La vida en un pueblo pequeño tiene un encanto diferente y difícil de expresar con palabras. Es un refugio de calma donde el tiempo parece avanzar más despacio y donde la naturaleza, normalmente, te abraza. Un lugar donde todos se conocen, donde los saludos son parte de la rutina y el silencio de la noche solo es interrumpido por el viento, la lluvia o el canto de los pájaros. Así es la vida en el pueblo más deshabitado de Barcelona, un rincón apartado del bullicio de la gran ciudad donde no existen las prisas y cada día se saborea con paz.
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Sant Jaume de Frontanyà.
Situado en la comarca del Berguedà, Sant Jaume de Frontanyà, es conocido por ser uno de los municipios más pequeños de toda Catalunya, tanto en población como en tamaño. Su ubicación en el pre-Pirineo, rodeado de montañas y bosques, ha limitado su crecimiento demográfico a lo largo de los años. Según los datos del Instituto de Estadística de Cataluña, la población en 2024 se había reducido a 26 habitantes censados. Sin embargo, a pesar de su baja población, tiene una extensión de 22 kilómetros cuadrados, lo que lo convierte en un destino perfecto para disfrutar de la naturaleza.
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Datos del Instituto de Estadística de Cataluña
A pesar de su tamaño, este pueblo tiene un encanto único y mucho atractivo. La Iglesia de Sant Jaume de Frontanyà es un tesoro románico y el monumento más emblemático del lugar. Construida en el siglo XI, su planta de cruz latina, su ábside central, sus arcos y su estructura de piedra, la convierten en un ejemplo del romántico catalán y una visita obligada.
Además, el pueblo está rodeado de bosques, prados y senderos que forman parte del pre-Pirineo catalán. Un lugar que puede presumir de vistas espectaculares gracias a sus montañas, y de rutas de senderismo, perfectas para los amantes de la naturaleza, sin olvidar la paz y calma que allí se respiran y que permiten desconectar del ruido urbano.
Despoblación
Como muchos pueblos de montaña, Sant Jaume de Frontanyà sufrió un fuerte éxodo rural durante el siglo XX, cuando los jóvenes emigraron a ciudades más grandes en busca de oportunidades. Su ubicación en zona de montaña, de difícil acceso y con infraestructuras limitadas, complicó el desarrollo económico y la llegada de nuevos residentes, además las actividades tradicionales como la agricultura o la ganadería dejaron de ser sostenibles económicamente.
A medida que los jóvenes se fueron marchando, los habitantes que se quedaron eran en su mayoría personas mayores, lo que redujo la natalidad y provocó que las casas quedaran deshabitadas o abandonadas, además servicios básicos como escuelas o comercios desaparecieron y empezaron a depender de municipios cercanos.
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Vista aérea del municipio del Berguedà Sant Jaume de Frontanyà
Este 2024 ha vuelto a ser el municipio con menos vecinos por primera vez desde 2016, año en el que Gisclareny pasó a ser el primero del ranking. Pero aun así, es un lugar ideal para desconectar del ruido urbano, reconectar con uno mismo y la naturaleza, y disfrutar de un entorno natural único.