Y ahora, una líneas punkis y descaradas y de verso libre para explorar las rimas dibujadas punkis y descaradas del agitador de la imagen Riki Blanco, que da en el ídem de la diana en su trabajo La poesía que nos merecemos (Reservoir Books), compendio de excursiones gráficas que gatean sobre el alambre de lo absurdo de la realidad.
Trabajo en el que entre dibujo y dibujo, mensaje y mensaje, hay páginas en blanco para que usted, si tiene horror vacui también escriba o dibuje o haga garabatos mientras, por ejemplo, participa en esa reunión de zum o tims tan insoportable como estéril.
Unos pocos dibujos escogidos de Riki Blanco. Un señor en el rincón de una piscina azulísima donde va expandiéndose una mancha verdosa: “Por favor, si meas en una piscina, hazlo en una esquina”. Un mago elegantísimo que ejecuta con perfección el truco de los pañuelos de colores atados entre sí que van saliendo de la boca, solo que en vez de sacarlos graciosamente... los está vomitando .
El vaquero del famoso anuncio de tabaco que cabalga con una taza de café humeante entre las manos mientras declara resignado: “A todo se acostumbra uno”. Un escarabajo que de tanto correr, de tanta prisa que tiene, tropieza, queda boca arriba: "¡No, joder! ¡Que llego tarde".
“Algunos de estos trabajos son un tránsito entre la poesía, el absurdo y la realidad. Pero sobre todo lo que quiero es explorar la elegancia ligada al patetismo, la sobriedad y la comedia”, explica el ilustrador barcelonés mientras recuerda los dibujos del señor de la piscina y el mago de los pañuelos. “Los dos son graciosos y patéticos a la vez”, cuenta Blanco.
Algunos trabajos tránsitan entre la poesía, el absurdo y la realidad; pero sobre todo lo que quiero es explorar la elegancia ligada al patetismo
Hablando de personajes patéticos, uno de los dardos parte en dos el tupé de Donald Trump, ya de por sí hombre viñeta: “He deformado los rasgos de Trump para hacer su caricatura, y me ha salido una persona normal”. El ex presidente no lleva mascarilla, porque no se la puso casi nunca y porque estos trabajos de Blanco son de antes de la pandemia, covid-free. Las ilustraciones en sí ya inoculan suficiente espíritu crítico contra el capitalismo, el poder abusivo, los machistas, los fascistas, los que gritan mucho y no tienen nada que decir.
“Sí, se ve que es un trabajo prepandémico, que empezó hace dos años -certifica Riki Blanco-. No quise cambiar nada. Era lo más honesto, así el libro queda más atemporal, aunque es extraño no hablar de lo que pasa todo el día”. En todas las ilustraciones hay un hilo conductor un poco destroyer, que intenta darle otra perspectiva a lo que nos pasa, pintarla con un color inesperado.
“Los trabajos tienen un toque punk, una filosofía que me ayuda a agitar, llegar hasta la médula de las cosas. Con 17 años quería destrozar el mundo con esa actitud punk y ahora quiero arreglarlo con el mismo sistema, con la agitación”, cuenta al teléfono desde su estudio en Madrid. Las ideas dibujadas de La poesía que nos merecemos tienen su origen en el primer trabajo del autor, El camino más largo, que se autoeditó y que como este "Es un trabajo que va de la filosofía a la realidad y viceversa".
¿Cómo surgen las ideas? “A veces soñando, paseando o trabajando”, responde. Uno de sus personajes habla por él: “Se me ocurrió una idea muy buena mientras hacía el amor. Así que me vi en la tesitura de tomar una decisión: parar para anotarla o seguir y arriesgarme a que se me olvidase”. Al final, claro, ni una cosa ni otra. Hace unos meses el gran ilustrador escocés Tom Gauld también confesaba en estas páginas que muchas de las ideas para sus viñetas también le llegaban mientras paseaba.
Hay imágenes que nacen de chispazos como la del golfista que intenta darle a la bola en plena nevada en la que los copos son idénticos a la pelota. "Era un trabajo que hice para el Hollywood Reporter, y me imaginé ‘¿y si ahora empezara a nevar?, a veces salen ideas paralelas a partir de los encargos. Estas imágenes en las que lo que hace reflexionar es el paisaje, acercan a Blanco al trabajo de sus admirados Joan Brossa o Chema Madoz.
Epílogo sorpresa
El padre del artista le escribe una carta y le felicita: “Haces crítica sin ofender a persona alguna (el presidente americano no cuenta, él empezó primero)”
Tal vez el toque más sorprendente es el epílogo firmado por el padre del artista confesando que no entiende algunas ilustraciones y felicitándole por el trabajo: “Haces crítica sin ofender a persona alguna y eso lo veo muy bien (el presidente americano no cuenta, está acostumbrado y además, él empezó primero)”. Don Leopoldo, que así llama el padre de Blanco, apela a los orígenes gallegos del ilustrador con un ingrediente especial: "Veo que utilizas la hipérbole y la ironía (...)como ya lo hacía nuestro paisano Valle-Inclán, con mucho éxito, por cierto.
Poema visual
Y al final, una despedida elegante y cañera. Un poema visual creado por la fotógrafa, Emilia Gutiérrez, para retratar al poeta visual. El artesano que no lleva el lapicero en la oreja, sino un dardo, pero que a la vez es el objeto de elogio o de reproche. La estrella que está en el disparadero, en el punto de mira. Blanco cree, de todos modos, que más que la crítica (“repartir culpas es mucho más fácil”), lo interesante –concluye– es la autocrítica y que las ilustraciones no sean solo gags, sino que reverberen”. En la diana.