En casi todas las noches de los últimos 20 años, el polifacético fotógrafo Carlos Puig Padilla se ha dejado ver con una pequeña cámara al hombro. Nueva York, Londres, París, Madrid y Barcelona han sido los principales escenarios del idilio permanente del objetivo del artista con los personajes que pululaban a su alrededor.
Un flirteo consentido en el que el catalán y parisino de adopción eleva a la categoría de arte el lema que resume su vida: “Repartiendo felicidad”. Una alegría inmensa por vivir que se derrocha en cada una de las 56 fotografías que integran la exposición Friends que se inaugura la noche del jueves en The A Studio, un nuevo espacio multidisciplinar de la interiorista Marta Catalán, en el 19 de la calle Mèxic, en Barcelona.
La exposición es una celebración, una fiesta permanente donde los personajes se muestran huidizos, en ocasiones, descarados y sin complejos casi siempre.
La sala The A Studio expone 56 imágenes de las noches de París, Madrid, Nueva York y Barcelona
De noche, en esas fiestas, Puig Padilla se hace invisible. “Me gusta que no me vean, que mis amigos actúen a mi alrededor con absoluta naturalidad sin poses ni posturas; tal como son”, explica a La Vanguardia , mientras termina de acondicionar la sala ayudado por el artista Paul Ekaitz.
No es esta su primera exposición de fotografía, pero sí la más importante. En el último año, Puig Padilla seleccionó entre miles de imágenes de las últimas dos décadas que narra en blanco y negro la amistad.
Hay personajes que repiten instantánea. La actriz Bibiana Fernández o la también actriz Rossy de Palma necesitan más de una fotografía. Ellas son familia, la casa de acogida del autor en infinitos instantes de su vida. Con ellas como con Martina Klein o Nieves Álvarez, Puig Padilla ha compartido confidencias, amor y vida.
Sin pretenderlo, la mirada se va y se queda en los rostros felices de Bimba Bosé y David Delfín, amigos del autor y que una y otra noche jugaron con su objetivo. Llenos de vida, la actriz y el diseñador reviven inmortales en el nuevo espacio multidisciplinar.
La muestra es una memoria viva de las últimas dos décadas de una noche y unas fiestas a las que se acudía con avaricia de desenfreno. Un documento en el que los protagonistas, algunos especialmente populares y otros sencillos anónimos, reciben el mismo tratamiento, ser importantes en la vida del autor.
Desea Puig Padilla emular en este trabajo al periodista y fotógrafo norteamericano Bob Colacello que con su pequeña cámara Minox fotografió a miles de personajes de las fiestas a las que acudió con Andy Warhol: Diana Vreeland cenando con Norman Mailer, Warhol sacando una polaroid de Willy Brandt, Truman Capote en Studio 54, Diane Von Furstenberg sin vestir antes de una boda...
Hay una intencionada intensidad del blanco y negro impreso en el papel, con grandes contrastes buscados que, para alegría de los protagonistas, suaviza los rostros liberándolas de cualquier marca.
El autor busca en este trabajo desempolvar las noches, mostrar lo íntimo, lo escondido, lo prohibido y clandestino. Con su pequeña Canon al hombro, y su curiosidad descarada y chispeante, el fotógrafo ha ido imprimiendo memoria de los momentos que se suceden ante su mirada y que ha retenido como fragmentos de aquellos instantes felices, locos, salvajes y despeinados.
“Nunca te pierdas una fiesta, son buenas para los nervios, como el apio”, recomendaba Francis Scott Fitgerald. Y Carlos Puig Padilla ha seguido el consejo a rajatabla.