Teruel sigue existiendo
20 años después...
La ciudad aragonesa, todavía hoy desconocida, esgrime poderosas razones para convertirse en destino de una atractiva escapada
Pronto se cumplirá el 20 aniversario del célebre eslogan: “Teruel existe”. Un grito que surgió en la pequeña ciudad española y que pretendía que cualquier persona pudiera ubicarla en el mapa y conociera algo más de sus encantos. Y a ser posible se animara a descubrirla en persona.
Ese era el mejor modo de que se uniera más tarde a ese clamor ciudadano, que sobre todo demandaba nuevas inversiones. Pues bien, dos décadas más tarde, sigue habiendo motivos para gritar que Teruel existe y sobre todo hay numerosas razones para acercarse a esta ciudad histórica, de la que casi todo el mundo retorna sorprendido.
El Torico, símbolo de Teruel
Ser una ciudad pequeña tiene sus ventajas, sobre todo a la hora de visitarla. Cualquier lugar queda a la distancia de un corto paseo. Y en el caso de Teruel, esos paseos deben comenzar, y en muchas ocasiones acabar, en la plaza del Torico, cuyo nombre se debe a la minúscula escultura en bronce de este animal que se levanta en el centro (aproximadamente) de esta irregular plaza.
No obstante para aquellos que no sepan viajar sin GPS, tendrán que introducir en el aparato la denominación oficial del lugar: plaza Carlos Castel. Eso sí, que nadie pretenda llegar hasta aquí en coche, ya que toda la plaza y el entorno más monumental turolense es un agradable espacio peatonal.
Sería una lástima la presencia de los automóviles. Sería bien distinto el disfrute de sus soportales cubiertos, de los viejos negocios y de las terrazas que con cualquier rayo de sol se asientan en el empedrado. Acomodarse en esas terrazas es una obligación para cualquier visitante, tanto como lo es pedir un plato del jamón local. Y así, tomando algo, es cuando se comienza a respirar el provincianismo del bueno que envuelve a la ciudad.
Modernismo catalán en Teruel
Precisamente en la plaza del Torico y en sus calles aledañas se levantan algunos de esos edificios que plasman ese provincianismo que transmite calma y un modo de hacer las cosas que mira las tradiciones pero también las influencias venidas de un poco más allá.
Estupendas muestras de ello son las casas modernistas que diseñó en las primeras décadas del siglo XX el tarraconense Pau Monguió i Segura. Un arquitecto que legó varias de las construcciones más características del centro turolense, como Casa Ferrán, La Madrileña o la Casa El Torico, inconfundible por el tono azul pastel de su fachada.
Patrimonio de la humanidad
Esos edificios del modernismo catalán en Teruel son como exquisitas delicatessen que sorprenden a los turistas. Pero está claro que ese no es el estilo más emblemático.
Las verdaderas joyas son más antiguas, y están hechas con el barro de los ladrillos y la cerámica, ya que son sus construcciones mudéjares. Obras realizadas en los tiempos medievales de una ciudad ya cristiana, pero donde los artesanos seguían trabajando con las viejas fórmulas de origen musulmán.
Las torres del Salvador, la de San Martín o el interior y el exterior de la catedral son los mayores orgullos de Teruel. Y ciertamente son excepcionales, ya que desde 1986 están declaradas patrimonio de la humanidad. Una fecha un tanto temprana, de cuando ese galardón tenía más valor que en la actualidad, cuando cada día se están declarando nuevos monumentos, tradiciones, plazas, fiestas o palabras como patrimonio de todos.
La ciudad del amor
Junto a otro de los tesoros mudéjares, la iglesia de San Pedro, se levanta el mausoleo de los habitantes más famosos de la ciudad: los amantes de Teruel. Esos desdichados del siglo XIV que ansiaron esposarse, pero que jamás llegaron a besarse.
Todos los años, en la semana del 14 de febrero, Teruel se transforma por completo. Vuelven a sus calles Isabel de Segura y Diego de Marcilla, representados por dos jóvenes turolenses actuales. Ellos y toda la población de la ciudad se visten como si volvieran a laedad media, y participan en la teatralización urbana del drama.
Esas fechas son buenas para visitar Teruel. Si bien es cierto que para esa semana la ciudad alcanza un nivel de ocupación total. Además que ahora habrá que esperar a la representación de las Bodas de Isabel de Segura en 2019.
Mucho antes de eso, hay otra oportunidad idónea para acudir a la villa. El viernes 13 de abril. Ese día, Teruel pretende conquistar un nuevo récord Guiness: hacer la cadena de besos más larga del mundo.
El primer beso lo dará el último chico que representó el pasado febrero a Diego de Marcilla. Y el último lo recibirá quien hizo de Isabel. Entre medio se espera que haya cientos de personas. Cualquiera está invitado a participar. ¿Qué más se puede pedir? Dar un beso, recibir otro, participar en un récord mundial y descubrir que Teruel existe y enamora.