Jaume Plensa: “Me preocupa más el dolor de tanta gente que mi obra”
Entrevista
El escultor catalán afirma que la vida frágil del artista le ha enseñado a saber esperar y cree que el confinamiento es “momento para pensar en los demás, en la comunidad”
Esta es una conversación en dos partes, y casi me atrevería a decir que en dos mundos. La primera tuvo lugar en el estudio de Sant Feliu de Llobregat, a las afueras de Barcelona, donde un Jaume Plensa en estado de ebullición trabajaba en múltiples direcciones. En los primeros días de febrero la amenaza de pandemia no era siquiera un rumor lejano, y a la vuelta de la esquina le aguardaban proyectos en Toronto, en Chicago, en Nueva Jersey, en Los Ángeles… Cuando retomamos la charla esta semana, vía telefónica, da la impresión de que haya pasado un siglo. Toda su agenda ha sido cancelada y las fechas han desaparecido de su calendario. Pero el artista, de 64 años, está ya de vuelta al taller, si bien nunca lo cerró del todo. “Mi estudio está en mi cerebro”, dice, y entre uno y otro momento nos regala una lección atemporal sobre su humanismo y su arte.
¿Cómo vive este momento de incertezas?
Un artista siempre está un poco aislado y solo. Mi día a día no ha cambiado mucho en ese sentido, aunque echo de menos los viajes porque mis amigos están repartidos por todo el mundo y a partir de ahora me va a costar verlos. Y sí, se han cancelado todas las inauguraciones, pero los proyectos siguen ahí, no están muertos. La vida del artista siempre es de una gran fragilidad y eso te enseña a saber esperar. Me preocupa mucho más el dolor y el sufrimiento de tanta gente que mi obra o mi carrera. Es un momento para pensar en los demás, en la gente, en la comunidad. La sorpresa agradable ha sido ver el comportamiento increíble de la ciudadanía y la lección de madurez social que está dando a los políticos, más obsesionados por la ideología que por los valores humanos.
¿Saldrá del coronavirus un mundo mejor?
Como artista soy un profesional de la ilusión y me gustaría pensar que será así, pero desconfío de la idea utópica de que el castigo nos hace mejores. La experiencia histórica nos demuestra que no acabamos de aprender. Sería bueno que reflexionáramos sobre cómo hemos presionado a la naturaleza y cómo esta se está vengando, con razón.
¿De qué modo cambiará el mundo del arte?
Creo que lentamente volverá a imponerse la calidad de las obras. Estamos hablando demasiado de los mercados, como si fuera algo que se tiene que destruir y repensar, pero en realidad el mercado no tiene ningún valor en el arte. Sería como hablar de fichajes en el futbol. Lo importante es quién juega bien y es hora de empezar a hablar del arte desde el punto de vista del artista y de la creación. Hay que dejar atrás esa obsesión por los precios cuando lo importante son los valores. Es un momento de sembrar semillas.
Usted, que pasa la vida en un avión, ¿concibe una vida sin viajes?
En textos que había escrito hace veinte o treinta años hablaba de que puedes ver lo mismo en cinco centímetros que en cinco kilómetros, que todo depende de ti. Y sigo manteniendo lo mismo. El viaje está dentro de ti, no está fuera. Lo que pasa es que nos habíamos acostumbrado a expandirlo. Cuando digo que mi estudio está en mi cerebro no quiero decir que no tenga estudio, sino que es una ampliación de ese cerebro y esos cinco centímetros que hemos convertido en miles de kilómetros han hecho que abrazáramos la idea de mundo global,que creo que es muy importante y no debemos perder. El riesgo de una pandemia de este tipo es pensar que el otro es el causante de tu problema y no es así, simplemente es como un fermento que ha eclosionado en medio de todos nosotros. Yo creo que el viaje volverá pero de momento ha de ser un viaje intimo, personal y mental.
¿Sin arte el mundo sería vivible, habitable?
El arte es connatural al ser humano. El arte es inevitable. No es una decisión intelectual. La de ser artista tampoco. Recuerdo que cuando expuse en el Jeu de Paume de París, a comienzos o mediados de los noventa, en la entrada de los despachos había una frase de Marcel Broodthaers con la que me identifiqué mucho porque estaba en una edad parecida. Decía: “Si pudiera cambiaría de oficio, el problema es que tengo más de cuarenta años”. Es una crisis regular en el creador.
Hay que dejar atrás esa obsesión por los precios cuando lo importante son los valores: es un momento de sembrar semillas”
¿Ha tenido alguna vez la tentación de cambiar de oficio?
Cada día. La creación tiene esa maravillosa virtud de dejarte siempre insatisfecho. Es mucho más enriquecedora para el espectador que para el artista. Al artista muchas veces la creación no le facilita la vida, se la complica. Y eso también es lo apasionante. El creador es un aventurero, un personaje incómodo incluso para él mismo. Y muchas veces la forma de saber cómo eres y de encontrarte es a través de la actividad artística. Es muy complejo.
¿Y en esa búsqueda de sí mismo, de la singularidad, recuerda el momento en el que sintió que este era el camino?
No, en absoluto. Yo lo dejé varias veces. Cuando me fui a vivir a Berlín ya tenía 28 años y varias vidas anteriores, lo había dejado, había vuelto y lo había vuelto a dejar. Yo empecé tarde a decir ‘no sé si es esto lo que quiero, pero es lo único que más o menos sé hacer’.
¿Por qué quiso dejarlo?
Nunca he pensado que el arte sea una dirección a seguir. El arte ha de ser una consecuencia de la vida y hay momentos en la vida que el arte es menos imprescindible o menos necesario o hay cosas que toman más fuerza o más importancia y las seguí en ese momento. Luego me pareció que era el momento de volver. No tengo ninguna fidelidad con el arte. No es una religión en absoluto. Ha de ser una consecuencia de tu vida. Y cuando es así se vuelve una forma de respirar, una forma de vivir, una actitud con la realidad y con las cosas.
Un artista siempre está un poco aislado y solo, y se han cancelado todas las inauguraciones, pero los proyectos siguen ahí, no están muertos”
¿Toda su obra es una celebración de la vida?
Intento que mi mensaje sea un mensaje positivo a la humanidad. Lucho por no mandar mensajes negativos. La realidad es muy negativa por si misma y a veces me parece una redundancia que el intelectual, para parecerlo, tenga que trabajar con la tristeza. La humanidad, con todas sus imperfecciones, ilumina la vida y eso en si mismo ya es una celebración. El arte tiene una capacidad extraordinaria de crear belleza.
¿Cómo definiría la belleza?
Una vez la definí como algo que tenemos todos en la cabeza, un estremecimiento.
¿Es también su manera de vincularse con los demás?
Muchas veces utilizamos la obra de arte como diario de bitácora, pero para que la obra tenga una trascendencia y pueda tener un significado para el espectador, esta forma de contar tus experiencias se ha de transformar en algo más general, de forma que también abrace las experiencias de otros. Y eso también es una forma de madurar como ser humano, que cuando hablas de ti estás hablando de otros y cuando hablas de otros estás hablando de ti. Esta comunión es el momento en que las cosas empiezan a funcionar en relación contigo y con los demás. Pero a veces no es así, he pasado muchos años de mi vida sin conexión con un público y sin que haya una explicación para ello.
Ahora sucede todo lo contrario. Sus esculturas están plantadas en todos los rincones del planeta.
Es como si después de la tormenta viniera la calma y esa humedad que has ido generando en una tierra que a veces no te ha entendido bien, fuera fructificando. Pero lo importante es que tú lo hagas porque quieres hacerlo, no porque tengas que tener una respuesta. El arte nunca ha de ser didáctico, ni ha de ser la celebración de una verdad, simplemente es tu verdad y es tu camino.
En el espacio público el arte ha de sobrevivir por si mismo, y tiene algo maravilloso, esa forma tan democrática de penetrar en la comunidad”
En su caso, esa conexión con los demás tiene lugar sobre todo en el espacio público.
Siempre me ha gustado el arte en el espacio público porque no está arropado por una institución, una galería o un museo, lugares a los que la gente acude presuponiendo que lo que encontrará dentro es arte. En el espacio público el arte ha de sobrevivir por si mismo. Y luego tiene algo maravilloso, que es esa forma tan democrática de penetrar en la comunidad.
Sin embargo a veces se percibe como una intromisión, como si el artista fuera un intruso.
¿Y los arquitectos? Nadie habla nunca del arquitecto. El arquitecto es una figura muy interesante porque trabaja en un espacio privado que se convierte en público. El terreno pertenece a un propietario y él lo transforma en un objeto que ve todo el mundo. La intervención en los espacios que compartimos siempre es compleja, pero también un museo, un teatro, son espacios públicos. Y nunca se habla de ellos en esos términos. Yo creo que se ha simplificado mucho el concepto de espacio público, que es algo que a veces la comunidad transforma en aquello que no está en mi casa, algo que está fuera, algo que no me pertenece.
¿Por qué cree que su obra conecta con culturas y sensibilidades tan diferentes?
No lo sé, pero te juro que es increíblemente maravilloso por ejemplo esa especie de abrazo que está teniendo la gente de Madrid con Julia, la pieza que instalé en la plaza de Colón. O lo que pasó con Carmela frente al Palau de la Música. Lo he vivido antes en Antibes, en Iowa, en Japón o en Pilane, al norte de Suecia… Lo que tenía que ser una exposición temporal se acaba convirtiendo en una pieza estable. Cada vez compruebo más que mis exposiciones empiezan cuando acaban, es decir, cuando retiras la obra es cuando más impacto tiene entre la gente porque nota su falta. En Madrid se queda un año más de momento. La plaza Colón es un despropósito y Julia le aporta algo muy importante que es la ternura. La escultura tiene esa capacidad enorme de crear una actitud, un estado de ánimo.
El gran tema de su obra es el ser humano y la relación con los otros, que simboliza en el motivo de la cabeza.
Cada ser humano es único y cuando una persona desaparece, con él desaparece toda una información preciosa que nunca más tendremos. La cabeza es como el gran palacio del conocimiento, es el lugar donde reside el cerebro. Un lugar oscuro y húmedo donde todo pasa. El resto del cuerpo es una prolongación. Y además tiene algo extraordinario que es el rostro, que no está hecho para ser visto por nosotros mismos, sino por los otros. Es imposible que uno vea físicamente su propio rostro. Es el gran regalo que hacemos a los demás.
El pasado y el futuro son femeninos, el hombre es un accidente maravilloso, pero de tipo temporal”
Y siempre mujeres.
El pasado y el futuro es femenino. El concepto de feminidad abraza la memoria de cualquier ser humano y le da la dirección de futuro. El hombre es un accidente maravilloso, pero un accidente temporal. Tienen los ojos cerrados porque me parece más importante imaginar que verificar. El mundo interior es un mundo extraordinario al que a veces le damos poca importancia. Mirar no quiere decir ver más cosas. Infrautilizamos todas nuestras otras capacidades para percibir e interiorizar lo que el mundo nos está ofreciendo. El año pasado hice una instalación en la Quinta Avenida de Nueva York, delante del Rockefeller Center, que representaba una niña que se tapaba los ojos las manos. Aquella pieza, que ha sido comprada por la Universidad de Míchigan y será instalada de forma permanente, habla de cómo nos pasamos la vida levantando muros, trazando fronteras, separando poblaciones... Y nuestras manos, tapándonos los ojos a la realidad, son los muros más altos con los que nos separamos de los demás, como si eso nos proporcionara un confort cuando la realidad nos incomoda.
¿La repetición de la idea de las cabezas puede acabar restándole singularidad a su obra?
He pasado épocas que cambiaba muy a menudo y la gente decía que no tenía dirección. Ahora que estoy más estable en un tema dicen que me repito. Pero es un deseo mío, ojalá pudiera poner más. Es como si dijeran que Giacometti era un artista malo porque hacía siempre hombres delgados. O que Donald Judd siempre hacía cajitas… Es una reflexión muy pobre. Una cabeza es un territorio infinito, una tela en blanco. Si sigo, continuaré haciendo cabezas digan lo que digan.
¿Le afectan las críticas?
Has de intentar vivir fuera de la presión o te volverías loco. Vivimos un tiempo extraño en el que parece que todo tenga que cambiar sin que cambie nada. Hay una inmediatez en las reflexiones brutal. Cuando el entonces alcalde de Barcelona Xavier Trias quería una escultura mía para la ciudad, los ecos que recibí de aquella pieza que debía situarse frente al mar eran maravillosos. Parecía que el proyecto entusiasmaba a toda una comunidad, que nos daba sentido. Cambió el alcalde y se acabó la pieza. Nadie más me ha preguntado por ella. El único que puede resistir y llevar a buen puerto una idea es el artista, nadie más lo defiende. Eso es algo que aprendes viviendo.
¿Ha enterrado el proyecto?
Ha desaparecido. Tengo muchos proyectos que no he hecho en mi vida, uno más no importa. Lo que me sorprende es que hubiera gente tan entusiasmada, tan apasionada, y de un día para otro... Cuando haces proyectos que repercuten en una comunidad tienes la tentación de pensar que la comunidad también está contenta. Pero es una trampa emocional.
Gaudí sin un mecenas tampoco habría podido hacer grandes obras.
Nooo. Hoy Gaudí no existiría, porque buscarían el consenso político. Es triste, pero muchas veces el arte necesita una persona, que es con la que compartes el camino, sea tu compañera, un amigo, el hermano de Van Gogh o yo qué sé. Pero en ningún caso es el gran museo el que te excita para crear o es la gran institución, ni es un gobierno, ni es un país y aún menos un político. A veces necesitas esta intimidad. .
¿Y en su caso ese cómplice es Laura, su mujer?
Sí, siempre lo ha sido. Pero también es Paul Gray en Chicago, que llevamos 20 años juntos; es Mary Sabbatino en Nueva York... Muy pocos, pero sin ellos... No es un problema de vender o de comprar, es un problema de energía y aquí no la encuentro. Todo es muy efímero en nuestro país, los apoyos, la inconsistencia en el seguimiento, las colecciones... La sociedad española es muy hostil y muy rígida.
Hoy Gaudí no existiría porque buscarían el consenso político... La sociedad española es muy hostil y muy rígida”
Y a usted le duele.
No sólo España. Me desconcierta que en Estados Unidos después de Obama haya podido salir alguien como Trump. Y aquí… es un momento muy oscuro. ¿Cómo puede ser que exista la ultraderecha después de una experiencia tan dolorosa como la Guerra Civil y de cuarenta años de franquismo? Me pierdo, se me escapa. Porque yo tengo un concepto más científico. Si tú has demostrado que una madera flota en el agua, ya sabes que aquello flotará. En política es un error tras otro, y los políticos cada vez lo ponen más difícil para que un artista pueda expandir un mensaje de positividad.
¿Su mejor proyecto está por llegar?
Absolutamente, siempre. Di una conferencia en el museo de Miami y al final en el turno de preguntas un señor muy simpático me dijo ‘bueno, señor Plensa, supongo que la Fuente Crown de Chicago fue el proyectó que le catapultó”. Y yo le respondí, “¿pero como puede decirme eso si yo todavía estoy esperando ese proyecto?. El arte a pesar de su complejidad es un camino de conocimiento. Envejecer es una de las cosas más maravillosas que te pueden ocurrir. Vas verificando intuiciones, vas viendo que muchas cosas que creías eran un error simplemente eran un estado intermedio... La vida es extraordinaria e invito a la gente a vivirla en toda su complejidad. Porque seguro que el último minuto, del ultimo día del último año encontrarán esta lucecita maravillosa.
¿Por el camino se pierde el deseo de lo imposible?
Qué va. Yo creo que se va agudizando. Cuando eres muy joven no te das cuenta que estás poniendo en riesgo un valor muy importante que es tu cuerpo, tu vida. Cuando vas envejeciendo, cuando ya tienes más pasado que futuro, te vuelves más miedoso con el cuerpo. Pero este miedo con el cuerpo te da alas a la imaginación. Lo encuentro de una gran ternura. Tengo un gran cariño al ser humano con toda esta imperfección. Sería horroroso que fuéramos perfectos.
El documental
¿Puedes oírme? Una aproximación a la obra y la peronalidad de Plensa
Avance antes del estreno en el DOCS Barcelona el 21 de mayo
Pedro Ballesteros |Jordi Marqués
Director | Productor