Hoy en día, es habitual vivir a ritmos frenéticos, con listas de tareas interminables y una sensación constante de no llegar a todo. Además, nos acechan las distracciones. En este contexto, la productividad se torna indispensable. Pero nuestra propia mente nos tiende trampas que merman nuestro rendimiento.
Las trampas mentales son pensamientos y conductas habituales que adoptamos sin ser conscientes y consumen gran cantidad de nuestro tiempo y energía. Para ponerles remedio, es fundamental saber reconocerlas a fin de corregirlas. Nir Eyal, autor del libro “Indistractable: How to Control Your Attention and Choose Your Life” (“Indistraible: cómo controlar tu atención y escoger tu vida”) recoge en Psychology Today las cuatro trampas mentales que matan tu productividad y detalla cómo solucionarlas.
La falacia de la planificación
Apela a los errores que cometemos cuando planificamos las tareas sin tener en cuenta el tiempo real que nos llevarán. Bien sea por pecar de ser demasiado optimistas o por fruto del desconocimiento, tendemos a subestimar cuánto tardaremos en acometer ciertos trabajos.
Si no tenemos en cuenta el tiempo que necesitamos para realizar nuestras tareas, caeremos en un bucle de no llegar a tiempo y tener que posponer toda nuestra planificación, o bien robar horas de nuestro tiempo personal para seguir trabajando. Todo ello redunda no solo en una pérdida de productividad, sino también en un crecimiento del agotamiento, el estrés y la frustración.
La solución a esta trampa mental es planificar las listas de tareas con plazos temporales realistas. De modo que no te permitas exceder el tiempo que dedicas a cada una, pero también tengas margen suficiente para cumplirlos.
Momentos liminales
Los momentos liminales son aquellos que transcurren entre una tarea y otra. Por ejemplo, mirar las redes sociales mientras esperas a que empiece una reunión. Este tipo de prácticas parecen inofensivas, pero a la larga se acumulan en varios ratos desaprovechados durante el día.
La solución reside en la regla de los 10 minutos: cada vez que te asalte el impulso de mirar tu teléfono o ir a por un café, espera 10 minutos y sigue trabajando mientras. Generalmente, pasado ese tiempo ya no sentimos las ganas de hacerlo y podemos continuar con nuestro trabajo.
El efecto de la mera urgencia
Hace referencia a la tendencia que tenemos de ocuparnos antes de las cosas urgentes y rápidas, en lugar de priorizar obligaciones más importantes pero que nos llevarán más tiempo y esfuerzo. Para solucionarlo, apuesta por planificar sesiones de trabajo enfocadas y bien estructuradas. Durante un periodo de tiempo concreto, toda tu atención debe dedicarse a una tarea importante, sin dejar margen para distracciones.
Vergüenza por no hacer todo
La cuarta y última trampa mental es sentirnos avergonzados por nuestra falta de productividad. Esto nos hace sentir peor y puede empujarnos a procrastinar y buscar precisamente más distracciones para escapar de esa culpa.
En su lugar, debemos ser benévolos y tener compasión por nosotros mismos, para mantener el estrés a raya. Asumir la responsabilidad de nuestras acciones, pero sin vergüenza.