Vietnam en datos duros es cien millones de habitantes y más de sesenta millones de motocicletas. Es una extensión de 331.000 km2 y una costa de más de 3.000 kilómetros. Es el segundo mayor exportador mundial de café y el tercero de arroz. Y todos esos datos dicen algo, pero no mucho, porque Vietnam también son sus montañas y terrazas de arroz, sus bahías con cientos de islas, sus megaciudades que apabullan todos los sentidos y esos pequeños pueblos que parecen sacados de un cuento.
Son 1.650 los kilómetros que separan su extremo norte, cerca de la frontera con China, de su extremo sur. En este viaje, recorreremos seis destinos intentando conocer lo máximo posible de un país que se presenta inabarcable y con una diversidad tan grande que hacerle justicia con una crónica de viaje resulta todo un desafío (pero lo intentaremos).
Sapa
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Los arrozales de Sapa cubiertos de nieve
En lo más alto del país se encuentra Sapa, un pueblo de montaña ubicado cerca de la frontera con China, a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar. Para conocer la parte más auténtica de este pueblo nos alojamos en el valle Muong Hoa y fue la mejor elección: el mejor souvenir que nos llevamos del sitio fue despertar cada mañana en medio de sus terrazas de arroz.
Recorrimos la zona en un trekking de unas seis horas guiados por Lee, una guía local de 24 años quien no sólo nos mostró las maravillas de la montaña y su bosque de ombúes, sino que también nos contó cómo viven las cuatro etnias que coexisten en esta región.
Sapa es un pueblo de montaña ubicado cerca de la frontera con China, a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar
Al día siguiente fuimos a conocer Fansipan, la montaña más alta de Vietnam, con sus 3.143 metros sobre el nivel del mar. Subimos en teleférico, un viaje entre nubes con panorámicas al valle y a los campos de arroz. Desde la cima se puede tener una vista de 360 grados sobre las montañas Hoang Lien; la visibilidad dependerá del clima y la suerte. Lo que no dependerá del tiempo es la sensación de estar en el cielo, pero con los pies sobre la tierra.
Bai Tu Long Bay
Esta bahía es la hermana de Ha Long Bay y la elegimos porque es menos concurrida, pero con la misma belleza. Cuenta la leyenda vietnamita que Bai Tu Long Bay se originó cuando los dioses buscaron defender esta región de los invasores. Para eso enviaron a una familia de dragones que escupieron perlas al mar; éstas se transformaron en islas que formaron una barrera natural que logró proteger al pueblo.
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Bai Tu Long Bay es una bahía poco concurrida
Para conocer el lugar, embarcamos en un crucero en el que navegamos durante dos días y una noche: dormimos mientras nos acunaba el mar de China Meridional, rodeados solo por islotes y otros barcos. También hicimos una excursión en kayak donde pudimos ver bien de cerca la magia del sitio: exploramos cuevas, esquivamos esas perlas que brillan sobre el agua e incluso llegamos a una playa virgen que parecía estar ahí aguardando por nosotros.
Hanói
Fundido a negro y cambio drástico en el paisaje y el ritmo del lugar. Porque de la bahía y la calma pasamos a la capital de Vietnam y sus ocho millones de habitantes. Hanói es una de las ciudades más antiguas del Sudeste Asiático y eso se puede apreciar en su casco antiguo, una maravilla entre callecitas que se enredan como laberintos, vendedores ambulantes que cargan las bicicletas con artículos que van desde flores hasta plumeros, mercados atiborrados de productos varios, y esquinas en las que, para cruzar la calle, hay que desafiar a las motocicletas y las reglas de tráfico.
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La calle del tren de Hanói, una de las más emblemáticas de la ciudad
Hay algunos clichés de viajes que valen la pena ser vividos y Hanói tiene uno de esos sitios, tal vez una de las postales más conocidas del país: una calle muy estrecha por la que pasa el tren. Su frecuencia se limita a horarios puntuales durante el día y en el último tiempo se ha restringido el número de visitantes que ingresan a esta calle por motivos de seguridad. Sin embargo, todavía se puede ver el tren pasar si entras a alguno de los bares y cafés que allí se encuentran.
Hoi An
No muchas veces pasa que la realidad cumple con la expectativa -o incluso, la supera-. Y eso fue lo que nos pasó en Hoi An al ver el río Thu Bồn iluminado por las cientos de linternas de colores que llevan los botes y las lámparas flotantes que los visitantes sueltan sobre el agua tras pedir un deseo. El casco antiguo de la ciudad es patrimonio de la humanidad de la Unesco y caminar por sus calles es como estar inmerso en un cuento vietnamita: por allí no circulan autos, solo bicicletas y peatones.
Nuestra estadía fue acompañada por una cortina musical de lluvia constante: la época de lluvias transcurre entre septiembre y enero. La buena noticia es que el lugar resulta doblemente poético con los adoquines brillantes por la humedad y los transeúntes paseando con paraguas de colores. La buena noticia, también, es que eso nos sirvió como excusa para hacer una peregrinación por distintos bares para probar el café vietnamita y, en mi caso, enamorarme del café de coco. Nuestros spots favoritos fueron: Phin Coffee, CocoBox, y Faifo Coffee y su azotea.
En nuestro último día en Hoi An, nos montamos en unas bicicletas que nos prestaron en el hotel y fuimos hasta una de las playas más populares, An Bang. La verdadera aventura aquí no fue el destino sino el camino: recorrer a puro pedaleo las aldeas que están en las afueras y pasear entre los campos de arroz.
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Linternas de colores al atardecer en Hoi An
Da Nang
El ícono de Da Nang podrían ser sus amplias playas y el paseo que las rodea. Sin embargo, el emblema de esta ciudad es un puente. Pero no es un simple puente, es una construcción con forma de dragón. Y tampoco es sólo eso, ya que el dragón lanza fuego y agua por la boca. Este espectáculo ocurre solo los fines de semana, y si bien no tuvimos la suerte de ser espectadores, igualmente recorrimos el viaducto que se ilumina en las noches.
Desde allí desembocamos en Con Tra Night Market, un mercado nocturno que tiene puestos con todo lo que puedas imaginar, pero lo que más nos interesaba a nosotros era la comida. Allí cenamos casi cada noche y no pudimos evitar repetir el menú: bánh mì, que básicamente es un bocadillo cuyo relleno puede variar, pero lo que no cambia es su pan, tan bueno que hasta el día de hoy no podemos dejar de recordarlo.
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Puente en forma de dragón de Da Nang
Esta ciudad, ubicada en el centro del país, tiene varios templos y pagodas; nosotros elegimos visitar las montañas de mármol. Allí hay una cueva principal, llamada Huyen Khong, que es imponente por lo que se puede ver -su gran tamaño, la luz natural colándose entre los huecos en la piedra- y por lo que se puede sentir: es un sitio de gran importancia espiritual, con un altar principal dedicado a Buda y un gran santuario.
Ciudad Ho Chi Minh
Esta ciudad que antes recibía el nombre de Saigón nos da una abrumadora bienvenida con un mar de motocicletas en sus calles. Su nombre actual se debe a Ho Chi Minh, un líder comunista y expresidente de Vietnam. Su cara se puede ver en muchísimos sitios, como por ejemplo en la oficina de correos, lugar que nos conquistó con una tradición analógica: enviar una postal como recuerdo a tus seres queridos.
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La imagen de Ho Chi Minh, presente en la oficina de correos
Justo al lado nos encontramos con la calle del Libro, un paseo peatonal repleto de librerías y cafés. Continuamos el recorrido por el mercado Ben Thanh, uno de los más antiguos de la ciudad, donde se puede encontrar desde ropa hasta alimentos frescos. Seguimos hasta el Coffee Apartment, un antiguo edificio de apartamentos reconvertido que tiene unas veinte cafeterías y resultó, como no podía ser de otra manera, una nueva excusa más para probar el increíble café vietnamita.
Para poder observar con perspectiva de pájaro las dimensiones de esta ciudad, subimos a la torre Bitexco, un rascacielos de 262 metros de altura y 68 pisos. Es una de las construcciones más altas de Ciudad Ho Chi Minh y se puede acceder hasta el nivel 49, donde hay un mirador: la panorámica de los edificios sucediéndose hacia el infinito es algo increíble de ver.