Maria João Pires: "Hemos dejado solos a los jóvenes, se creen que interpretar es inventar"
A los setenta años, la pianista confiesa que "por fin me he atrevido a tocar la última sonata de Beethoven"
"Esos jóvenes tienen que escoger entre ser útiles a la música y ser famosos"
En otro polo de la conciencia como intérprete se sitúa Maria João Pires, que a sus 70 años ha osado tocar por primera vez la última sonata de Beethoven. Fue hace un par de semanas en Tenerife, inaugurando su gira española con Ibercamera, si bien esta Op. 111 no se incluye en el programa que trae este miércoles al Palau de la Música (Schubert y Ravel). La artista portuguesa lo cuenta frente a un plato vegetariano en un restaurante de Gràcia.
¿Por qué hizo esperar tanto a Beethoven?
Cuando tenía 20 años me enamoré de las sonatas de Beethoven, quería tocar hasta la última, pero mi profesora me reprendió... "Quién te has creído que eres, podrás hacerlo cuando cumplas 50". Sólo quiso advertirme de que debía ser madura para tocar ciertas cosas, pero yo me convencí a fuego, me lo tomé demasiado en serio. De modo que esperé. Al llegar a los 50 siempre hubo alguna otra cosa que preparar o hacer, hasta que el año pasado, estando en Japón, me dije a mí misma: "Si no lo haces ahora, no lo harás nunca y morirás con una gran frustración". Cada año aprendo piezas nuevas, no tenía que tener miedo, y me prometí que antes de cumplir los 70, en julio del año pasado, tenía que saberme la Op. 111 de memoria. Y la toqué para mí misma la víspera.
Y España ha sido el lugar para tan esperado evento. ¿Qué aporta su interpretación?
Es una aproximación totalmente diferente, se había convertido en una cuestión de vida o muerte, no quería hacer una sonata más. Pero me estresé mucho. Días antes estuve en cama con una gripe, y mis alumnos de la Queen Elisabeth, donde enseño en Bélgica, venían a verme cada día y me debieron de ver tan mal que me dijeron que tal vez sería mejor que cambiara el programa de Tenerife. "¡Antes me muero!", les respondí (risas).
En el Palau toca con uno de sus alumnos a cuatro manos el Allegro en la menor Lebensstürme de Schubert. Es parte de su proyecto educativo Partitura. ¿En qué consiste?
Es como un posgrado para encarar la vida profesional. Intento que afronten los problemas del mundo de hoy de la manera correcta, porque tenemos muchos músicos talentosos por el mundo y se ven abocados a seguir los mismos canales para lograr trabajo: concursos para ser considerado "el mejor" y luchar por la fama... de manera muy solitaria. Claro que es importante presentarles ante el público, pero lo más importante es compartir algo entre generaciones, y esa transmisión de conocimientos ha desaparecido, ya no hay profesores con esa capacidad de enseñar cómo tocar. Ya no comparten, sólo venden un producto comercial. El modelo renacentista del trabajo en grupo es importante, una experiencia compartida, orgánica. No sólo estás aprovechándote del presente sino proyectándote. Si no proyectas, nada sucede. Pero hoy los jóvenes trabajan solos y acaban inventando otra interpretación de Beethoven o Mozart. Creen que ser intérprete es ser inventor, expresar el mundo de la forma que deseas, poniendo tus sentimientos.
¿Cómo era en sus tiempos de estudiante?
Había unas bases que se transmitían, unas reglas, porque no eres libre, el compositor estuvo ahí, hay una estructura, algo escrito con cuidado. Y aprender a leer una partitura no lo puedes hacer por tu cuenta. Es trágico. Y los jóvenes no lo saben, pero tienen que escoger: ¿quieres ser útil a la música o ser famoso?
Hábleme de Schubert, el corpus de lo que viene a tocar
Schubert es el desapego del mundo material, otro método, otra estructura. Beethoven (que no viene de Mozart, sino de Haydn) empieza y Schubert continúa, pero su universo es tan grande... Beethoven es el 50% de los estudios en mi escuela. Si pueden entender sus sonatas en la expresión más profunda, pueden tocar lo que quieran.