Wall Street huye en masa de las alianzas climáticas tras la llegada de Donald Trump

Adiós a la descarbonización

Cinco grandes bancos de EE.UU. y el mayor fondo de inversión del mundo se salieron de las alianzas globales que buscan alinear las actividades financieras con la reducción de emisiones: ¿cómo impactará en Europa?

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Turbinas eólicas vistas desde la carretera interestatal 84, cerca de Hammett, Idaho

Lindsey Wasson / Ap-LaPresse

Primero fue Goldman Sachs, uno de los grupos de banca de inversión y de valores más grande del mundo. Luego, Wells Fargo, el segundo mayor banco en depósitos, servicios hipotecarios y tarjetas de débito de Norteamérica. Le siguieron Citigroup y Bank of America, otros peces gordos del sector. El golpe de gracia lo dieron JP Morgan, el banco más grande de Estados Unidos, y BlackRock, un coloso en la gestión de fondos de activos. Las seis entidades se han acoplado al lema “drill baby drill” (“perfora, nena, perfora”) de Donald Trump y han abandonado sus alianzas climáticas.

Esta huida en masa es el primer impacto tangible del viraje climático de la Casa Blanca. La nueva administración republicana ya ha anunciado la salida del Acuerdo de París, peldaño para poner fin a lo que Trump llama “políticas de extremismo climático”. Sin límites regulatorios y de emisiones, la industria fósil, agazapada en los últimos años ante el despliegue de la agenda verde, volverá a reinar en materia energética.

Los bancos americanos se han salido por riesgo político y de litigación, no por dejar de apostar a la descarbonización de sus clientes

Gonzalo Sáenz de MieraGrupo Español para el Crecimiento Verde
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Goldman Sachs, uno de los grupos de banca de inversión y de valores más grande del mundo, fue la primera entidad en abandonar sus compromisos climáticos 

Andrew Kelly / Reuters

Este, al menos, es el análisis de quienes asesoran políticamente a las grandes entidades financieras de Wall Street. La “nueva era” exige, de mínima, gestos. El primero: la salida de Net-Zero Banking Alliance (NZBA), una iniciativa respaldada por la ONU, que desde 2021 busca alinear las actividades financieras globales con el objetivo de emisiones netas cero para 2050.

Se trata de una alianza que reúne al 40% de los activos bancarios mundiales. Los portazos, reflexionan los expertos en financiamiento climático, responden, justamente, a las fuertes presiones de los republicanos, que entienden que la NZBA viola las leyes antimonopolio, aumenta los precios y frena las inversiones energéticas. Los bancos estadounidenses habían encontrado en esta alianza un escaparate para mostrar, de forma corporativa, su compromiso con la transición ecológica.

“El impacto es monetario, de financiación, pero también político”, resume Sandra Guzmán, fundadora del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC), organización de la sociedad civil que lleva 11 años trabajando por la construcción de una arquitectura financiera en beneficio de la descarbonización global.

“Los bancos americanos se han salido por riesgo político y de litigación, no por dejar de apostar a la descarbonización de sus clientes”, matiza Gonzalo Sáenz de Miera, presidente del Grupo Español para el Crecimiento Verde, una asociación formada por más de 60 empresas, que representa al 75% del IBEX.

Las soluciones limpias son cada vez más competitivas. Europa no va a parar. Y China menos. EE.UU. no va a dejar de apostar por el futuro

Gonzalo Sáenz de MieraGrupo Español para el Crecimiento Verde
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Philipp Hildebrand, vicepresidente de Blackrock Inc.,durante el Foro Económico Mundial (WEF) de Davos

Hollie Adams / Bloomberg

En el breve comunicado de prensa sobre el abandono de NZBA, Goldman Sachs aclaró que cuenta con “las capacidades necesarias para alcanzar nuestros objetivos y apoyar a nuestros clientes en sus iniciativas de sostenibilidad”. Mismo mensaje intentó transmitir JP Morgan, que aclaró que seguirá trabajando de “forma independiente” para promover “soluciones pragmáticas que contribuyan a impulsar las tecnologías con bajas emisiones de carbono, al tiempo que promueven la seguridad energética”.

Lo cierto es que este efecto dominó empieza a alcanzar a los fondos de inversión. BlackRock una de las mayores empresas de gestión de activos del mundo -cuenta con 70.000 millones de inversiones en acciones y bonos en España, comunicó que abandona la Iniciativa Cero Netas de Gestores de Activos (NZAM), otra coalición que busca fomentar la descarbonización.

A finales de 2024, BlackRock fue demandado por Texas y otros 10 estados liderados por los republicanos por fomentar un “activismo climático” que redujo la producción de carbón e impulsó los precios de la energía. La renuncia provocó que NZAM anunciase la pausa de su programa para revisar que sus objetivos “sigan siendo adecuados para el propósito en el nuevo contexto global”.

Alemania, Canadá o Australia tienen la sensación que les toca a ellos hacerse cargo de una mayor financiación. Y nadie quiere poner más dinero

Sandra GuzmánGrupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe

Sandra Guzmán pide poner la lupa también en los bancos multilaterales de desarrollo (BMD), intermediarios financieros con carácter internacional, como el Banco Mundial (BM) o el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Trump ha dicho que no quiere dar financiamiento a estos bancos y también ha amenazado con abandonar estas instituciones”, explica esta experta.

La gran incógnita pasa por saber si también habrá cambios en estas entidades. No sabemos cómo se va a desencadenar este proceso. Pero hay que estar muy atentos. Estas instituciones dependen de Estados Unidos, pero Estados Unidos también depende de estas instituciones. Salirse del sistema financiero internacional puede ser contraproducente para la economía estadounidense. Sería un tiro en el pie desarmar este ecosistema financiero”, subraya. Lo que es seguro que en este nuevo contexto, “muchos ojos del sistema financiero irán a China, que ya tomó el rol de principal contribuidor a nivel climático.

Sobre la financiación climática a los países en desarrollo, Guzmán relativiza el impacto monetario -Estados Unidos ha bajado de forma considerable su cooperación en los últimos 10 años-, pero enfatiza las consecuencias políticas. “Otros grandes donantes como Alemania, Canadá o Australia tienen la sensación que les toca a ellos tomar el liderazgo y hacerse cargo de una mayor financiación. Y nadie quiere poner más dinero”, advierte.

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