La crisis climática, además de alteraciones dramáticas, está provocando fenómenos curiosos y hasta cierto punto insospechados. La alteración de los patrones de formación y distribución geográfica de los arcoíris es una ellas, según un singular estudio llevado a cabo por 14 expertos de Estados Unidos cuyos resultados han sido publicados en la revista Global Environmental Change.
En concreto, el equipo que encabeza la investigadora Kimberly M. Carlson, del departamento de Estudios Ambientales de la Universidad de Nueva York, y del departamento de Recursos Naturales y Gestión Ambiental de la Universidad de Hawái (Estados Unidos), puesto las bases para evaluar cómo el cambio climático puede afectar, de aquí a final de siglo XXI, a las condiciones para que se formen y se pueda observar este fenómeno óptico y meteorológico.
Para ello, los autores han creado una base de datos global de arcoíris fotografiados en diversas partes del mundo y han desarrollado un modelo empírico (basado en las experiencias científicas publicadas) de aparición de arcoíris. Finalmente, aplican los datos y conocimientos recogidos para presentar varios escenarios posibles de formación y observación de estos arcos celestes de colores.
"Los cambios en las precipitaciones y la cobertura de nubes debido al forzamiento climático antropogénico [impacto de las actividades humanas en el clima] alterarán la distribución del arcoíris", dan por confirmado los autores del nuevo estudio. De forma global, en el conjunto del planeta, parel año 2100, "es probable que el cambio climático genere un aumento neto de entre el 4% y el 4,9% de días de arcoíris (es decir, más días en los que se forma y observa algún arcoíris)", indica el equipo que encabeza Kimberly M. Carlson. Hasta aquí, parece que la crisis climática podría beneficiar a estas refracciones observables en forma de gradiente de colores.
Noticías positivas y negativas
Así, mientras que entre el 21% y el 34% de las áreas terrestres perderán días de arco iris, otro entre 66% y 79% de áreas ganarán días de arcoíris. Sin embargo -en las noticias positivas siempre hay un pero- las regiones del planeta que tendrán mejores condiciones para los arcoíris serán las situadas en latitudes altas (más cercanas a los polos) y de mayor altitud, en las que las poblaciones humanas más pequeñas.
Los puntos donde comenzarían a verse menos arcoíris incluyen el Mediterráneo, gran parte de Brasil y el noreste de América del Sur, el sur de Australia y partes de África central y del sur. Los puntos con más probabilidad de ver los colores del arco celeste serían las de los extremos norte y sur de América, los países nórdicos y el norte de Rusia, así como las mesetas del Tíbet y América del Sur.
Además de la curiosidad del fenómeno, los autores de este estudio recuerdan que los arcoíris son una riqueza ambiental que "contribuye al bienestar humano", motivo añadido para hacer frente a la crisis climática, propone el equipo de Kimberly Carlson.
Señales de colores en el cielo
Para los antiguos griegos, romanos, escandinavos y polinesios, el arcoíris era un camino entre la Tierra y el Cielo creado por los dioses. En la Biblia, los arcoíris se mencionan como la promesa de Dios de nunca más inundar la Tierra. La sociedad contemporánea comúnmente usa arcoíris en banderas y emblemas para simbolizar la paz, la felicidad y la igualdad. Por ejemplo, la Universidad de Hawái adoptó el arcoíris como su emblema después de que apareciera uno de estos fenómenos durante un partido de rugby con resultado final favorable, recuerdan los autores del estudio ahora publicado.
Los arcoíris también han recibido calificativos negativos. En el folclore del pueblo karen del sudeste asiático, el arcoíris es un demonio peligroso que se come a los niños, y en varias culturas de América Central y del Sur, es un espíritu maligno que causa daño. También en algunas regiones de África y Australia, la serpiente arcoíris es una parte poderosa y esencial de la mitología más oscura.