Cher Ami, la paloma mensajera que en tiempos de la Gran Guerra salvó a 194 soldados
Filosofía con instinto
La paloma voló por encima del adversario con el mensaje que revelaba las coordenadas del Batallón Perdido
Eliminar el miedo nos acerca a la ataraxia o a la tranquilidad de espíritu, una lección epicúrea
Durante la Primera Guerra Mundial, las palomas mensajeras desempeñaron un papel fundamental como medio de comunicación entre el frente de batalla y el puesto de mando o cuartel general. Su facilidad para ser entrenadas, su rapidez y resistencia en largas distancias, junto con su excelente memoria visual, las convertían en una herramienta invaluable para mantener la comunicación, cuando las líneas por cable eran vulnerables a los ataques.
Adiestrada por colombófilos estadounidenses, Cher Ami fue donada por las Fuerzas Armadas de Gran Bretaña para que la utilizaran como mensajera en el Cuerpo de Comunicaciones del Ejército de Estados Unidos en Francia.
La paloma Cher Ami
El nacimiento de una heroína
El momento más destacado de la carrera del ave ocurrió en la sangrienta batalla de Mosa-Argonne, al noroeste de Francia, el 3 de octubre de 1918. A poco más de un mes de que la Gran Guerra tocara a su fin, un grupo de aproximadamente 554 soldados estadounidenses de la 77.ª División de Infantería, bajo las órdenes del mayor Charles White Whittlesey, fue rodeado por las fuerzas alemanas en el bosque de Argonne.
Aislados, con escasez de alimentos y de munición para defenderse, el Batallón Perdido recibía el fuego no solo de la artillería enemiga, sino también de las propias tropas estadounidenses, que ignoraban la situación de estos soldados. Muchos murieron, otros fueron heridos o retenidos como prisioneros, y solo 194 permanecieron con vida.
El mayor Whittlesey recurrió a las palomas para alertar al puesto de mando. Escribió varios mensajes solicitando ayuda, pero no llegaron a su destino. Las aves fueron abatidas por los alemanes. El batallón depositó su esperanza en la última paloma disponible, Cher Ami, cuyo nombre en francés significa “querido amigo”. Whittlesey le ató a la pata derecha una nota desesperada: “Estamos junto a la carretera paralelo 276,4. Nuestra propia artillería está lanzando un bombardeo directamente sobre nosotros. ¡Por el amor de Dios, deténganlo!".
Sobrevolar la zona de combate
Una labor suicida
Vestida con su plumaje azulado, el ave tenía que sobrevolar la peligrosa zona de combate. Mientras las balas del enemigo, los estallidos cercanos y el humo amenazaban su vuelo, Cher Ami siguió adelante, desafiando al miedo. Había sido entrenada como paloma mensajera, dominaba el vuelo y conocía dónde se encontraba el puesto de mando. Debía vencer el miedo, pues de no hacerlo, este se convertiría en otro enemigo despiadado.
Con su mensaje y completamente sola, la paloma voló por encima del adversario pero, al igual que había sucedido con sus compañeras, fue alcanzada por los fragmentos de un proyectil. El dolor la envolvió como el denso humo del campo de batalla. La habían herido gravemente en el pecho, mientras el mensaje del mayor Whittlesey colgaba de su pata, espejo de una guerra sangrienta que duró cuatro años interminables y que arrebató la vida a más de nueve millones de militares y entre seis y trece millones de civiles.
Cher Ami perdió el equilibrio y la noción del tiempo. Instantes después, confundida y a pesar del dolor, batió las alas y reemprendió el vuelo. Recorrió aproximadamente treinta kilómetros en una media hora para entregar el mensaje al puesto de mando. Un mensaje que revelaba las coordenadas del Batallón Perdido lo que permitió salvar la vida a 194 soldados.
Reconocimiento
La Cruz de Guerra francesa
Cher Ami se convirtió en la heroína de la 77.ª División de Infantería y fue condecorada con la Cruz de Guerra francesa por la entrega de doce mensajes en la batalla de Verdún, que tuvo lugar del 21 de febrero al 18 de diciembre de 1916.
La valiente paloma mensajera murió el 13 de junio de 1919 como consecuencia de las heridas de guerra, en Fort Monmouth, Nueva Jersey.
Símbolo de valor durante la Primera Guerra Mundial, años más tarde Cher Ami fue expuesta en el Salón de la Fama de las Palomas Mensajeras y también recibió una medalla de oro por parte de los Organismos Organizados de Colombófilos Estadounidenses.
Una lección epicúrea
Luchar contra el miedo
En cualquier conflicto bélico, el miedo a la muerte, al dolor, a la pérdida o a lo desconocido, penetra en los soldados y en la población civil. El miedo, entendido como perturbación angustiosa del ánimo, paraliza, pero también puede impulsar a tomar decisiones rápidas y valientes. Cher Ami, a pesar del dolor, continuó volando malherida.
Como nos recuerda Epicuro, debemos apartar todo temor al dolor, a los dioses y al fracaso, incluso a la muerte para acercarnos a la serenidad o ataraxia. El filósofo de Samos llega a defender que el miedo a la muerte no tiene sentido. Como escribe en Carta a Meneceo, “La muerte no significa nada para nosotros, porque mientras vivimos no existe, y cuando está presente nosotros no existimos”.
El miedo a la muerte y al dolor
Desde su perspectiva, el miedo a la muerte es un temor irracional o infundado. Para él, la muerte, episodio natural de la vida, no significa sufrimiento ni dolor, sino simplemente la ausencia de sensaciones, tanto placenteras como dolorosas. La ansiedad ante la muerte nos impide alcanzar la tranquilidad de espíritu. Por el contrario, nos invita a aceptarla.
El miedo al dolor que proviene del temor al sufrimiento físico y emocional es inevitable, pero se puede soportar o reducir mediante la búsqueda de placeres moderados y la virtud.
Es difícil pensar que Cher Ami venciera el miedo por un acto reflejo. Fueron su instinto de supervivencia y sus ganas de vivir las que lo superaron. Ante lo desconocido, lo mejor para ella y también para cualquier ser humano es seguir luchando por la propia vida.
Según Epicuro, si aceptamos la muerte como parte de la vida y el dolor como un sufrimiento que puede atenuarse, podemos alcanzar un estado de tranquilidad que nos ayuda a superar cualquier miedo.
El pensamiento epicúreo para una vida tranquila y plácida se acerca al de los estoicos, aparentemente tan distantes, que también abogan por una forma de ataraxia que ellos conciben como un alejamiento radical de las pasiones y de toda clase de interés subjetivo. ¿Qué nos impide leer ese mismo mensaje en el vuelo de una paloma?