquistadores como Pizarro, Orellana y García de Paredes, nos espera. La localidad puede presumir de poseer auténticos tesoros medievales, como la muralla árabe y las torres de Santa María la Mayor y Santiago, o la iglesia de San Martín, con su precioso órgano barroco.
Sin embargo, la imagen que domina en el recuerdo de cuantos la han visitado es, sin lugar a dudas, la de su espectacular plaza Mayor. Rodeada de bellas porticadas y presidida por la estatua ecuestre de Francisco de Pizarro, es el centro neurálgico de la villa; punto de encuentro y el mejor lugar en el que comer, puesto que es precisamente aquí donde se concentran los restaurantes más conocidos. Las migas, la moraga (carne de cerdo a la brasa) o el frite de cabrito te esperan.
Si te gustan las curiosidades y, sobre todo, si eres del Athletic (de Bilbao), no puedes partir sin antes buscar en la torre medieval de Santa María la Mayor el escudo del club. Y es que uno de los artesanos que participó en una remodelación que se llevó a cabo en los años 70 se tomó la licencia de esculpirlo en ella a modo de capitel.
Olivenza
Abandonaremos el último pueblo cacereño y nos dirigiremos a nuestro destino final: Olivenza (a 170 kilómetros hacia el suroeste), un sorprendente rincón de la provincia de Badajoz rodeado de un hermoso paisaje de olivares y encinas. Su cercanía con Portugal y sus conflictos a lo largo de la historia se reflejan en sus construcciones, su gastronomía e incluso en el carácter de sus gentes. Todavía hoy muchas de sus calles y plazas conservan azulejos con sus nombres también en portugués.
Merece muchísimo la pena visitar el recinto amurallado, las iglesias de Santa María del Castillo y de Santa María Magdalena, el convento de las Clarisas o el palacio de los Duques de Cadaval-hoy sede del Ayuntamiento de Olivenza- y contemplar sus casas de fachadas blancas impolutas. Hazlo, pero no corras. Aquí el tiempo transcurre lentamente; sin duda, todo un placer.