Un cumpleaños, un grupo de amigos y un ‘Everesting’ para celebrarlo
Una experiencia inolvidable
Tres atrevidos deportistas se enfrentan a uno de los retos más desafiantes del ciclismo de carretera
"La ilusión de completar los 8.848 de desnivel callaba todos los miedos"
Silencio. Era lo único que oíamos al salir de casa. Eran alrededor de las 5 de la madrugada y aún no había ningún movimiento. Nosotros nos desplazábamos hasta Alp, el pueblo desde donde íbamos a realizar tantísimas subidas para conseguir el reto.
Cada una de ellas tendría una distancia de 5,8 kilómetros y 410 metros de desnivel, hasta llegar a la estación de esquí de Masella. Exceptuando una primera recta bastante dura, alrededor del 9-10%, el resto del ascenso era muy constante y no tenía ningún descanso. Era el día de optimizar al máximo cada metro de desnivel.
Con cara de dormidos, íbamos llegando y nos preparábamos para el inicio. A aquellas horas, muchos habíamos optado por manga larga. Sí, en pleno verano y pasando un poco de frío. Un auténtico placer.
Albert, el cumpleañero, junto a Alexis y Aleix eran los únicos que tenían entre ceja y ceja completar dicha locura. El resto les acompañaríamos durante algunas subidas.
Llegó el momento. Todos a la vez, a las 5:45, pulsamos el ‘start’ en nuestro ciclocomputador. Aunque aún era negra noche, sus mentes ya estaban despiertas del todo. Los tres valientes eran conscientes que tocaría sufrir y superar algún que otro bajón, pero la ilusión de completar los 8.848 de desnivel callaba todos los miedos.
Con las linternas encendidas, íbamos ganando altura acompañados de una moto para garantizar nuestra seguridad. El asfalto, en buenas condiciones, nos daba mucha seguridad cuando no había mucha luz.
Y sin darnos cuenta, ya clareaba. El amanecer nos dejó imágenes espectaculares. La magia del momento hizo volar nuestra imaginación, con unos colores muy particulares y las primeras luces penetrando entre los huecos de las nubes.
Alrededor de las 9 de la mañana empezaban a llegar los primeros refuerzos. Algunos amigos, junto a otros conocidos, se plantaban a pie de puerto para acompañar a los 3 protagonistas durante el tiempo que pudieran. Hubo incluso quien solo se acercó a saludar y dar ánimos.
Sinceramente, pudimos ver la comunidad ciclista de la zona muy implicada en el desafío. Todo el mundo aportaba su granito de arena. Incluso algunos comercios e instituciones locales se involucraron con material y comida.
En un pequeño parque situado al inicio del ascenso, habíamos preparado una carpa con comida y líquidos para coger fuerzas. Familiares y parejas, sin ninguna intención de acompañarlos en bici, les animaban y les preparaban comida para cuando los volvieran a ver en el avituallamiento.
Llegaba el mediodía y algunos fantasmas empezaban a aparecer. El calor hacía acto de presencia y los bidones duraban menos que un chupito. Por suerte, ya habían hecho más de la mitad, y contaban las subidas restantes de manera regresiva. Poco a poco se iban acercando al final.
Aleix fue el primero en lograrlo. Y luego Albert. Y ellos dos no se sentían del todo satisfechos. Quedaba Alexis. Y hasta que no encaró la última subida, no pararon de animarle. Eso sí, cuando llegó el último ascenso, aquello se convirtió en un festival.
A su lado, con una moto y un coche, y con la música a todo volumen, se acercaba al desnivel fijado. Pedalada a pedalada, incluso regalando algún baile con alguna de sus canciones preferidas, se plantó a Masella más contento que un niño el día de reyes.
Una felicidad más que merecida. Un reto muy complicado. Una experiencia inolvidable. Para celebrarlo, fuimos a un restaurante. Allí, llegó el momento de soplar velas, para redondear aquella histórica jornada.
Seguro que ahora se tomarán unos días de descanso. Pero pronto volverán a plantearse alguna otra barbaridad. ¡Esperemos estar allí para contarla!