Mont Saint-Michel, la abadía que surge de las aguas
De viaje
Guía práctica para visitar uno de los rincones más fascinantes de Francia
Lugar de culto, prisión de alta seguridad, fortaleza o atractivo turístico de multitudes, el Mont Saint-Michel ha interpretado a lo largo de más de 14 siglos de historia papeles diversos y tan fascinantes que han logrado seducir a personajes de la talla de Victor Hugo.
Cautivado por este rincón normando disputado tradicionalmente con la vecina Bretaña, el renombrado escritor y dramaturgo galo decía de él: “el Mont-Saint-Michel es para Francia lo que la Gran Pirámide es para Egipto”. Sin duda, todo un alegato a una pequeña isla rocosa coronada por una imponente abadía medieval declarada en 1979 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Fundado a principios del siglo VIII en el emplazamiento en el que el arcángel San Miguel se había aparecido hasta en tres ocasiones al obispo de Avranches, el santuario se ha consolidado como una de las construcciones más espectaculares de la arquitectura religiosa de la Edad Media. A su alrededor una diminuta ciudad -la antigua Corps de Garde des Bourgeois- completa un paraje de ensueño que atrae cada año a más de tres millones y medio de turistas y que se ha convertido en el segundo lugar más visitado del país.
La magia (y peligrosidad) de las mareas
Lo que hace único al Mont Saint-Michel son las mareas. Situado en el escenario de las grandes mareas de la Europa Occidental, el mar convierte la abadía y la ciudadela que las rodea en un territorio inexpugnable. El fenómeno tiene lugar dos veces al día, transformando completamente el paisaje y el entorno, aislándolo, de modo que solo es posible acceder al monte a través de un puente-pasarela a los pies de la roca.
El Mont-Saint-Michel es para Francia lo que la Gran Pirámide es para Egipto”
Para observar este fenómeno en toda su inmensidad -el espectáculo es impagable, ya que son 15 los metros de diferencia existentes entre la pleamar y la bajamar-, lo más recomendable es llegar con un par de horas de antelación y elegir un lugar que ofrezca una buena visión.
En ningún caso debe hacerse la travesía por libre, a pie, ya que la rapidez del avance de las aguas la hacen peligrosa. Sin embargo, para evitar sorpresas, las campanas de la abadía avisan con antelación de la subida de la marea.
En el monte, las murallas, la plaza de la abadía o la pasarela son buenos miradores, aunque también puede contemplarse desde lejos: en la carreteras de Grouin du Sud, en la de La Roche Torin en Courtils, o en la de Le Gué L’Epine en Val-Saint-Père, entre otros rincones.
En algunas ocasiones, la intensidad de las aguas es todavía mayor, de forma que el aislamiento es total; el paso queda inhabilitado y, durante unas horas, recupera el aspecto de una isla. En estas grandes mareas el mar puede llegar a retirarse hasta 15 kilómetros de la costa, para subir con gran rapidez. Los que este año tienen previsto visitar la zona deben saber que este fenómeno todavía podrá verse cinco veces: del 25 al 28 de mayo; del 24 al 26 de junio; del 6 al 8 de octubre; del 4 al 6 de noviembre, y del 4 al 6 de diciembre.
El monte
El Mont Saint-Michel es una parada obligada en los viajes a Normandía y la Bretaña. Situado a una hora de la ciudad de Rennes, y a tres y media de París, a pesar de la alta afluencia de turistas continua siendo un destino tentador.
Las extensas llanuras que lo rodean permiten vislumbrarlo enigmático e imponente a lo lejos y es al acercarnos, cuando la imagen espectacular de la abadía coronando la cima nos deja sin aliento. Construida a 170 metros sobre el nivel del mar, sus sólidas fortificaciones han resistido a asedios y guerras.
En las grandes mareas el mar puede llegar a retirarse hasta 15 kilómetros de la costa, para subir con gran rapidez”
Al llegar, los que vayan en coche, encontrarán un aparcamiento situado a algo más de dos kilómetros, desde el que se accede al monte caminando o en un transporte lanzadora gratuito. El ascenso es hermoso y se realiza paseando por las estrechas y empinadas callejuelas medievales repletas de bares, restaurantes, hoteles y tiendas de souvenirs del pequeño pueblo que apenas alcanza los 40 habitantes.
Sería imperdonable viajar hasta aquí y no visitar la abadía, el único espacio que requiere el pago de entrada. Ocupada por monjes benedictinos desde hace más de mil años, ha sido durante siglos un auténtico foco cultural y espiritual. Debe prestarse especial atención a la Merveille, los edificios góticos de la fachada norte, o al extraordinario claustro. No es posible perderse tampoco la iglesia del mismo estilo que sustituyó en su día a un hermoso templo románico destruido por las llamas.
Comer y dormir
Los aficionados a la gastronomía deben acercarse hasta La Mère Poulard, una posada centenaria frecuentada por numerosas celebridades -en sus mesas se han sentado personajes como Eduardo VII, Rockefeller o el reputado chef Paul Bocuse- que nació para dar de comer a peregrinos. Su plato más celebre es la tortilla suflé (conocida también como tortilla de la Mére Poulard, convertida en plato típico de Mont Saint-Michel), hecha en una cocina de leña y elaborada batiendo los huevos a punto de nieve en un recipiente de cobre.
En La Confiance, también en el corazón de la población, es posible degustar especialidades tradicionales de la región (no solo de Normandía sino también de la Bretaña), en una ambiente acogedor.
Aunque hay locales de todo tipo, la ubicación se paga. Por lo que los que prefieren gastar menos, pueden comer en los establecimientos que se encuentran fuera del recinto, junto a la zona de aparcamiento. Hallarán distintos locales a precios más asequibles.
Si lo que se desea es comer marisco, uno de los productos más célebres de la zona, se recomienda hacerlo en algún restaurante de los alrededores -incluso hay numerosos pueblos de pescadores con puestos en los que comprar deliciosas ostras-. Es posible disfrutar comiendo a precios económicos.
Dormir en una localidad tan turística como Mont Saint-Michel suele ser caro. Sin embargo, es innegable que pasear de noche por sus calles desérticas o contemplar el amanecer en solitario es un capricho por el que muchos estarían dispuestos a pagar.
Les Terrasses Poulard y La Mère Poulard (antes mencionado) son dos alojamientos con mucho encanto situados en el corazón del pueblo, desde los que disfrutar de hermosas vistas sobre la bahía y las construcciones medievales. Excelentes panorámicas pero desde otro ángulo las ofrece el Relais Saint-Michel, el único cuatro estrellas (los dos anteriores tienen una menos), construido frente al monte, otra opción atractiva, aunque no especialmente económica.
Si por el contrario el deseo es pagar menos por pasar la noche, la zona cuenta con numerosas opciones, sean en forma de hotel, albergue, casa particular e incluso camping. Sea cual sea la elección, estamos seguros que la visita al Mont Saint-Michel dejará un buen sabor de boca.