Alicia Sornosa (Madrid, 1973), periodista especializada en motor y viajes, es la única mujer de habla hispana que ha dado la vuelta al mundo sola en moto. Fue en 2011 y desde entonces no ha frenado en sus ansias de conocer los rincones más recónditos del planeta, explorando nuevos destinos y compartiendo sus aventuras a través de sus escritos y experiencias. Asegura que aún le quedan muchos horizontes por descubrir.
¿La afición por la moto nació por casualidad o por necesidad?
Un poco de todo. Piense que mi padre es piloto de carreras y en casa siempre hemos estado muy unidos al mundo de motor de las cuatro ruedas. A los 14 años me saqué la licencia de ciclomotor, pero desde los 12 que sé conducir coches. Yo siempre he tenido moto, ya de muy jovencita tuve una Vespino, luego una moto de dos y medio… La moto más grande surge por necesidad.
Cuente, cuente…
Me fui a vivir fuera de Madrid y trabajaba en Madrid, así que no podía ir con una moto pequeña. Necesitaba una moto más potente para ir más tranquila por la carretera.
Y a partir de ahí ya se convierte en toda una motera…
Haciendo un curso de trail, me encuentro con un personaje que estaba haciendo viajes con una moto de estas. Me dijo que necesitaba a un periodista que le ayudar a hacer fotos y que supiera montar en moto. Y así empecé… Así de fácil empecé a salir de viaje y a dar la vuelta al mundo.
Empecé con la moto por necesidad, para desplazarme al trabajo, pero no esperaba hacer la vuelta al mundo
¿Ha perdido la cuenta de las motos que ha tenido?
Quitando los scooter, a partir de dos y medio he tenido una Kimko Venox, una Gladius, una BMW F 650 GS bicilíndrica, una 700 GS y ya pasé a las scrambler de Ducati. Ya con las scrambler de Ducati he tenido una urbana enduro, la Icon, y ahora me van a cambiar la moto por otra Icon.
¿Ha calculado los kilómetros que ha hecho sobre dos ruedas?
Esto no lo tengo contado. Pero creo que debo andar por los 300.000 kilómetros: la vuelta al mundo fueron 176.000 km y llevo ya otros tantos, así que la cosa va por ahí seguro.
¿Cómo surgió la idea de dar la vuelta al mundo en moto? ¿Fue una decisión muy meditada o algo espontáneo como para no dar marcha atrás?
Como decía antes, todo empezó con el curso de trail con mi moto, porque quería aprender a ir por la arena, por el barro y por campo y ahí encontré a una persona que iba a hacer la vuelta al mundo. Necesitaba que le acompañara un periodista para documentar el viaje. Y me fui a trabajar con él. Lo que pasa es que solo lo aguanté tres meses. Era una persona bastante insoportable e histriónica y a los tres meses opté por el plan B que era irme yo sola.
Así de fácil…
Al cabo de tres meses, me apetecía viajar sola y demostrar que una mujer, por muy pequeñita que sea y muy poca experiencia que tuviera, podía viajar sola perfectamente por el mundo en una moto.
Una decisión arrojada, sin duda.
No me costó mucho, porque estaba harta y lo estaba pasando mal. Para mí fue una liberación. Sí es verdad que el día que ya estaba sola y arranqué sentí mucho vértigo y me atacaron muchas dudas pensando en lo qué me podía pasar. Pero se me pasó en seguida. Según iba avanzando, me di cuenta de que estaba mucho mejor sola que mal acompañada y fue todo sobre ruedas.
Así, desde el primer momento se dio cuenta de que todo iría bien.
Como cuando viajé acompañada me sentí muy sola, al iniciar el viaje en solitario sin esa persona tóxica al lado me sentí tan liberada y tan a gusto de que mis decisiones eran mías y que todo dependía de mí que en realidad fue un alivio.
¿Por qué di la vuelta al mundo sola? Porque a los tres meses me harté de la persona con quien la hacía y la dejé ahí plantada
¿En qué parte del mundo se encontraba cuando tomó la decisión de seguir la vuelta al mundo solo por su cuenta?
Estaba en Kenia y salté a la India. La India es un país al que había estado de mochilera muchas veces y lo conocía de alguna manera, así que no me dio tanto miedo como haber llegado a un sitio totalmente desconocido para mí.
¿Le quedaba aún mucho tiempo para completar toda la vuelta al mundo?
Imagine… Estuve un año y medio en dar la vuelta al mundo, así que échele cuentas. Salí de Madrid en septiembre de 2011 y no regresé hasta abril de 2013. Todo de un tirón, sin pasar por casa, recorriendo todos los continentes. Lo hice sola pero en el momento de llegar a México, como el idioma es el mismo y la gente me conocía, me venían a buscar, me invitaban, me llevaban de un sitio a otro, me arropaban… Fue una gozada.
También conoció la otra cara de la moneda, situaciones no tan agradables, ¿no?
Pasé mucho miedo en la frontera de Tapachula, en México con Guatemala, porque viví un terremoto de 7,6 grados encima de la moto. No me dio tiempo ni a poner la pata de cabra ni a bajarme de la moto. Fue un minuto y medio que realmente lo pasé mal. Pero con las personas nunca he tenido problemas. Tengo mucha intuición y me fío de quienes me tengo que fiar. Además, soy muy prudente.
Prudente, ¿en qué sentido?
Nunca digo que viajo sola y tengo la precaución de dejar la moto en sitios que no se vea mucho, que no llame la atención. A las 5 de la tarde ya estaba parando y mirando dónde podía dormir. He madrugado mucho, salía muy temprano… Entonces he tenido pocos problemas con personas. La verdad es que el mundo no me ha parecido un sitio horrible sino todo lo contrario.
Quién lo diría, ¿no?
El ser humano es bueno por naturaleza y, además, si vas encima de una moto esto despierta la curiosidad de la gente. Yo lo que puedo decir por mi experiencia es que se acercan con admiración y están dispuestos a ayudar.
El peor momento que ha pasado sobre la moto fue en la frontera entre México y Guatemala. Me pilló un terremoto de 7,6 grados y no me dio tiempo ni a poner la pata de cabra
¿Siempre es así?
En general, sí. Ahora, si ves que hay algo raro, que el ambiente no te gusta, que hay miradas que no te agradan… con coger la moto y largarte no tienes que dar explicaciones a nadie. Se acabó el problema. Con la moto una se puede escaquear más rápido, sin hacer ruido, y lo bueno es que no es tan complicado como si vas en transporte público ni tan cansado como si vas en bicicleta. Para mí, es el medio de transporte perfecto porque además es el más permeable. Levantar la visera te permite percibir la temperatura, los olores, el polvo y la humedad del entorno, así como interactuar con las personas que te rodean.
¿Cómo se planifica el día a día en una vuelta al mundo?
La segunda vuelta al mundo ya la he hecho más por etapas. Es algo que voy haciendo porque aún me quedan muchos países por recorrer. En cuanto ahorro un poco de dinero y tengo tiempo libre cojo tres meses, seis meses, un mes… En principio, suelo mandar la moto en barco o en avión y así ahorro mucho tiempo para recorrer el país en cuestión o los países. Al comenzar cada etapa, tengo pensado de dónde salgo y dónde voy a ir a dormir. Sin embargo, dejo que todo fluya bastante.
Y los preparativos previos, ¿cómo son?
Antes de ir a cualquier país, siempre me informo sobre su situación política, cómo está económicamente, en qué tipo de país voy a estar, la religión que hay, las costumbres… Llegar a un sitio sin saber nada tampoco creo que sea bueno. Pero luego dejo que el viaje me vaya llevando hacia donde quiera. Lo bueno de esto es viajar sin prisa. Si hay un sitio que me interesa, que me gusta, me quedo mucho más tiempo. En cambio, si llego a un lugar que creía que iba a ser maravilloso y no me hace ninguna gracia, porque no tengo buenas vibraciones, me largo. Prefiero estar tres días en un sitio con gente local aprendiendo cosas que pasar por siete lugares solo para hacerte la foto al lado del monumento.
¿Llega a establecer relaciones perdurables con la gente que conoce en sus viajes?
Sí, sobre todo cuando es gente motorista como yo, se establecen unos vínculos ens seguido. Y de todos estos viajes, aunque solo hayas estado una semana o unos días, sigo teniendo grandes amigos que de vez en cuando vienen a España, viajo yo a sus países… Incluso tengo una amiga chilena, Marcia, que es una gran viajera, y una vez al año nos juntamos en algún país que no sea ni Chile ni España y nos vamos juntas un mes. Con otras personas me sigo carteando aunque no nos veamos.
Volviendo a su día a día en una vuelta al mundo. ¿Cómo se sobrepone a las averías de la moto?
Cuando tengo una avería, normalmente un pinchazo, que suele ser lo más común, empieza una nueva aventura. Me lo tomo muy bien, respiro hondo y me digo aquí empieza la aventura. Hay que buscar la manera de salir de aquí y esto va hacer que me tenga que relacionar con las personas, pedir ayuda, algo que no estamos acostumbrados a hacer. Talleres y motos hay en todo el mundo. Entonces siempre encuentras a alguien que te echa una mano, que te vende una cadena, que te arregla el neumático… Si no, son las propias marcas las que te ayudan. En Nepal se me rompió la piña de arranque y llamé a Ducati Katmandú para que vinieran a ayudarme.
Vaya, que es más fácil sobreponerse de lo que pensamos desde la distancia...
El mundo ya no es lo que era antes. Está todo muy globalizado. A través de las redes sociales puedes encontrar un embrague 300 kilómetros más para allá… Lo peor que te puede pasar es que tengas que esperar en este sitio unos días hasta que llegue la pieza.
Sobrevivir a las averías no es complicado: talleres y motos los hay en todo el mundo
¿Ha sufrido algún accidente con la moto en sus viajes?
El único accidente que he tenido ha sido el año pasado, por estas fechas, en Vietnam. Fui a hacer un giro en la carretera y había un señor que decidió adelantarme con su moto en ese momento y me dio un golpe casi en parada. Aunque era una moto muy chiquitita, de 125 que casi andan, me tiró y me rompí la clavícula. Fue una pena porque fue al inicio del viaje. Me quedé sin conocer todo el norte de Vietnam porque tuve que volver a España. En otra ocasión, en el desierto de Atacama, por dejar el miedo de lado, salí de la arena yendo de prisita y me metí en un fes-fes. Salí de orejas de la moto y me di un golpe en la pierna izquierda. Estuve casi dos meses sin subirme a la moto.
¿Cómo le afectan las condiciones climatológicas adversas?
Procuro viajar hacia el buen tiempo. Sufrir por sufrir, pues no… Per aún así, en la Patagonia me han pillado unas tormentas tremendas. En Alaska, cuando crucé el Círculo Polar, hubo unos días con rayos que te caen al lado y te da un miedo que te mueres... Pero no te queda más remedio que avanzar. No te puedes quedar en medio de la nada... Me ha pillado muchísimo calor en la India. He estado rodando a 47 grados de temperatura y un 90% de humedad, que es bastante desagradable. Pero son cosas que pasan y que cuando viajas durante mucho tiempo al final un día te toca.
¿Y los animales?
Me he cruzado con un montón de animales. Pero no he tenido problemas. Yo siempre voy con mucho cuidado. No me gusta nada rodar a la salida del sol o a la puesta. Son momentos del día que procuro estar con la moto detenida para evitarme problemas. Piense que en muchas partes del mundo, a esas horas, hay muchos niños en la calle, bicicletas y coches que no llevan luces y no los ves… Por eso, en momento de poca visibilidad, prefiero estar sentada tomándome una cerveza tranquilamente.
De todos los países que ha visitado, ¿cuál es el que más le ha impactado?
Malawi. Me pareció una preciosidad de sitio y me quedé más tiempo allí del que esperaba. Y luego, los países sudamericanos. Como hablan el mismo idioma es mucho más fácil establecer vínculos. Además, tienen grandes paisajes, una cultura maravillosa y unas raíces comunes. México, Argentina, Chile, Perú… Perú me encanta, primero porque tengo grandes amigos allí, pero también porque tiene una riqueza cultural tremenda y una gastronomía excelente, que es algo que a mí también me tira mucho.
Hablando de gastronomía, ¿qué es lo más raro que ha comido?
He comido hormigas culonas, he comido chapulines en México, que son como saltamontes. En África, he comido cocodrilo, que sabe entre pollo y pescado. En Mongolia me trajeron unas tirillas medio secas, sin salsa y picantes... No me querían decir qué era hasta que les dije que me lo iba a comer igual que estaba muy rico. Y me decían "es stomach, es stomach"… Y yo les dije, ¡pero si esto son callos! Gracias a haber nacido en este país tan rico cultural y gastronómicamente que es España, no tengo problemas con la comida. He comido de todo, menos escorpiones y cucarachas que me dan un poco más de asquito… Pero me los comería si no quedara otra cosa.
En Egipto, en puertas de la revolución de 2011, no se veían mujeres ni niños en las calles y los hombres y la policía me trataron muy mal
¿Hay algún país del que haya dicho ‘aquí no volveré’?
Mi experiencia en Egipto, que lo recorrí desde Alejandría hasta Asuán para pasar a Sudán, no me gustó nada. Fue un momento de revuelta del país, antes de la Primavera egipcia, pero no me sentí a gusto. No se veían mujeres y niños por las calles y todos los hombres me trataron bastante mal, con mucho desprecio, con muy poca educación. Con la ropa de la moto -ya ves qué sexy va una-, pues me querían tocar el cuello, que era la única parte del cuerpo que quedaba a la vista… Y la policía, muy desagradable. Es un país al que no tengo ningunas ganas de volver, pero seguramente volveré y me callaré. Me comeré mis palabras, pero esta sociedad no me ha gustado. Tampoco me gustó el ambiente en Mauritania. Crucé el país justo antes de la pandemia por la carretera principal que había en ese momento y no me gustó el ambiente que viví ni la gente que me encontré. Creo que a todos los países hay que darles una segunda oportunidad y estoy deseando volver para tener que comerme mis propias palabras.
¿Y qué países tiene más ganas de conocer?
Uno de los grandes países que tengo muchas ganas de conocer, pero necesito mucho tiempo porque es muy grande, es Brasil. Tengo muchas ganas de ir allí a recorrerlo. Pero todavía me quedan muchos países. De Sudamérica todavía me quedan algunos... Tampoco he llegado a Nueva Zelanda, que creo que es otro paraíso al que hay que ir. Y luego, Filipinas, Indonesia…, el sudeste asiático que conozco menos, ya que me quedé en Tailandia, Vietnam y Myanmar a medias. Me quedan un montón de países por recorrer aún.
Aparte de viajar en moto por otros países, ¿le seduce el Dakar o esto lo deja para otros?
Para hacer el Dakar en moto, ni estoy preparada físicamente ni sé tanto de moto para hacerlo en moto. Pero lo que sí me gustaría, y es un gran sueño que no sé si lo conseguiré en la vida, es hacer un Dakar en un buggie y en clásicos. Me encantaría. Soy una gran aficionada a las carreras de orientación, a los rallyes de regularidad. He hecho algunos. Este año participé en el Eco Rally de Madrid con un coche híbrido y no quedé tercera de milagro porque tenían que haber penalizado al tercero por saltarse un control y no lo hicieron. He participado en la Sáhara Aventura y otras competiciones de orientación que se hacían en Marruecos y eran como mini Dakares. Esto sí que me tira bastante.
Ahí le viene un poco la vena paterna. Su padre fue campeón de España de rallyes, pero sin embargo usted eligió la moto.
Empecé con la moto para usarla para ir al trabajo y luego empecé a utilizarla para viajar y me di cuenta de que ir en moto es algo distinto, especial, maravilloso… Te regala libertad y te da unas sensaciones que no te las regala un coche. Viene a ser tu burbuja. Vas con tu música, tu temperatura, tu olor… Así que, desde el principio, me tiré por la moto y no me bajaré de ella nunca. Para mí viajar en moto es lo más. Es un estilo de vida, sin duda.
Y además, sus viajes siempre tienen un componente solidario.
Así, es. En todos los viajes que hago suelo llamar la atención sobre alguna causa. Recaudo fondos entre mis seguidores, que son gente supergenerosa, para conseguir algún objetivo. La última vez fue comprar una moto, en Senegal, a un jefe de una tribu wasari que tenía un territorio de 300 km cuadrados e iba andando de un lado para otro. En otra ocasión recaudamos dinero para perforar pozos de agua en Etiopía, lo que me valió el premio al mejor viaje del año de la Sociedad Geográfica Española, en 2018, que me entregó el rey Felipe VI. Así que, si encima, puedo ayudar a la gente, pues mucho mejor.