Por qué los indios veneran las plumas de pavo real

Serendipias

Por qué los indios veneran las plumas de pavo real

Cuando el calor ya es insoportable, un pavo real despliega su cola mientras todos los vecinos miran al cielo esperando la llegada del monzón. Sus cantos como banda sonora de arrozales y palmeras. Jugando a ser veleta en los tejados de un palacio de Jaipur o rodeado de antiguos sabios en el corazón de la selva. El ave nacional de la India siempre me ha causado una gran fascinación, así que cuando descubrí que cerca de mi última parada existía un templo dedicado al mayura - como se le conoce en sánscrito -, no pude resistirme. Solo hicieron falta tres tuk-tuks y un autobús hiperventilado para llegar. ¡Pam! La mano del hombre que va sentado a mi lado aplasta un mosquito en su brazo. 

Una hora después, por fin alcanzo Basadi Betta, un centro de peregrinación junto a Mandaragiri Hill, a 60 kilómetros de la ciudad de Bangalore. Un lugar tan rural y apartado que ni los taxistas quieren acercarse. En el arco de entrada dejo los zapatos fuera y avanzo hasta que la risa de una familia indica su presencia. Entonces ya no puedes apartar la mirada de ese curioso templo de 81 metros de altura en mitad de la nada. Una construcción tan kitsch como colorida y exuberante que exactamente no es un pavo real, sino un picchī

El 'mayura picchī 'es un plumero ancestral de plumas que caen del pavo real durante las lluvias, símbolo de sabiduría y buena suerte

Y os preguntaréis, ¿qué es un picchī? El mayura picchī es un plumero ancestral hecho con las plumas que caen del pavo real durante la época de lluvia. Un símbolo de sabiduría y buena suerte para diversas religiones y creyentes del subcontinente: desde el taxista que guarda su manojo en la guantera hasta las cenefas de plumas y hojas de mango que cuelgan en algunas puertas para ahuyentar las malas energías. 

El picchī ha sido utilizado por los monjes jainas desde tiempos inmemoriales para apartar a los insectos al entrar en los templos y así no pisarlos, en un acto de no violencia que implica el respeto hacia todos los seres vivos. De hecho, los monjes solo pueden estar rodeados de tres objetos: un libro, una tinaja de agua caliente y un picchī, elemento al que también se describe en los textos antiguos como limpio - ya que no se mancha de polvo ni de sudor-; suave, no perjudicial, tierno y ligero. Todo esto se explica en el austero interior del mandir a través de unos pocos cuadros y viñetas. 

Basadi Betta, un centro de peregrinación situado cerca de la ciudad de Bangalore

Basadi Betta, un centro de peregrinación situado cerca de la ciudad de Bangalore

Alberto Piernas

Al salir, aún me da tiempo a subir los 435 escalones hasta la cima de Marandagiri Hill, donde encuentro un conjunto de representaciones de monjes desnudos con plumeros sobre el pubis y esculturas de personas en posición de loto frente a un árbol de la vida. Alrededor, el verde superlativo todo lo envuelve, la luna ya despide al sol y un niño sin pañales me sonríe. Flota una paz que incluso hace cosquillas a las ubres de las vacas y la ropa tendida. 

Al volver en el bus hacia Bangalore, un mosquito se posa en el brazo de otro pasajero, que también intenta aplastarlo mientras yo consulto las noticias en el móvil. Hoy tampoco es un buen día para la humanidad. Quizás, en un mundo de ultraviolencia como el actual, resulte demasiado utópica la idea de sustituir todas las armas del planeta por ligeros y amables picchīs.

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