La línea verde que descubre los misterios de Nantes
Para explorar
La ciudad francesa es un ejemplo de cómo utilizar la cultura para reconvertirse con éxito
La reconversión industrial de finales de los años 80 del siglo pasado hizo que muchas ciudades europeas tuviesen que replantearse a sí mismas. No fue un proceso fácil, pero las que optaron por el camino de la cultura y la modernización sin olvidar los orígenes se han convertido en un referente. En España, Bilbao o Avilés son dos buenos ejemplos y, en el caso de Francia, lo es Nantes.
Capital de la región de Países del Loira, está situada a orillas del río que le da nombre a este departamento de la Bretaña. No se trata de una gran urbe, así que es un destino aconsejable para pasar un fin de semana.
La ciudad está dividida en varios barrios, bastante diferentes entre sí. El viajero puede recorrerlos siguiendo una “Línea verde” trazada en el suelo de la ciudad. Como una versión moderna del camino amarillo de “El Mago de Oz” pero en la vida real.
Se trata de una señalización que dirige al caminante a los puntos de interés histórico-cultural de la ciudad, una ruta con 40 etapas conocida como Le Voyage à Nantes . Las paradas están repartidas por el barrio del siglo XIX, dónde se puede ver el Pasaje Pommeraye, un centro comercial de tres alturas, remodelado y que representa la arquitectura típica del romanticismo o el teatro Graslin.
El camino sigue por el barrio Feydeau, en donde los amantes de la literatura podrán hacerse una foto con la placa de “aquí nació Julio Verne”. Sus fans también pueden husmear entre los recuerdos del escritor en el museo dedicado a su persona, en el que además de manuscritos y objetos variados, hay reproducciones a escala real de su hogar (una obra bastante sorprendente).
L’Ile de Nantes es otro de los departamentos en los que se divide la urbe y es el más representativo de esa reconversión industrial. Ahora también se le conoce como “El barrio de la creatividad”. Por un lado, está el espacio en el que se concentran escuelas y startups relacionadas con la cultura que en 2018 acogerá a unos 4.000 estudiantes y 100 investigadores.
Por otro, el visitante puede disfrutar de las actividades que se realizan en los proyectos de “La isla de las máquinas” . Se trata de un mundo fantástico construido a base de metales, madera y pieles curtidas que, en su momento, idearon Pierre Orefice y François Delarozière . En su interior se aprecia claramente la influencia del universo de Julio Verne, especialmente en el tiovivo de tres niveles que recrea el viaje desde el fondo a la superficie del mar.
Otra de las grandes atracciones de este hangar es el robot ‘vintage’ en forma de elefante gigante (mide 12 metros de altura y pesa más de 40 toneladas) que se mueve espacio por la zona, expulsando agua por sus trompas y trasportando a los más atrevidos en su lomo. Actualmente esta zona es una de las que más interés despiertan en los turistas.
El barrio de Trentemount merece el adjetivo de pintoresco: su arquitectura, colores y espíritu hacen que funcione como un pueblo independiente al resto de la ciudad. La gentrificación ha hecho efecto en sus límites –hoy en día casi es inevitable- y los precios de las casas han subido considerablemente, pero aún mantiene el encanto de la bohemia. Un buen rincón en el que sentarse a disfrutar del final del recorrido.
Para comer
Bistrot l’Alchimiste : a dos pasos de la catedral, tiene una excelente carta de vinos en la que destacan las diferentes variantes de Muscadet, el vino de la región. La enóloga y dueña del restaurante Béatrice Dominé, explicará con pasión y entusiasmo los platos de la carta y el vino con el que mejor maridan. Un pequeño gran secreto de la ciudad.
La Cigale : más interesante por su historia que por su menú (que tampoco es malo), este restaurante situado en la place Graslin ha visto desfilar por su interior a artistas, celebridades y nombres famosos que han visitado Nantes en sus 100 años de historia.
La Civelle : en el barrio de Trentemount, con vistas al Loira y con una variedad de platos de pescado muy recomendables.
Para visitar en los alrededores
Pueblo medieval de Guérande: prácticamente una atracción turística. El lugar tiene poca actividad cotidiana, pero está conservado para recrear la época medieval y periódicamente se realizan festivales y actividades temáticos que le dan vida. Más peculiares son las salinas de la zona, en la que se producen la sal gorda y famosa la flor de sal.
Clisson: otra ciudad medieval, que destaca por su castillo -cuidadosamente conservado- , la villa de estilo italiano Garenne-Lemot y el festival de música heavy Hellfest que, desde 2006, se celebra cada verano.
Cómo ir
Desde España se puede volar desde varios puntos como Barcelona, Málaga o Sevilla con Vueling.