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Contrastes surcoreanos

Mundo

El avance tecnológico del país ha hecho de Seúl un lugar de progreso e interconexión que convive con la antigüedad más remota

Puesta de sol en el palacio de Gyeongbokgung (Corea del Sur)

aomam / Getty Images/iStockphoto

En Corea del Sur, los contrastes juegan con los ojos del visitante como un espejismo. Modernidad y tradición se dan y se sueltan la mano jugando al despiste, el todo y la nada se mezclan en un travieso devenir de paisajes pintorescos y rascacielos a la última.

El pequeño país, que acaba de acoger la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyongyang, cuenta con una alta densidad de población, 51 millones de habitantes (más que España) en menos de 240 kilómetros de frontera. Al noroeste, solo Seúl y su zona metropolitana cuentan con más de 25 millones de residentes, convirtiéndose en una de las zonas más pobladas del mundo.

Vistas de Seúl al anochecer (Corea del Sur)

tawatchaiprakobkit / Getty Images/iStockphoto

El avance tecnológico del país, padre de multinacionales como Samsung, Hyundai, LG y Kia, ha hecho de la capital un lugar de progreso e interconexión que convive con la antigüedad más remota.

Capital de contrastes

Como carta de presentación de Corea del Sur, Seúl bien merece un viaje por sus 600 años de historia y su papel como corazón de la cultura coreana. En ella conviven históricos palacios como el de Gyeongbokgung (proyectado en 1395), oda a la arquitectura y a la naturaleza domada, con la famosa torre de telecomunicaciones N Seoul Tower y los distritos de compras Myeong-dong y Apgujeong.

Seúl acopia también las ruinas budistas del santuario de la Realeza Jongmyo, lugar de adoración de los reyes de la dinastía Joseon, así como el templo Jogyesa, que acoge la sede central del budismo coreano. Su historia también se intuye entre rascacielos en la aldea tradicional coreana Namsangol, un conjunto restaurado que inmortaliza la antigüedad en esas latitudes para el deleite de visitantes.

Palacio de Gyeongbokgung al atardecer en Seúl (Corea del Sur)

TwilightShow / Getty Images/iStockphoto

Pero el dinamismo coreano se deja ver en su forma más genuina en el mercado nocturno de Namdaemun, lleno de productos tradicionales, a la vez que se intuye en su distrito comercial Myeong-dong, que reúne moda internacional, gastronomía local y una iglesia católica de estilo gótico (la primera y principal del catolicismo en Corea).

No obstante, una de las más importantes atracciones turísticas es el Museo Memorial de la Guerra de Corea, que recuerda el tránsito del país por los diferentes conflictos bélicos, pero especialmente la guerra y la posterior tregua con Corea del Norte, una historia que se puede complementar con una visita el Museo Nacional de Corea.

También merece la pena un viaje en el metro de la capital por su eficiencia, seguridad y limpieza y por ser una de las mejores maneras de desplazarse por la ciudad.

Obras que se exponen en el Museo Nacional de Corea (Corea del Sur)

Ivan Pares / Wikimedia Commons

La otra Corea

Más allá de la megalópolis, existe una Corea por descubrir. La que se ve, en primera instancia, desde el Bukhansan National Park, en Seúl, en cuyo ascenso se puede apreciar la magnificencia de la capital. Sus inmensas rocas de granito esconden 1.300 clases de animales y plantas en una riqueza natural digna de admiración.

Antes de abandonar la región noroeste es recomendable visitar la DMZ o zona desmilitarizada con Corea del Norte, una franja de cuatro kilómetros de ancho que salvaguarda la tregua, que no la paz, alcanzada entre los dos países en 1953.

Atardecer en el parque nacional de Bukhansan (Corea del Sur)

undefined undefined / Getty Images/iStockphoto

Un espacio que tiene una gran importancia política y que, además, permite ver cómo esta zona ha sido moldeada por una naturaleza a sus anchas. Hay que tener en cuenta, no obstante, que solo es posible verla en visitas organizadas.

En un viaje hacia el suroeste, el visitante se encontrará con planicies cosidas por autopistas hasta el extremo suroeste, donde todavía se preservan las costumbres tradicionales, acompañadas de paisajes espectaculares compuestos por ondulantes plantaciones de té verde, como la de Boseong, o el bello bosque de bambú de Juknokwon.

Con más de 3.000 islas a su alrededor, Corea del Sur tiene una propuesta costera rica en tonalidades, y la bella isla de Jeju es especialmente aclamada, con un cráter lleno de plantas raras y un amanecer de álbum; mientras que, en el lado opuesto, y ya en tierra firme, el atardecer pone al rojo vivo la playa de Ggotji.

Atardecer en la isla de Jeju (Corea del Sur)

NATA_0101 / Getty Images/iStockphoto

Entre montañas e historia

Al este del país, más montañoso que el lado oeste, el visitante no debe perderse el parque nacional de Seoraksan, famoso por sus valles cambiantes en cada estación. En la llanura no hay que obviar la playa de Naksan, superviviente entre pinos, templos y habitantes que ansían sus aguas.

Más al sur, la cultura budista y la confuciana se encuentran preservadas en las aldeas de Yangdong y Andong Hahoe, de arquitectura Joseon y con pobladores locales como de otro tiempo, y la antigua capital del país, Gyeongju, se considera un museo sin paredes por su riqueza patrimonial.

Entre sus caminos, una de las pagodas más famosas del país, la de Bulguksa, toma forma con sus 1.500 años de historia, y unos kilómetros hacia el interior, Cheongdo acoge un festival de luchas de toros que llama la atención anualmente de miles de ciudadanos.

Anochecer en Gyeongju (Corea del Sur)

Atakorn / Getty Images/iStockphoto

Al sureste total, Busan, la segunda ciudad más grande (a casi tres horas en tren de la capital), es un enclave destacado para el comercio internacional, pero también adalid de la ancestralidad coreana, representada en templos budistas escondidos en las montañas de la región, como el de Haeinsa, de 1.200 años de antigüedad.

Con su elevado índice de desarrollo humano y su pujanza tecnológica y educativa, Corea reivindica el futuro desde un pasado dinástico que pervive.

¿Cómo llegar?

Corea del Sur cuenta con ocho aeropuertos internacionales, incluida la isla de Jeju. Desde Barcelona hay vuelos directos hasta el aeropuerto Seúl Incheon Internacional, el más grande del país.

El barco es otra opción, especialmente desde Fukuoka (Japón) y Vladivostok (Rusia), donde existen conexiones regulares entre ambos países.

Puente de Gwangan y al fondo el "skyline" de Busan (Corea del Sur)

tawatchaiprakobkit / Getty Images/iStockphoto