Digerir la belleza de la Republica de Maldivas, el país más pequeño y menos poblado de Asia, a unos 9.000 kilómetros de España, es todo un desafío. Porque este archipiélago en medio del océano Índico, cerca del mar de Laquedivas, y al oeste de Sri Lanka, es lo más parecido al paraíso.
Maldivas está formado por unas 1.200 islas de las que menos de 200 están habitadas, y todas ellas, con sus playas, fondos marinos, y selvas y manglares, están repartidos en los 22 atolones naturales. El blanco nuclear de la arena, el verde turquesa de las playas y el azul intenso del fondo del Índico lo convierten en el destino perfecto del ecuador, el paralelo más importante que divide la Tierra en hemisferio norte y sur.
Dos historias casi desconocidas
Las Maldivas tienen una historia fascinante ya que estuvieron vinculadas a los señores feudales de las costas indias desde tiempos remotos y, además, desde siempre, han estado influenciadas por todos los que por allí arribaron gracias a su estratégica ubicación en las rutas comerciales del océano Índico. Los primeros habitantes probablemente llegaron desde el sur de la India y de Sri Lanka, y con ellos trajeron la religión budista que predominó durante varios siglos.
En el siglo XII, bajo el liderazgo del sultán Mohamed Ibn Abdullah, se convirtieron al islam y fueron un sultanato durante casi ocho siglos. Más tarde se convirtieron en colonia portuguesa y colonia holandesa hasta que, en 1887, pasaron a ser protectorado británico. Un siglo después, se independizaron de los ingleses y se integraron como estado asociado en la Commonwealth. En 1968, se instauró la república en un país que desde siempre ha estado influenciado por los comerciantes árabes, europeos y asiáticos.
Maldivas es el epicentro de la naturaleza, de la fauna marina, de las aves, ideal para viajar con amigos, en familia, en pareja o solo
Pero Maldivas también tiene otra historia que arranca a mediados de los años 70, cuando unos viajeros italianos llegaron, casi por casualidad, a una de las islas y se alojaron en cabañas hechas con hojas de palmeras. Así fue como se convirtió en un destino sin aeropuerto, sin electricidad en la mayoría de las islas, y sin puertos, por lo que los visitantes tenían que meterse en el agua hasta la cintura para llegar desde el barco hasta la playa. En aquella época en la que los maldivos vivían de los cultivos del maíz, de los frutos del árbol del pan, del cocotero, de la pesca y del marisqueo, se descubrió el edén.
La primera impresión
Hoy, la primera impresión que ofrece Maldivas se aprecia en pleno vuelo, antes de tomar tierra en el aeropuerto Ibrahim Nasir, de Malé, la capital del país. Desde el aire, el paisaje de las inmensas lagunas de aguas claras que rodean las islas y sus deslumbrantes jardines submarinos de coral dejan sin habla. Al salir del avión, uno percibe que ha llegado al mejor destino del mundo, a un paraíso con idílicos horizontes de playas y fondos marinos únicos en el planeta.
Maldivas es el epicentro de la naturaleza, de la fauna marina, de las aves, el lugar ideal para disfrutar con un grupo de amigos, en familia, en pareja, y hasta solo. Es un paraíso de deporte, aventura y de experiencias únicas. Y todo ello en alrededor de 300 km2 en los que viven medio millón de personas, la gran mayoría en Malé.
Desde el aeropuerto salen lanchas rápidas e hidroaviones hacia distintos destinos maldivos. Helengeli es, sin lugar a dudas, uno de los más irresistibles.
Un edén llamado Helengeli
Helengeli es una isla pequeñita de unos 900 metros de largo por unos 80 de ancho ubicada en el atolón Norte de Malé, a la que se llega desde la capital en menos de una hora en lancha rápida. Y en ella, como en casi todas las islas, solo encontramos un complejo hotelero, el Oblu Nature que se mimetiza en la naturaleza.
Aunque resulte increíble, aquí faltan horas al día para realizar las muchísimas actividades que brinda. Una de las más apetecibles son las inmersiones, por lo que nada mejor que acercarse hasta el centro de buceo con certificación PADI de Helengeli y escoger entre su oferta de cursos. En sus fondos es fácil ver al célebre tiburón ballena que, aunque mide hasta 18 metros, es inofensivo ya que solo se alimenta de plancton, de pequeños peces y de calamares. Es el pez más grande del mundo y en las Maldivas es posible encontrarlo en cualquier época del año.
Uno de los regalos de Helengeli es navegar en un 'dhoni', la embarcación tradicional local fabricada con madera de cocotero
Otro de los auténticos lujos es practicar esnórquel desde la propia habitación, situada sobre el agua. Con solo descender las escaleras, te zambulles en el arrecife entre pequeños tiburones de punta negra que nadan en los corales poco profundos, y entre grandes tortugas que pasean apaciblemente. También se disfruta de langostas, de barracudas, de peces payaso, peces unicornio y de una variedad de especies de colores inimaginables entre bosques de corales, estrellas de mar y una gran fauna marina.
Otro de los regalos de Helengeli es navegar en un dhoni, la embarcación tradicional local fabricada artesanalmente con madera de cocotero, para disfrutar de sensacionales puestas de sol acompañados por familias enteras de juguetones delfines. Pasear descalzo por la isla, ver el amanecer en la clase de yoga, observar las estrellas desde tu propia piscina, o disfrutar un masaje de expertas manos asiáticas son todo un regalo de los dioses.
La aventura hacia el atolón Raa
Otra gran aventura en Maldivas es viajar entre atolones. En pleno atolón de Raa, uno de los más grandes del archipiélago, encontramos Raaya by Atmosphere, una auténtica maravilla; un santuario integrado en la vegetación y rodeado de playas blancas formadas por conchas y corales.
Aquí te sientes como un náufrago a lo Robinson Crusoe en busca de aventura, porque, para empezar, para llegar a Raaya by Atmosphere hay que volver en lancha rápida a Malé, e ir hasta Noovilu, el aeropuerto de hidroaviones más bonito y más grande del mundo. El hidroaeropuerto tiene una terminal construida sobre tierra ganada al mar, desde cuyas terrazas se observan a estos pequeños aviones marinos aterrizar y despegar en imaginarias pistas sobre el océano.
Al igual que en Helengeli, en Raa solo hay bicicletas y pequeños buggies
También resulta insólito contemplar la naturalidad con la que los aviadores pilotan descalzos entre las olas y el cielo pequeños hidroplanos. Con tapones en los oídos y entre atolones casi a ras de agua, se llega en una hora de vuelo a Raaya by Atmosphere, donde el recibimiento, a ritmo de bodu beru, el gran tambor maldivo, pone la guinda a la aventura.
Raa, la meca del fondo marino
Cuenta la leyenda que Sebástian, un marinero, aventurero y artista, naufragó en una gran tormenta y que, casi moribundo, llegó a las playas de Raa donde vivió muchísimos años. Leyenda o realidad, se dice que Sebástian fue el descubridor de Raa, por lo que hoy su espíritu está muy presente.
Al igual que en Helengeli, en Raa solo hay bicicletas y pequeños buggies y los únicos complementos que necesitas son unas gafas, un tubo y unas aletas porque posee los fondos marinos más impresionantes del mundo y uno de los mayores fondos coralinos del planeta. Avistarás mantarrayas, sobre todo entre mayo y septiembre; auténticos gigantes de hasta ocho metros que impresionan a su paso, pero que son inofensivos, ya que se alimentan de plancton.
En los bosques de coral y arrecifes de Raa también es muy habitual ver enormes tortugas, con su ritmo pausado, transitando por las profundidades. Y, además, hasta donde alcanza la vista a través de las gafas de buceo, se observan grandes peces napoleón, con su distintivo bulto en la cabeza, coloridos peces payaso, peces aguja, anémonas, peces flauta, morenas, grandes estrellas de mar y, con mucha suerte, algún tiburón ballena. Quienes prefieren la superficie, podrán practicar kayak o surf de remo.
Por la playa y los manglares
La arena de las playas de Raa, formada por restos coralinos, es lo más parecido al paraíso que te puedes encontrar cuando viajas alrededor del mundo. La temperatura, de unos 30 grados, invita a sumergirse en las aguas del océano, de la piscina privada de la watervilla, o en la piscina infinita de la playa. Jugar a voley en la arena, dar paseos interminables por la orilla, observar cómo juguetean las crías de los tiburones de puntas negras, seguir a los cangrejos ermitaños, o subir a la atalaya de Sebástian para observar las estrellas son otros alicientes.
Sin duda, en esta isla asiática también hay que disfrutar de sus manglares, de sus aves y lagartos y de los enormes murciélagos de la fruta, los más grandes del planeta con más de 60 centímetros de altura. Y es que el contacto con la naturaleza en Maldivas es una de las mejores experiencias del viaje.
Recomendaciones
Equipaje. La maleta de los viajeros a Maldivas debe ser ligera. Aunque en ella no debe faltar un buen protector solar, una gorra, varios bañadores y ropa de algodón. Y como mucho, unas chanclas, porque las islas invitan a caminar siempre descalzo.
Una habitación sobre el mar, con vistas. Las watervillas, las habitaciones construidas sobre del agua en las que solo hay que caminar unos metros desde la cama hasta la escalerilla para llegar a las aguas turquesas del Indico, son un lujo para los sentidos. Se sustentan sobre pilares sumergidos en el mar y son lo más parecido a dormir en un barco, pero sin balanceo y con el agradable rumor de las olas que se escuchan desde una enorme y mullida cama.
Imuga. Un par de días antes del viaje hay que cumplimentar online esta declaración para entrar en el país.
Dónde dormir
La calidad hotelera de las Maldivas es brillante.
En Helengeli, el complejo Oblu Nature Helengeli by Sentido, con certificación Green Globe, combina la belleza tropical con las comodidades de un complejo de cuatro estrellas superior con 116 villas. Cuenta con piscinas privadas, piscinas infinitas y actividades deportivas y de ocio. Es ideal para el relax, la desconexión y los mejores tratamientos de bienestar para el cuerpo y la mente.
En Raa el lujo se disfruta en Raaya by Atmosphere con sus villas de playa y sus palacetes de agua con piscina privada y la Residencia Raaya, el gran lujo secreto de casi 900 m2.
Donde comer
La gastronomía fusiona influencias indias, árabes, africanas y del Sudeste Asiático, con preponderancia del producto de kilómetro cero, con el atún como estrella indiscutible, el arroz, alimento básico en la dieta local, y el coco, que se utiliza de múltiples formas.
En Helengeli: Just Grill es un precioso restaurante de estilo playero de suelo de arena y decoración y ambiente relajado que sirve productos del mar, verduras frescas y seleccionadas piezas de carne. El Raga Route, especializado en cocina india vanguardista, sobresale por los camarones a la parrilla y los postres.
En Raa: Ampers@Nd, a pie de playa, ofrece cocina asiática hecha arte a base de mariscos, carnes y opciones vegetarianas, con música en vivo. Raaya Life es un local de cocina árabe, maldiva y china, mientras que el Mizaj, que en árabe se traduce como estado de ánimo, es un poético restaurante junto a una piscina que por la noche sirve alta cocina de Oriente Medio.
Cuándo ir
Aunque todo el año es el paraíso, para los amantes de las actividades acuáticas, los mejores meses son de enero a abril. Es la época ideal para disfrutar del buceo y del esnórquel, porque la visibilidad bajo el agua es excelente y la vida marina está en su apogeo.
Para viajar a Maldivas no es precisa vacunación.