El ajedrez es arte y cálculo. Carmen Kass lo aprendió desde pequeña. Su padre era maestro de este juego y tenían un tablero colgado en la pared de la cocina. Se planificaban campeonatos familiares y todo el día se pensaban estrategias para dominar la partida. Empezaban los años ochenta y Tallín (Estonia), la ciudad donde nació Carmen en 1978, era parte de la Unión Soviética. El ajedrez era un magnífico entrenamiento del pensamiento abstracto y una buena vía de evasión intelectual. “Yo era la más pequeña, así que perdía siempre. Cualquiera que sepa jugar bien puede ganarme, pero el ajedrez es algo que siempre tienes en tu cabeza, siempre pensando en el próximo movimiento, así que cuando empecé a trabajar en la moda, que es un mundo en el que se pasa mucho tiempo esperando, no pude encontrar algo mejor para entrenar mi mente. Además, en la moda se pierde el contacto con el mundo real y yo sentía que mi cerebro perdía agilidad, así que volví a jugar al ajedrez”. Carmen fue presidenta de la Federación de Estonia durante una década.
Como suele pasar en la vida de las modelos, a los 14 años un scout la fichó en un mercado de su ciudad y le propuso ir a Milán. “Era muy joven y no tenía ni idea de qué era ser modelo, no tenía ninguna meta ni ilusión al respecto, pero cuando la oportunidad llegó sí pude ver que podía cambiar mi vida. En aquel momento, para mí era muy especial poder viajar, yo no venía de una familia rica y Estonia todavía era la Unión Soviética. Era muy poco probable que se repitiera otro viaje a Milán”.
Carmen cree que sus dos virtudes fundamentales son la paciencia y la habilidad para no dejar escapar las buenas oportunidades. Así que falsificó la firma de su madre en el documento de autorización de viaje y se fue. “Todo lo que yo sabía y pensaba entonces era que si trabajaba duro y hacía lo que me pedían nada podía ir mal. Para mí todo era nuevo y merecía ser explorado, yo nunca había viajado, mis conocimientos sobre el mundo eran teóricos. Estaba enfadada porque en el colegio me enseñaban cosas que no estaban a mi alcance. Viajar fue una bendición, un mundo maravilloso se abrió ante mí. No hay ninguna ventaja en haber nacido en un país comunista, excepto que desarrollas una apreciación más fina, pues vienes de un sitio donde se intenta que todo sea uniforme, que la gente no destaque, no sea especial… Cuando sales al mundo no das nada por sentado”.
Aquel primer intento fue un fracaso, pero le sirvió para probarse a sí misma. A los 19 volvería a París con mucha mejor suerte, y en 1997 hizo su primera portada para la versión francesa de Vogue. En 1999 pasó a la categoría superior de seres humanos preferidos por Anna Wintour, la directora de Vogue USA. Y el resto es historia. Historia de la buena, de la que se estudia en las escuelas de marketing, como sus antológicas campañas para las fragancias Narciso Rodriguez For Her. Su foto en blanco y negro con el cabello trenzado es una de las más longevas del mercado, y dos décadas después sigue decorando las marquesinas de medio mundo. “Es una de mis fotos favoritas de todos los tiempos, tengo un recuerdo muy bonito de ese shooting; han pasado casi 20 años y la campaña aún funciona, es sorprendente, creo que no hay ninguna campaña que haya durado tanto tiempo. Me río mucho porque igual alguien ya no me reconoce en esa campaña, pero la foto en sí misma no tiene edad, no tiene época. Podría funcionar en cualquier momento de la historia”.
Carmen Kass lo ha hecho todo, desde abrir un desfile de Victoria Secret en 1999 hasta hacer un cameo en Zoolander (2001), donde se interpretó a sí misma, o ser la musa de Tom Ford en sus campañas pornochic de finales de los noventa. Hasta se ha presentado a las elecciones del Parlamento Europeo en Estonia en 2004. Le pregunto si cree en la capacidad de la política para mejorar la vida de la gente. “Los políticos están ahí para trabajar por la gente, pero desafortunadamente no siempre lo hacen, muchos se dedican a la política para conseguir beneficios personales, aunque también creo que hay muchos con buenas intenciones que acaban atrapados en el juego político”. Carmen se define como “europeísta”. “Es una muy buena idea para nuestros países, la Unión Europea supone tener un futuro, un proyecto, por eso creo que debemos abrazarla y no tener miedo al cambio. Mirar más lo que podemos hacer juntos en lugar de fomentar independencias y nacionalismos. Al final la gente necesita estar bien alimentada, disponer de un techo, tener amigos, amor, ser comprendidos y cuidados. Todos tenemos las mismas necesidades y creo que podemos trabajar juntos por conseguirlo, pero si vamos cada uno por su lado el camino va a ser largo y difícil”.
Su discurso es coherente y meditado. Le pregunto qué piensa cuando algunas revistas la definen como “la modelo intelectual”, y se ríe. Bastante. “Es un cliché pensar que todas las modelos son estúpidas y es un cliché malo, porque las modelos llegan muy jóvenes a un mundo difícil y aun cuando sepas que no eres estúpida una especie de sombra cae sobre ti, y acabas preguntándote si realmente lo estás haciendo todo tan mal. No hay ninguna profesión en la que todo el mundo sea extremadamente inteligente”. Jaque Mate.
Con la primavera inicio un uso compulsivo de antihistamínicos en todas sus formas: pastillas, espráis, colirios… que ralentizan mi vida y me hacen verlo todo, hasta esta entrevista, en cámara lenta.
Maquillaje: José Belmonte (Cool). Pelo: Manu Fernández (Cool). Asistente de fotografía: Guy Iserwood. Asistente Digital: Javier Torrente. Asistente de estilismo: María Hernandez. Making off: Claudia Pérez y Manuel Espinosa.