Después de 12.000 km termina el viaje sin conseguir el objetivo: llegar a Mongolia
Sobre dos ruedas
A veces, los viajes están gafados desde el inicio, pero siempre hay un plan B esperando
Abandoné unos metros el camino de tierra para llegar hasta la zona de acampada. La moto avanzaba torpemente, dando botes entre agujeros y montículos. Al detenerla, como a veces pasa, se desestabilizó y se precipitó hacia un lado, el izquierdo. La dejé caer para no romperme la espalda y yo también caí, apoyando la mano contra el suelo. Una maniobra que se ha repetido muchas veces en todos los años que llevo conduciendo fuera del asfalto, y que nunca tiene consecuencias porque sucede en parado. Sin embargo, esta vez apoyé mal la mano al caer y las consecuencias fueron desproporcionadas para lo absurdo del suceso.
A la mañana siguiente amanecí con una molesta tendinitis que me impedía mover bien el brazo y que me hacía ver las estrellas cada vez que apretaba el embrague de la moto. Lo peor es que estaba muy lejos de la siguiente ciudad, a más de trescientos kilómetros, y todo por caminos sin asfaltar y varios puertos de montaña que superaban los tres mil metros. Estaba en Kirguistán, me quedaban diez días de viaje y todos los planes que tenía para esos días, se acaban de ir al traste.
Arranqué la moto, salí dando botes, me reincorporé al camino y empezó uno de los días más dolorosos que recuerdo viajando en moto. Lo peor, o quizá lo mejor, es que no me quedaba otra que apretar los dientes y avanzar, porque estaba solo y nadie iba a venir a ayudarme.
Y así, más o menos, terminó la Etapa 14 de esta vuelta al mundo por etapas que en 2019 cumple diez años. Fue, quizá, la más accidentada de todas, en la que más percances he tenido de todo tipo y que entre unos y otros, me impidieron llegar al destino planeado, Mongolia, pero que sin embargo me ha dejado grandes momentos y rutas muy espectaculares. (Algunos extras de fin de viaje)