El Elba es una constante paisajística en Sajonia. Labra los valles de ese estado libre alemán en sentido suroeste-noreste, en su papel de uno de los ríos más importantes de Europa central.
En Meissen el Elba tiene el protagonismo de fijar la postal de la villa, una localidad de apenas 30.000 habitantes, pero con una densa historia que le ha ganado el sobrenombre de Cuna de Sajonia. Con el castillo más antiguo de Alemania (siglo X) y un monasterio agustiniano (Santa Afra) desde hace casi un milenio, Meissen, sin embargo, ha pasado a la historia por ser el lugar donde Europa le arrebató a los chinos el secreto de la porcelana.
El proceso y la historia del logro, repleto de fracasos continuados, se explica con detalle en las salas del castillo Albrechtsburg
Desde la ribera del Elba, al viajero no le cabe más ocupación que ir remontando callejas en cuesta por un núcleo histórico delicioso, tachonado de las clásicas casas alemanas de entramado de madera a la vista, balcones plagados de flores y relojes de fachada que va adornando el paseo. Al llegar a Heinrichsplatz no hay que distraerse: un mosaico explica la disposición urbana de la villa y dónde están los edificios más destacados. A unos pocos pasos, la epicéntrica plaza del Mercado, con sus casas decoradas con rótulos en tipografías góticas que hace más alemana aún la ciudad.
Además de iglesias góticas como Frauenkirche o Sankt Afra, el objetivo principal se halla en lo alto de la colina. Allí se pegan codo con codo la catedral y la fortaleza Albrechtsburg. En la basílica será premonitorio contemplar el gran Cristo de porcelana que preside el altar mayor. El visitante penetrará a continuación en el vecino castillo para enterarse de la forma rocambolesca en que los científicos sajones descubrieron la fórmula secreta de la loza.
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El castillo de Meissen, el más antiguo de Alemania, y la catedral gótica se elevan sobre una colina con vistas al Elba
Hasta 1706, China había guardado celosamente la fórmula y los ingredientes para la creación de las delicadas tallas, vajillas y otros ornamentos que eran codiciados en todo el mundo como auténtico oro blanco. De hecho, se pagaba más por esas artesanías que por el rey de los metales.
El elector de Sajonia Federico Augusto I el Fuerte mandó al famoso alquimista Johann Friedrich Böttger que le fabricara oro. El encargo era un caramelo envenenado, pues, lógicamente, Böttger jamás consiguió el propósito, a pesar de dedicar a ello tres décadas de su vida.
Sin embargo, paralelamente, y en estancias cercanas del castillo, otro científico a sueldo del principado, el matemático y físico Ehrenfried Walther von Tschirnhaus, también llevaba a cabo interminables pruebas para descubrir cómo se formaba la preciada pasta base para la porcelana. Lo consiguió y Sajonia acabó así con un monopolio que vaciaba las arcas de las cortes europeas.
El proceso y la historia de la consecución de este logro, repleto de fracasos continuados, se explica con detalle en las salas del castillo Albrechtsburg. En 1708 se comenzaron a fabricar porcelanas en las mismas estancias de la fortaleza, surtidas por una cercana mina de caolín. Y en 1710 se estableció formalmente la factoría que hoy sigue funcionando.
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La porcelana de Meissen sigue siendo en la actualidad muy preciada
Para continuar el hilo histórico con una apabullante exposición, hay que dirigirse al extremo sur de Meissen, en un paseo de quince minutos desde la fortaleza. Allí se halla la fábrica y museo de la porcelana, de titularidad pública sajona, donde se muestran piezas de todas las épocas y estilos. Y también se asiste en una breve visita guiada, a contemplar cómo los artesanos crean cada pieza a mano y las pintan con un detalle de miniaturista persa. Cada escultura debe ser cocida en determinadas condiciones hasta tres veces para alcanzar su frágil brillantez.
El museo expone miles de piezas y tiene una tienda adosada en la que los precios causan estragos en los bolsillos de quien no se resiste a la tentación. También en diferentes comercios de la villa vieja se venden porcelanas.
Cómo llegar
Meissen se halla a 25 kilómetros de Dresde, la capital del estado libre de Sajonia. Los puntuales trenes de cercanías acercan ambas poblaciones en 40 minutos de trayecto. En los meses de buen tiempo hay barcos turísticos que realizan el recorrido por el Elba, en un recorrido de algo más de una hora.