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La fascinación que nos produce el norte

La ubicación preferida de series y novelas

De Galicia a los Pirineos, de lo más profundo del bosque sigue llegándonos un irresistible canto de sirena que escritores y guionistas de televisión han sabido captar. Acompáñanos en un viaje al corazón del misterio

Los bosques del norte de España ejercen gran fascinación en la imaginación del hombre

inigofotografia / Getty Images/iStockphoto

La inspectora Amaia Salazar está sola. Llueve y comienza a oscurecer. Llueve como solo sabe llover en el norte. Tiene frío y los árboles parecen susurrarle. El bosque es uno de los principales personajes de esta historia y juega su papel. Es espeso, húmedo, verde oscuro y cargado de secretos. Tiritando y con la pistola en la mano, cree oír un silbido extraño. No sabría decir si proviene de hombre o animal, hasta que lo ve. Es el basajaun. La evasiva criatura que solo vive en las leyendas y los cuentos que escuchan los niños junto a la chimenea antes de irse a dormir, existe y la tiene delante. Amaia Salazar se da de bruces con los misterios del norte. Y no sabe cómo reaccionar.

Este pasaje condensa el alma de una de las más aclamadas novelas de nuestra literatura, El guardián invisible, de Dolores Redondo. Sus dos secuelas conforman la trilogía del Baztán y la primera entrega ha sido ya llevada al cine magistralmente por Fernando González Molina, que rueda las siguientes al mismo tiempo. La obra de Redondo –cuya novela Todo esto te daré, que transcurre en la Ribeira Sacra gallega, la hizo merecedora del Premio Planeta 2016–, nos sumerge mediante el realismo mágico en los paisajes de la Navarra más profunda con la localidad de Elizondo como centro neurálgico. Hay folklore, leyendas, brujas, un asesino en serie y crímenes rituales. Contiene todos los ingredientes para atrapar al lector y aunque se trata de un thriller, puede leerse como una de las mejores novelas de viajes en lengua española: cuando uno cierra el primer libro, abre a continuación el navegador para ver cómo viajar al Baztán, esa zona geográfica que recibe su nombre del río Bidasoa a su paso por Navarra y de la que nunca había oído hablar hasta entonces.

Un día con niebla en Elizondo, Navarra

Bonilla1879 / Getty Images/iStockphoto

En los últimos años, algunas de las mejores obras de ficción –también las no tan buenas– nos remiten al norte de España como fuente de misterio. Desde la trilogía de Dolores Redondo a la que arranca con El silencio de la Ciudad Blanca, de Eva García Sáenz de Urturi, que recoge su testigo. El lector puede constatarlo acudiendo simplemente a su memoria: ese paseo perezoso por la librería del aeropuerto nos pone ante la vista El bosque sabe tu nombre (de Alaitz Leceaga), Deudas del frío (Susana Rodríguez Lezaun), Puerto escondido (María Ortuña) y 19 cámaras (Jon Arretxe), entre otras. Pero la fascinación que ejerce sobre nosotros el norte no se limita a novelas cuya trama gira en torno a un crimen o una serie de crímenes de difícil resolución. Se trata de todo un manto narrativo que se extiende a las mejores producciones de televisión.

’Fariña’

Atresmedia

Así, el espectador ha disfrutado recientemente de Presunto culpable, cuya acción se desarrolla en Mundaka (Bizkaia); La verdad (en Cantabria); La zona (Asturias) y La caza. Monteperdido (en Huesca), que TVE emite en la actualidad. Mirando más atrás, tenemos Sé quién eres, cuyos húmedos paisajes nos obligan a mirar al norte de Catalunya. Incluso podríamos acercar a este grupo Fariña y Vivir sin permiso, ambas ambientadas en Galicia: si bien en sus tramas no figura una incógnita desconcertante que resolver, no podemos entender el argumento en otro paisaje que no sea el frondoso, gris y lluvioso norte.

¿A qué obedece este filón de contenidos? El sentido común nos dice que el inconsciente enciende sus alertas cuando no sabemos qué puede esconderse en lo más profundo del bosque. Y los textos que recogen vestigios de sacrificios, rituales y apariciones difusas, tienden a llevarnos a la espesura verde que cubre el norte de España, de Roncesvalles a Finisterre.

Costa de Finisterre , A Coruña

Josfor / Getty Images/iStockphoto

Consultamos con Rafael Quintiá, antropólogo de Ab Origine y profesor en la UNED. “Hay dos aspectos. El primero tiene que ver con la propia identidad de qué es el norte; visto desde otro lugar es la periferia, incógnita, misteriosa y sombría y mientras que desde otras latitudes sitúan en Galicia el fin del mundo clásico, Finisterre, nosotros nos vemos como el centro del mundo Atlántico (risas). El otro aspecto tiene que ver con la tradición oral, que se conserva muy viva, a diferencia de otras zonas debido a la urbanización y la industrialización. El clima también invita al desarrollo de la imaginación; obviamente un bosque de robles con ríos y niebla es más evocador para temáticas de misterio y mitología que otro paisaje. La propia toponimia hace referencia a la mitología, no hace falta abrir El señor de los anillos; hay un paisaje construido culturalmente en base a un discurso muy enraizado”.

...un bosque de robles con ríos y niebla es más evocador para temáticas de misterio y mitología que otro paisaje”

Rafael QuintiáAntropólogo

Dolores Redondo recobró una línea literaria abandonada por nuestra literatura reciente. La escritora, que atiende la llamada de La Vanguardia, es muy reconocida en Escandinavia: acaba de recibir un premio de la Finnish Whodunnit Society y nos explica admirada que uno de los eslóganes de la promoción de su obra en Suecia rezaba algo como ‘Descubre que en España hay mucho más que playa y sol’. “Había una generación que se había perdido esa sensación de la infancia en que cualquier evento podía relacionarse con algo mágico o inexplicable. Y es una pena. Me gusta que se esté recuperando; ahí tienes a Juego de tronos batiendo todos los récords: ejércitos de las tinieblas, muertos que se levantan, brujas y la creencia en que hay otras cosas que no podemos comprender”.

Granja en Elizondo, Navarra

PhotosTime / Getty Images/iStockphoto

Redondo nació en Donostia y se trasladó a Navarra después de cumplir los 35. El norte lo lleva dentro, es una brújula biológica. “El norte supone el lado difícil, frío, la lucha constante. En mi caso, provengo de una familia muy ligada al mar, muchos parientes se quedaron allí. Mi padre, pescador ya jubilado, se fue a pique tres veces con distintos barcos. ¿Cómo no me va a influir ese ambiente, el de aquellos balleneros vascos que llegaban hasta Canadá en barcos que eran apenas chalupas?”. En Islandia, nos cuenta la escritora que hubo una ley, vigente hasta no hace tanto, que permitía matar a aquellos recios vascos que les quitaban las ballenas y las mujeres.

Finalmente, recabamos la opinión de Bartolomé Bioque, autor de Luces en la catedral, Runas: el secreto de la vida y Misterios del mundo antiguo, entre otros ensayos. Ingeniero de profesión pero experto simbolista, ha dedicado la mayor parte de su vida a investigar leyendas y profundizar en los arcanos de la tradición esotérica. Él nos da algunas pistas: “El norte es la zona de España donde la ocupación humana ha modificado el paisaje en menor medida. Por todas partes aparecen lugares sagrados que fueron transformados en iglesias, catedrales y monasterios, una vez que el cristianismo se extendió por todo el continente y adoptó aquellos centros energéticos como suyos. La Galicia mágica dedicó en la prehistoria culto a dólmenes y menhires, así que desde Finisterre los montes Ancares, la magia, la superstición y la espiritualidad impregnan cada camino y rincón del paisaje”.

Basílica del santuario de Covadonga, Asturias

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Desde luego, aunque Galicia parte con ventaja como tierra de meigas, todo el norte juega en la misma liga: “Covadonga, en Asturias, fue lugar de ritos ancestrales posteriormente cristianizados. La cueva simboliza el corazón del hombre y es allí donde la madre Tierra pare a sus criaturas: gnomos, silfos o sílfides, salamandras, ondinas, nereidas, etc. Ese elenco mágico va tan ligado al paisaje que incluso pasa la toponimia: el río Deva, en la Crónica de Alfonso III recibe el nombre de Enna, que podemos derivar de la diosa celta Anna, y Navia corresponde a una diosa pagana.

Y si Covadonga es la cueva que equivale al corazón, la montaña de Aralar –en el límite de Guipúzcoa con Navarra– equivale a la cabeza. Piensa: Cristo nace en una cueva y muere en una montaña. Simbólicamente son dos triángulos equiláteros opuestos por su vértice: uno representa al hombre, el otro a la mujer. Si se enlazan, forman la estrella de seis puntas, es decir, el sello de Salomón o estrella de David. La unión de esas dos naturalezas es lo que el ser humano viene persiguiendo desde siempre”.

Qué visitar

El valle del Baztán: los paisajes que Dolores Redondo describe en su trilogía han despertado la imaginación de muchísimos lectores. Tanto es así, que existen distintas rutas que invitan al viajero a conocer en persona los principales enclaves que figuran en las novelas: desde el bar Txocoto, la casa de la tía Engrasi o la vivienda, que ocupan dos ancianas, en que la autora se inspiró para recrear el obrador familiar. Tanta es la influencia de esta obra que el postre tradicional denominado txantxigorri –cuyo papel no desvelaremos–, ha salido de su declive para experimentar un inusitado auge.

Mundaka: esta coqueta villa pesquera de Bizkaia fue la escogida por los guionistas de Presunto culpable para situar la acción de la exitosa serie de Antena 3. El valle de Urdaibai, calificado como reserva natural, acoge más escenarios de la serie: la ermita de Santa Catalina, el faro de Matxitxako, el arenal de Laida, la playa de Laga, el cementerio de Arteaga, el Urdaibai Bird Center y la ría de Gernika también han jugado su papel como escenarios de la acción protagonizada por Miguel Ángel Muñoz, Carol Rovira, Iñaki Font, Irene Montalá, Josean Bengoetxea, Susi Sánchez, Elvira Mínguez y Alejandra Onieva, entre otros.

Iglesia en la costa de Mundaka, País Vasco

2630ben / Getty Images/iStockphoto

Cantabria: Los escenarios que los inspectores Marcos Eguía (a quien da vida Jon Kortajarena) y Alicia Costa (Irene Montalá) deben recorrer para esclarecer el secuestro de Paula García MacMahon (Elena Rivera) se hallan todos muy próximos a Santander: el Sardinero, la playa de los Peligros, la isla de los Ratones, el palacio de la Magdalena, la localidad de Ruiloba, el acantilado llamado Bolao de Cóbreces, el faro de Cabo Mayor, entre otros. Y en Cantabria es donde transcurre la acción de Los ritos del agua, la segunda entrega de la trilogía que firma Eva García Sáenz de Urturi: Santillana del Mar, la ermita de Okón, Oñate,

Fariña: la novela de Nacho Carretero ha supuesto un hito en la escasa producción literaria y audiovisual sobre el fenómeno del narco patrio. Secuestrada por un juez durante un tiempo - con el consecuente ‘efecto Streisand’– fue llevada a televisión por Bambú Producciones para Antena 3. En ella, con Sito Miñanco, Laureano Oubiña y el ‘clan de los charlines’ como protagonistas fundamentales, conocemos de cerca cómo era el negocio del tráfico de tabaco y después de otras sustancias en las Rías Baixas de Galicia. La producción nos adentra como nunca en Pontevedra: Cambados, Vilagarcía de Arousa, Noia, el pazo Baión, Porto do Son, el faro de Corrubedo y punta Cabalo (en Illa de Arousa) figuran entre los principales lugares de interés.

Vitoria: Al igual que sucedió con la trilogía del Baztan, la que inicia El silencio de la Ciudad Blanca ha logrado concitar tanta expectación como para que ya se esté rodando su versión cinematográfica (con Javier Rey y Belén Rueda) y que se hayan diseñado rutas que recorren sus escenarios más importantes. La oficina de Turismo de Vitoria-Gasteiz ofrece una ruta que arranca de la plaza de la Virgen Blanca y la plaza de las Burullerías y pasa por las dos catedrales (nueva y vieja), el cantón de San Roque, la casa de Golden Girl, el parque de la Florida, la Casa del Cordón, la balconada de San Miguel… Pero no solo plazas, calles y monumentos forman parte de la trama: hasta 22 restaurantes y locales de pintxos recoge esta novela, una encomiable guía turística de la ciudad.

Qué puedes encontrarte en la espesura

El basajaun, ser mitológico con el que abrimos el texto, es un protector de los bosques y los rebaños muy recurrente en las religiones paganas europeas. No solo en las mitologías vasca y navarra sino también en el norte de Aragón, aparece cubierto de pelo –es tan difícil de ver como el yeti asiático o el sasquatch norteamericano– y echa una mano de vez en cuando al ser humano avisándole de peligros mediante un característico silbido.

Basajaun

Markel Urrutia - Flickr

También unida inextricablemente a la naturaleza encontramos a Mari, una divinidad bondadosa de carácter femenino que asociamos a la madre tierra y que Dolores Redondo incorpora a su trilogía del Baztan. La anjana asturiana es un hada que guía al viajero que se pierde en el bosque mientras que la ojáncana rapta niños para devorarlos. En Cantabria encontramos duendes caseros, como los trasgus, y silvestres, como los tentirujos. La mitología asturiana es riquísima: aramo es el protector de los cruces de caminos, el segono es una culebra con cabeza de macho cabrío y el grumante, un cíclope temible. Muy famoso es el cuélebre, una peligrosa serpiente que cuida a las xanas, ninfas locales ligadas a las aguas y los tesoros escondidos.

Más famosas que Sito Miñanco son las meigas gallegas: en realidad, la leyenda crece en torno a mujeres rurales conocedoras de la fitoterapia antes de que se inventase el término y que, cierto es, realizaban rituales de fe para quitar malos espíritus. Lo de volar sobre la escoba, es puro invento. La mitología gallega aporta su duende autóctono, el trasno, una suerte de espíritu del río llamado xacia, los mouros –que guardaban tesoros en viejos castros, sepultados hoy por la maleza– y lavandeiras, ancianas que fingen afanarse en lavar ropa junto a fuentes o caudales de agua y que te traerán problemas serios si no las ayudas.

Cuevas de las brujas en Zugarramurdi, Navarra

herraez / Getty Images/iStockphoto