Belén Rueda, madre coraje en televisión: “A las mujeres nos han educado para poder con todo, pero eso se tiene que acabar”
Entrevista
La actriz estrena papel en la ficción y reivindica una carrera de treinta años de éxito en la pequeña pantalla
Suena fresca y agradable la característica voz de Belén Rueda (Madrid, 1965) al otro lado de la línea telefónica, conducto impuesto por el confinamiento para poner en contacto a personas que no precisan de la intimidad siempre algo forzada de las vídeo llamadas tan de moda. “Y hasta salen mejor las entrevistas”, explica. “Porque le podemos dedicar más tiempo, algo insólito hace dos meses”. Y así, la charla con Magazine Lifestyle se alarga hasta más allá de 50 minutos, “y si fuera a terapia, esta semana me la habría ahorrado”, remata entre risas antes de despedirse.
Cumple estos días su treinta aniversario ante las cámaras que la vieron nacer, al lado de Emilio Aragón en el popular Vip noche y lo hace estrenando una nueva serie de televisión, donde ha desarrollado el grueso de su carrera con picos tan altos como Periodistas o Los Serrano. Madres, amor y vida, que llegará a Amazon Prime Video el próximo día 8, sitúa a un grupo de mujeres con hijos con enfermedades complejas y de larga duración en el entorno de un hospital, convertido en microcosmos en el que conviven seres al límite y coexiste el drama con la comedia desesperada.
No es de extrañar por tanto que la conversación se asiente en esos caladeros, el de las relaciones humanas, las que unen a madres e hijos, en especial, en estos días en los que la difícil realidad les ha puesto un espejo delante. La ganadora del Goya en 2004, por la sólida Mar adentro, es de agradar, “lo que no quiere decir que no tenga un pronto difícil”, además de conversadora generosa de respuesta rápida y elegante sentido del humor. Recluida en casa con otras seis personas de su entorno, se muestra feliz de sus avances con la tecnología que tiene que ver con la comunicación. “Me estoy haciendo un máster. Hace dos semanas este mundo de provocaba ganas de salir corriendo y ahora... ¡Pregunta lo que quieras!” – chulea divertida.
Como a tantas personas ¿Tampoco le da tiempo a nada a pesar del confinamiento?
Totalmente. Somos muchos en casa y empezamos cocinando juntos y pasando el tiempo con juegos de mesa pero ahora cada uno ha tenido que volver a lo suyo aunque nos juntamos en la comida y en la cena. Mi hija mayor tiene trabajos, exámenes online, la otra está haciendo un master también a través de internet… Yo empecé ordenando las habitaciones que parecía que me iba a comer lo que había dentro…
Se dice que ordenar cajones organiza la cabeza ¿Qué reflexiones le rondan en esta situación?
Bastantes, porque en el encierro se está mucho más con uno mismo. Y han ido cambiando. Al principio hice el esfuerzo de la calma, de la tranquilidad, de ir informándome sin agresividad de lo que va pasando, pero es inevitable escuchar noticias que te afectan y que cambian al día. Todo el tema de las residencias de ancianos… Yo tengo además varias amigas trabajando en hospitales. Creo que nos estamos haciendo propósitos que espero que cuando volvamos a recuperar la normalidad no caigan en el olvido.
Pactamos que si alguien estaba anímicamente mal lo tenía que decir en el desayuno; así nos apoyamos”
A muchas casas han vuelto los abuelos, los hijos… Se renuevan lazos…
De hecho, mi hija mayor se iba a vivir sola; había hecho la mudanza. Y se quedó aquí, claro. Lo que me parece más tremendo es que no se esté con los padres que no pueden salir de casa y sienten más la soledad, el encierro, porque son más vulnerables. Mis hijas a veces proyectan ir a llevarle libros a la abuela pero ella no quiere por los riesgos. Y en las residencias hay muchas muertes y no te puedes despedir de ellos. Eso me parte el corazón. Hay días que... Me dicen que intente no pensar en ello. Yo creo que hay que pensarlo, sentirlo y después intentar colocarlo en el lugar adecuado.
Tener tanto tiempo a los hijos al lado, ¿tiene su reverso?
Es indudable que tener mucho tiempo para dedicarse unos a otros es bueno para las relaciones, aunque prefiero el tiempo de calidad. Hemos tenido momentos de bajón pero no hemos coincidido y nos hemos podido apoyar unos a otros. Lo pactamos al principio del confinamiento, que si alguno se encontraba anímicamente mal lo tenía que decir a poder ser en el desayuno. Padres, hijos, abuelos… Cada uno tiene su propio mundo y se crean tensiones porque a lo mejor ese día estás más sensible, porque llamas a determinados recuerdos, has escuchado algo, has hablado con algún amigo...
La serie ‘Madres: Amor y vida’ no puede estrenarse en mejor momento… ¿Moderniza el concepto?
En un aspecto importante. Yo soy de una generación en la que somos madres primero, después trabajadoras y después mujeres, con todo lo que conlleva donde englobaríamos parejas, amistades… Las madres de la serie, como la mayoría de las mujeres de mi edad, han elegido conscientemente que ese sea el orden y la manera de mostrarlo a los espectadores es a través de situaciones, a menudo, límites: tenemos hijos con enfermedades largas y complejas. Cuando se cruza la puerta de un hospital donde tenemos ingresado a un hijo, en la realidad igual que en la ficción, se queda fuera todo lo que traes. Es como si vivieras otra vida con una familia nueva, la del hospital, de la que forma parte el personal médico pero, sobre todo, madres tan diferentes, de otras ciudades, con distintas situaciones laborales, económicas o culturales que tienen un rasgo en común: están en una situación muy vulnerable emocionalmente, que además permite que, cuando nos relajamos, se produzcan momentos muy cómicos.
Las cosas han mejorado, pero yo siempre les digo a mis hijas que no bajen la guardia. Por si acaso...”
Hablaba de las prioridades de su generación. ¿Cree que las mujeres de las posteriores han variado el orden de las mismas?
No siempre, pero la gran diferencia es que lo tienen incorporado a sus vidas de otra manera. Por ejemplo, si a una mujer de mi edad se le ocurría decir que estaba cansada por el trabajo, la respuesta era “pues entonces no trabajes”. ¿A un hombre se le dice eso? Lo único que estabas demandando ahí era un poco más de ayuda. Mis hijas eso de la ayuda ni se lo plantean. Y muchos chicos probablemente tampoco. Aquí todo el mundo participa de las labores de casa por igual y punto. Y eso la serie lo refleja bien; de hecho hay chavales que me han comentado que han empezado a valorar el enorme trabajo que hacen las madres cuando lo han visto reflejado en la serie. Cuando las han visto, como por una mirilla. De todas formas, yo siempre les digo a las chicas que no bajen la guardia. Por si acaso…
¿Cómo le suenan frases del estilo de “las madres son el pegamento de la familia”? ¿Le rechinan?
Sí, si es lo que los demás esperan que hagas; si es la sociedad la que te impone la obligación. No si, como mujer, has elegido libremente que las cosas sean así. Si tienes claro lo que es y estás preparada para ser la que lo soluciona todo y para estar a la altura siempre que se te necesite. Pero esa es una mochila que pesa mucho. Ser madre es maravilloso, con sus lados oscuros y sus momentos de luz, pero cada una debemos elegir cómo lo queremos asumir.
¿Se ha sentido culpable por ser madre trabajadora?
Sí. Como muchísimas mujeres. Hubo un momento en el que, ya separada, viviendo con las niñas que eran muy pequeñas, cuando ya estaban dormidas empezaba mi momento laboral. Estudiaba lo que me tocaba rodar al día siguiente, me acostaba a las dos de la mañana y a las 5 me recogían para ir a trabajar. Y hay un momento en que tu cuerpo te dice “bonita, habrá que dormir. ¿Por qué te organizas esos horarios tan inhumanos?” Y claro, cuando te ves agotada y te das cuenta de que no les vas a ofrecer a tus hijos el tiempo de calidad que necesitan, te sientes culpable. A las mujeres nos han educado para poder con todo y si lo consigues hasta te enorgulleces. Pues eso se tiene que acabar, hay que compartir lo que te sucede claramente y dejarlo bien claro porque si no es así los hijos no lo valoran.
De hecho, hay un momento en que su personaje en la serie se enfada porque todos piensan que es perfecta…
Que es una manera de obligarla a serlo. Si te lo dicen como algo positivo, como para halagarte no vas a decepcionar, claro. No estamos educadas para eso. Uno empieza a reconciliarse con la vida cuando sabe que la mayoría de las cosas que nos remueven no vienen de fuera; vienen de dentro de uno mismo. Mi personaje es una mujer muy organizadora que cuando se da cuenta de la situación extrema en la que se encuentra su hija, empieza a cambiar de piel porque asume que la vida puede escapar a su control en cuestión de horas y todo eso hace que redescubra su entorno con otros ojos. Y esto es muy real. Yo he tenido por desgracia una experiencia personal en ese sentido, cuando falleció mi hija siendo bebé, y te cambia la vida por completo. Pone las cosas en su sitio.
El amor a un hijo es el amor más incondicional. Pero hay que saber gestionarlo. Hay que aprender a querer”
Hay filósofos que afirman que esta manía de la perfección es lo que nos está matando lentamente…
Claro, porque genera un estrés… Hay mucha gente que echa de menos en estos días el no poder planificarse la vida para que le quede como quiere. El ansia de perfección además no te deja disfrutar el presente porque como algo te salga bien, te entra la obsesión de hacer lo siguiente aún mejor y estás constantemente mirando al futuro. Recuerdo que cuando tenía a mi hija enferma, amanecía un día en que había engordado 100 gramos y hacíamos una fiesta con todo el mundo, con las demás mamas, con las enfermeras ¿Por qué?, porque vives el día. He estado rodando en África y nosotros tenemos que ir a un psicólogo para aguantar nuestras vidas y ellos tienen que vivir el presente porque están en riesgo de no llegar a mañana. Qué diferencia ¿No?.
¿Como se dice en la serie, “por un hijo se hace cualquier cosa”?
Sí. Es el amor más incondicional. Pero hay que saber gestionarlo. Hay que aprender a querer. Se puede querer mucho a un hijo pero quererlo mal; no saber cómo hacer que ese sentimiento sea bueno, útil, confortador, que no aprisione, que los deje libres que no descontrolados, que no los convierta en egoístas.
¿Ha conocido madres que no quieran a sus hijos?
Sí. Tampoco se querían a ellas mismas.
¿Qué clase de madre cree ser?
De muchos tipos. Me voy adaptando. No lo sé, creo que he sido una madre con la mente abierta y dispuesta a aprender porque hay un momento en que pasas de ser la maestra más absoluta a la madre que debe asumir que cuando crecen van teniendo su propia personalidad y te van mostrando cómo convivir con ellos. Tengo claro que no hay recetas y que cada uno necesita un trato diferente. He vivido ese momento de confusión que te convierte en madre súper enrollada en plan “mis hijas me lo cuentan todo” y, cuando han dejado de hacerlo he podido asumir que no tenían por qué. Que deben compartir contigo lo que consideren y tienes que estar disponible para el momento en que quieren consultar algo contigo. Soy una madre de “vamos a sentarnos y a hablarlo”. No creo haber sido absorbente, de las que imponen su presencia a los hijos en todo momento porque cree que es lo que necesitan.
¿Qué clase de abuela será cuando le toque?
Bueno, eso de que la educación de los nietos les corresponda a los hijos… ¡Me parece el mejor regalo del mundo! No pienso ser la madre de mis nietos para nada… Yo ya he educado a los míos; ahora que me dejen malcriar a los suyos. Es lo menos que una abuela puede desear.
Se subraya que gran parte del equipo técnico y artístico de la serie es femenino ¿Ha habido una conexión especial?
Agradezco que no hable de una sensibilidad especial entre mujeres. De hecho pienso que la próxima revolución la deberían hacer los hombres para reivindicar que ellos también son sensibles. A veces, trabajando con un equipo así, encontramos un punto de visto común, un hilo del que tirar pero no se puede generalizar porque, lógicamente, cada mujer es un mundo. Lo que sí es cierto es que las mujeres directoras, y en la serie hay varias, siempre tienen que ser más estrictas y contundentes en sus opiniones porque hay cierta tendencia a rebajarles la autoridad, a rebatirles muchos de los pasos que dan.
No se puede contar la historia de una familia sin madres o abuelas; las series han abierto nuevas puertas a las actrices”
Parece que, sobre todo desde el actual auge de las series, ya se escriben muchos más papeles para actrices que han rebasado los 50…
Está claro que algo ha cambiado pero todavía no se considera que lo que le ocurra a una mujer de mi edad le interesa tanto al público como lo que le pasa a un hombre. Creo que tiene que ver con esa falsa idea generalizada de que las mujeres hablamos mucho y como que lo nuestro ya está contado. No es verdad; de lo que realmente nos importa, manifestamos más bien poco. Durante años se ha obviado lo que sentía o deseaba comunicar un 50% de la población. Cuanto mayores, menos presencia. ¿Cómo se puede contar la historia de una familia sin madres o abuelas? Las series han abierto esas puertas y, de paso, se han llevado por delante esa otra barrera que marcaba que si hacías televisión no podías hacer cine. Yo he vivido todo eso y a veces ha sido un infierno. Mi primera película fue Mar adentro y ya tenía 40 años y un recorrido como actriz, pero como estaba haciendo Los Serrano, había dudas sobre si sería capaz y si el público me aceptaría o vería todo el rato a la de la tele.
¿La tiranía del aspecto, de que las actrices tengan que mantenerse jóvenes el mayor tiempo posible se ha suavizado?
Algo sí. Yo desde luego me lo llevo por el tema de la salud y de estar lo mejor posible y de verte tú bien y no acepto que los demás me lo exijan. Pero ahora son los jóvenes los que están más confundidos y esa tiranía de los cuerpos perfectos que inundan las redes sociales me parece muy peligrosa. Retocando además las imágenes que es algo que yo he vivido y que entiendo que, en el caso de actrices o cantantes, tiene que ver con esa búsqueda de la ilusión, de nuevo de la perfección, en este caso física. En cualquier caso, la mayoría de las historias que nos tocan la sensibilidad no están ligadas a ese ideal de belleza. Ya nos interesan otro tipo de personajes. Ahí sí se nota un gran cambio.
Hace 30 años de su debut ¿Cómo recuerda a esa versión tan joven de sí misma?
Tuve la suerte de empezar con Emilio (Aragón), que tenía un concepto de la televisión muy diferente al que había entonces. Me recuerdo aterrorizada y despistada; no imaginaba que para hacer un programa hacía falta tanta gente, pero me salvó saber italiano. Estuve un tiempo viviendo allí y aprendí el idioma y, como la mayoría de los técnicos vinieron del Tele 5 italiano, porque aquí cuando empezaron las privadas no había suficientes, yo creo que me ficharon como una especie de presentadora bilingüe. Pero nunca traducía las broncas y los tacos. Creo que evité algunos altercados entre el equipo español y el italiano (risas). Tenía mucho miedo. Pensaba que nunca podría llegar a vivir de esto, era muy insegura. Y poco a poco el tiempo ha ido eliminando muchas de esas dudas.
Me costó muchísimo sentirme actriz. No me lo pusieron fácil; más de una vez me hicieron sentir como una intrusa”
¿Cuándo se sintió actriz?
Me costó muchísimo escribirlo en mi DNI. Hasta después de hacer Periodistas y un par de años de Los Serrano me daba pudor. Y tampoco me lo pusieron fácil; más de una vez me hicieron sentir como una intrusa. En esa época continuamente me decían que cómo me atrevía, que yo no era actriz pero hay un momento que me harté, dejó de importarme lo que dijeran los demás y pude demostrar que estaban equivocados. Hay muchas formas de llegar a donde quieres estar si tienes vocación.
Si mira hacia atrás sin ira ¿Le gusta lo que ve?
Yo no me arrepiento de lo que he hecho. Curiosamente me acuerdo más de las equivocaciones que de los éxitos. Y está bien recordar aquel día en que pensaste que nunca te faltaría trabajo, para darte cuenta poco después de lo equivocada que estabas. Mi profesión para mí ha sido primordial y cuando he pegado un tropezón he sido mucho de darle vueltas a lo que ha fallado, a si he elegido mal cuando he tenido esa posibilidad, que no ha sido siempre así. Somos lo que somos por nuestros aciertos y nuestros errores. Solo me molesta una cosa. Ha habido momentos en estos 30 años, en que no me atrevía a decir lo que pensaba. Tengo esa espinita…
Qué buen momento para elucubrar sobre el futuro ¿Cómo lo ve?
Me encantaría que todo lo que cada uno ha aprendido de positivo en este encierro perdurase. El aprendizaje personal, los propósitos con respecto al propio comportamiento. Y hay que admirar a quien se lo merece. En mi profesión eso está a la orden del día. Recibimos los halagos nuestros y los de todo un equipo al que no se conoce pero que es absolutamente imprescindible. Hay que admirar de verdad a quienes están dando todo por salvar vidas. Y que la empatía y la solidaridad, siga presente mientras se vuelve a la normalidad. Es importante no volver a aturdirse y tener claro lo que es importante de verdad.