Almudena Amor, del anonimato al Goya: “Si pienso en el futuro, se me va la pinza”

Igual lo de la magia del cine es más cierto de lo que parece, pero la realidad es que hace apenas unas semanas, antes del estreno de El buen patrón, nadie sabía quién era Almudena Amor. Ahora, esta actriz madrileña del 94, algo pelirroja, zanquilarga y de rasgos afilados, es la promesa con la que muchos quieren trabajar, la revelación que aspira al Goya como tal y esa novedad de la que todo se quiere saber. Si la película de Fernando León, que le ofreció el papel de una sensual Lolita que sabe lo que quiere y como conseguirlo, ante un Bardem en plenitud, la ha colocado en el escaparate, La abuela, de Paco Plaza, que se filmó primero, llega a los cines envuelta en los ropajes de lo misterioso y sobrenatural.

¿Esperaba tanto, tan pronto?

No sé muy bien lo que esperaba, la verdad, pero lo estoy llevando con mucha tranquilidad. Mi entorno sigue siendo el mismo. Siento que vivo en varias realidades: una que es ésta, la de una actriz joven que acaba de ser descubierta y otra la de mi normalidad como persona. Claro, hay veces que me entra el vértigo y me pregunto “Pero, ¿qué está pasando?”, pero tiro adelante y como soy bastante yo misma todo el rato, no tengo mucho conflicto. Algún momento en que tiemblan los engranajes hay, aunque intento estar en el presente porque si pienso en el futuro se me va la pinza.

Con la película ‘La abuela’ tengo un vínculo muy especial porque me sentí muy conectada con el personaje”

¿Por qué cree que, en este momento en el que intentan hacerse hueco tantos actores jóvenes, ha destacado tanto?

¿Qué tengo yo que no tengan los demás? Es una pregunta muy difícil que no sé contestar. Me dicen que soy diferente, pero yo no sé en qué. A menudo me siento un poco marciana, pero no creo que sea por eso porque todo el mundo, en algún momento, se encuentra así, cada cual a su manera. Sinceramente, no lo sé. Los directores con los que he trabajado dicen que soy muy natural, que los ojos no mienten. Cuando hice la prueba del “patrón” llevaba mascarilla y solo se me veía eso. También me han comentado que encuentran en mí mucha verdad; que nada de lo que dijese les parecería mentira…

En La abuela está presente en todos los planos… Menudo comienzo.

Y encima solo había dos personajes y me sentía un poco sola en el sentido de que la otra actriz, Vera Valdez, es una señora de 85 años que cuando no estaba rodando estaba descansando, lógicamente. Como actriz, a tope. Era una más del equipo técnico. Con esta película tengo un vínculo muy especial porque sentí algo súper fuerte en mí; me sentí muy conectada con el personaje. Siempre tuve el pálpito de que me lo iban a dar. Claro que me entró el vértigo, pero poco a poco vas haciendo y el hacer te da seguridad. Los actores somos personas bastante vulnerables y los novatos, más. Te preocupan tus movimientos, tu voz … Y encima era una de terror y suspense y realismo mágico con situaciones muy límites y había que entrar en interioridades complejas. Y nos pararon por la pandemia. Sí, menudo comienzo. Siempre le agradecerá a Paco Plaza esa primera oportunidad. Cambió mi vida.

En las escenas de sexo Bardem puso a prueba toda mi valentía; mi personaje tiene que poner muy nervioso al suyo...”

Cuando llegó El buen patrón, ¿sintió que ya sabía manejarse mejor?

Pues no sé, la verdad. Cuando me llegó la convocatoria de la prueba con Bardem, no me lo podía creer. Me iba a esforzar un montón, pero eso iba a estar jodido, pensé. Cuando me cogieron, me entró el síndrome del impostor y estaba esperando a que me mandaran a casa de un momento a otro. La mente a veces es nuestro peor enemigo. Luego, en los ensayos, ganas confianza y empiezas a pensar menos y a sentir más, que es de lo que se trata, porque ese director ha visto a muchas personas, pero te ha elegido a ti. Solo por ver trabajar a Javier, a Fernando León o a Paco Plaza ya merece la pena el trago de los nervios y las inseguridades. Lo que está claro es que tienes que dar lo mejor de ti… si sabes cómo hacerlo, y eso se aprende currando y hablando con el director. Es lo que te centra y te hace no estar pensando en otra cosa, sin esperar nada más. Y luego llegó el momento dulce de San Sebastián, de los Óscar, de los Goya y no deja de sorprenderte todo esto, pero parece que me ha salido bien esa niña ladina y manipuladora…

¿La guinda fueron las escenas de sexo?

Por si faltaba algo (risas). Bardem fue maravilloso, pero puso a prueba todo mi compromiso y mi valentía porque se supone que mi personaje tiene que poner muy nervioso al suyo. Uff, no fue fácil de entrada, pero todo es diferente cuando coges confianza y te ves lanzada y a por todas. Una película así, en la que hay un juego de poder donde ninguno sabe muy bien quién va a ganar, pero ponen todas sus armas a punto, por si acaso, es un regalo.

La noche de copas que le cambió la vida

Almudena Amor fue una niña que quería ser cómica, pero, como lo veía imposible, no se lo decía a nadie. Le parecía difícil. “Yo creo que lo intenté casi todo para no estar ahí”, explica. “De hecho, ya había decidido vivir otra vida, estudié publicidad y acabé la carrera, pero me iban llegando propuestas porque estaba trabajando en la moda para tener algo de dinero propio. A veces, un corto de unos colegas, que no me daban diálogo y me sentaba fatal, algún videoclip musical … Cuando acabé los estudios hice prácticas de diseñadora de arte y me di cuenta de que eso no me iba a llenar la vida”. Lo decidió una noche de copas, sentada en la acera, cuando quien sabe si un posible ligue, pero sin duda tipo visionario, le dijo que tenía cara de actriz. “Siempre he sido una persona muy pasional y muy soñadora; tenía que intentarlo y a los 22 empecé a formarme. Me tomé ese tiempo como un regalo porque, en cualquier caso, siempre podía volver al punto de partida… Y, de pronto, empezó a venir todo rodado. Un cortometraje en el que participaba ganó el Notodofilmfest, en el que la descubrió su representante… “Cuando estás empezando, todo eso es muy beneficioso porque nunca sabes lo que te va a llevar a lo siguiente”. Y tanto.   

Trabajar como modelo ¿Le aportó algo?

No más allá del dinero que necesitaba para irme todo el verano al pueblo de mi familia o para vivir de algo mientras estudiaba. No era mi rollo, pero tuvo cosas estupendas como el ir a trabajar a otros lugares, como Milán, Barcelona o París, que fueron experiencias personales maravillosas. Me lo tomé como una especie de aprendizaje para crecer, conocer mundo y enfrentarme a cosas nuevas, pero no tanto para escalar en el mundo de la moda, aunque, al final, le dediqué unos años.

Y, en su día a día, ¿la moda está presente?

Me interesa, pero soy muy vaga. Siempre voy cómoda, nunca me maquillo, pero como tengo que arreglarme para asistir a estrenos y a eventos, la moda me sirve para darme cuenta de cómo es ahora mi vida y para encontarme en ese espacio, diferenciando entre mi yo personal y mi yo del curro, que no es el mismo. Ahí ya no puedo ir con mis zapas y mi pelo normal. Tiene que haber al menos un punto de imagen de actriz. Para mí es importante que sea así; no creo que pudieran considerarme natural si no lo fuera en mi vida personal. De hecho, no creo que yo pueda ser de otra forma; no es algo que elija de modo consciente. Luego, partiendo de ahí, sí tienes que sacar otros contenidos de ti a la hora de interpretar. La ropa, el maquillaje, la postura, ayudan.

¿Se encuentra bella?

Pues depende del día, como todo el mundo. Sobre todo es así cuando me siento más yo, pero desde que trabajé en el mundo de la moda, en el que lo físico es lo esencial, intento que la gente vea más lo de dentro que lo de fuera. Ahora menos, pero, en su día, me vestía muy ancha; intentaba evitar esa belleza estereotipada. No quería que eso fuera lo primero que la gente recibiese de mí; que se formasen un juicio a través de la apariencia. Soy alta y muy flaca. Mi físico tiene importancia para mí y me llevo bien con mi cuerpo. Como actriz, la imagen puede ser más o menos importante, pero para ser modelo es algo básico. Yo quiero expresarme desde otro lugar, utilizando mi cuerpo; que mis ojeras sean, en lugar de algo que estorba, lo que me permita caracterizar mejor a un personaje.

En el escaparate de las redes no hay mucha gente que sea como es en realidad, siempre hay pinceladas de más”

¿Cree que es cierto que actualmente no se llega a ningún sitio importante sin triunfar en redes?

Hay quien lo dice, pero todos sabemos de actores y actrices buenísimos a los que les va igual de bien sin pisar las redes. Al final, creo que el público percibe la sinceridad, y eso, en redes, es difícil de conseguir. No hay mucha gente que consiga ser como son en realidad, en ese escaparate. Siempre hay pinceladas de más. Pero si en ese “ser tú mismo” está implícito querer tener dos millones de seguidores en Instagram, y encima lo que haces le interesa a ese público, entonces, estupendo. Cuando empezó a sonar mi nombre, me quité de Instagram. Lo puse en privado; me salió así. Quizá quería protegerme y estaba tan enfocada hacia mi trabajo que no me venían bien los conflictos y los comentarios de personas que no me conocían y sí, por el contrario, e los que saben cómo soy. No quería que se llevasen una impresión equivocada de mí y me gustó mucho estar unos meses fuera de las redes; me di cuenta de que no pasaba nada. Luego, decidí abrirlas otra vez cuando me di cuenta de que, desde el momento en que tu cara se hace pública, mucha gente te va a mirar de otra forma; va a tener una idea sesgada de ti. Bueno, voy a compartir lo que me apetezca y no lo quiero sentir como un trabajo sino como un espacio más donde tengo la oportunidad de expresarme y encontrar a gente que me inspire.

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¿Le perturba la crispación que, a menudo, se refleja en ellas?

Paso de los juicios sociales en redes. Me parecen lo peor. No entiendo eso de que todo el mundo se crea que puede opinar sobre la vida de alguien y sus decisiones. Al final, la gente que me sigue acepta lo que estoy proponiendo y tengo una relación sana con el fenómeno, pero es muy preocupante y peligroso el insulto y la falta de respeto con que se publican muchos mensajes. No hemos nacido con un micrófono de fábrica. Compartir sí, dar rienda suelta al odio, no.

¿Qué le agobia en estos días tan singulares?

La falta de empatía. Hemos llegado a un punto de egoísmo disfrazado de supervivencia muy preocupante; un individualismo enorme. Y enjuiciamos muy rápido y con una facilidad tremenda. Creo que deberíamos dar más espacio a la reflexión. Pienso que la empatía y el sentido común son básicos y antes estaban presentes en nuestras vidas de una manera mucho más constante y clara.

¿Piensa en la clase de actriz que le gustaría ser?

Sí. No me lo había planteado hasta ahora. No lo tengo al cien por cien, pero sí se que quiero ser honesta, camaleónica, algo misteriosa también, que no se sepa demasiado de mí. Y muy ilusionada por el trabajo, las nominaciones; que si no hubieran llegado hubiera sido feliz igual. Todo lo que ocurre es bueno; con estas dos películas ya estoy servida y expectante por los proyectos que tengan que venir y que espero que sean muchos, interesantes y que me permitan disfrutar del trabajo como hasta ahora.

Fotografía: Rocío Aguirre V.
Estilismo: Fermin+Gilles.
Peluquería y maquillaje: Pepito Juez @pepitojuezatico. Asistente de fotografía: Felipe Orellana.
Postproducción: Rayén Palacios.
Coordinación: Aurora Segura Celma.
Agradecimientos: Hotel Vincci Capital. Gran Vía. Madrid